Se enamoró del caos y la informalidad de la Argentina. También aquí conoció a su esposo. Años más tarde, un proyecto de su padre la llevaría a regresar al lugar que siempre sintió como su hogar
Fue amor a primera vista. Llegó a la Argentina en 1997, con 17 años y un bolso lleno de ilusiones. “Argentina era un país exótico. Recuerdo cada imagen y aroma de esos días. Quedaron fijos en mi memoria. El caos y la informalidad que había por cada rincón de la ciudad me encantaron”, recuerda Fleur van Andel. Luego aprendería que ese caos y esa informalidad que tanto la habían impactado, formaban parte de un extraño equilibrio local, que había que aprender a manejar. Pero lo que supo entonces con certeza fue que su corazón había quedado cautivo de aquel lejano lugar.
Nacida en La Haya, una ciudad ubicada en la costa del mar del Norte, en el oeste de los Países Bajos, donde vivió hasta sus cuatro años, Fleur Van Andel se asentó más adelante en Wassenaar, a pocos kilómetros de su lugar de origen. Y fue precisamente en sus años de adolescencia, luego de terminar la secundaria en Holanda y antes de empezar la universidad, que tuvo la oportunidad de pasar casi un año en Argentina. El objetivo era aprender castellano y hacer una experiencia. “Este fue el año donde me hice fanática del polo. Cuando volví a Holanda seguí jugando al polo con mi padre y mi hermano que ya jugaban a este apasionante deporte”.
A su vez, gracias al polo también conoció a Luis Duggan, su actual esposo que es argentino y con una historia vinculada a ese deporte que se remonta generaciones atrás porque es nieto de Luis Duggan, cuarto jugador argentino en la historia en alcanzar los 10 goles de hándicap y medallista olímpico. “Así que siempre tuve un vínculo emocional y pasional con la Argentina. Luego, de regreso en Holanda, cada vez que podía me escapaba a Argentina a visitar a Luis y jugar al polo. Después de que nos casamos vivimos varios años mitad en Argentina y mitad en Europa. O sea, siempre me atrajo Argentina por una u otra razón”.
Un metejón con Argentina
Pero en Argentina había algo más que atraía a los Van Andel, un lugar especial del que Harry, el padre de Fleur, se había enamorado. Harry había estudiado derecho y economía en la Universidad VU de Ámsterdam y obtenido un MBA en la Universidad de Harvard. Su carrera profesional comenzó en 1971 como Director del Grupo Kluwer, empresa editorial holandesa líder, para en 1976 dedicarse en forma independiente a trabajos de consultoría. Hacia 1984 comenzó a interesarse en el negocio de bienes raíces y se convirtió en uno de los principales accionistas de Landinvest, compañía de desarrollos inmobiliarios con base en Ámsterdam. Y años más tarde, había puesto el ojo en un lugar a pocos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires donde, según afirmaba, ya se respiraba el espíritu del campo.
“Papá era una persona muy generosa. Disfrutaba al máximo su trabajo y su vida. No paraba nunca. Siempre estaba pensando en nuevos proyectos y desafíos. Y así fue que dio con aquel maravilloso lugar. Bromeábamos porque le decíamos que tenía un metejón con esas hectáreas de puro campo. Él estaba obsesionado con desarrollar un emprendimiento allí: decía que a pocos kilómetros de Buenos Aires ya te sentías en el campo. Afirmaba que ese era el lugar indicado para vivir y trabajar. Ese fue el comienzo de ´El Metejón´, un emprendimiento que es el mejor reflejo de la tenacidad de mi padre, su espíritu emprendedor y su amor por el campo argentino”.
No estaba equivocado. Ubicado en la localidad de Vicente Casares, el barrio se levanta en una zona estratégica sobre la autopista, a pocos minutos del centro de Cañuelas, Canning, el Aeropuerto Internacional de Ezeiza y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tiene centros comerciales, supermercados, salud, educación y todos los servicios muy cerca. Linda con haras, campos y desarrollos urbanísticos de baja densidad que lo convierten, a su vez, en un lugar tranquilo y seguro.
Harry Van Andel lo soñó y quiso convertir su deseo en realidad. Entonces proyectó “El Metejón” para transformarlo en el lugar de sus sueños y en el de muchas familias. “Cuando conocí el predio entendí el amor de mi papá por aquel lugar. Desde que uno entra los sentidos se trasladan a una típica atmósfera de campo. El aroma a eucaliptus, el sonido del trote de los caballos, las frondosas arboledas, los caminos de conchilla, los peones, las construcciones de estilo campo y el espíritu de familia compartiendo en comunidad el amor por la naturaleza”.
De aquellas sensaciones también surgió el slogan “Respirá Campo” que sintetiza el deseo de quienes buscan una vida campestre aunque sin resignar cercanía a los centros urbanos y accesos rápidos y seguros. “En este contexto, la decisión en 2015 de quedarnos a vivir fijos en Argentina se dio naturalmente, no me costó nada, ya que este país venía siendo mi segundo hogar en el mundo desde hacía muchos años”, reflexiona Fleur Van Andel. A la distancia, reconoce que no fue una decisión tan consciente, sino una sucesión de hechos que se fueron dando. Las razones fueron varias. La pasión por el polo y el país, el amor y las oportunidades y/o necesidades que fueron surgiendo.
Proyecto y homenaje
Tenía entonces 35 años. “Del lado de mi familia estaba el deseo de que yo estuviera involucrada de cerca con el desarrollo de “El Metejón”. Además, con tres chicos en ese momento (ahora cuatro) y la escolarización, ya no éramos tan flexibles para continuar viviendo medio año en Europa y medio año en Argentina. Debíamos instalarnos en un lugar. El Metejón siempre fue nuestro lugar en el mundo, además de un proyecto muy personal, muy relacionado al polo, lo que mi marido y yo amamos tanto. Y aprovechamos mi formación académica y los conocimientos de que Luis tenía sobre el deporte para volcarlos tanto en el desarrollo del proyecto como en el manejo de un club de polo. Por lo tanto fue una decisión natural venir a trabajar en el emprendimiento y vivir en ´El Metejón´”.
Con un máster en marketing, en sus años de trabajo intermitente entre Holanda y Argentina, Fleur Van Andel había creado y liderado la compañía Polo Republic, responsable de la organización de los eventos de polo más importantes de Holanda, y fue Marketing Manager en KPN, empresa holandesa líder de telefonía e internet. Asentada finalmente en Argentina se convirtió en Directora de la empresa que desarrolló “El Metejón” para manejar la parte inmobiliaria, hotelera y el club de polo.
Cuando comenzó a trabajar en el proyecto con su marido -que ocupó diferentes cargos en el histórico club El Trébol, fundado por su abuelo en Capitán Sarmiento-, la primera etapa ya estaba desarrollada. Lo que hicieron fue impulsar el área comercial y de marketing, y luego los servicios de la segunda etapa. Hoy están planeando el lanzamiento de la tercera etapa.
El campo para la familia
El masterplan fue diseñado por el arquitecto Ricardo Cavanagh sobre un terreno de 110 hectáreas con dos lagunas y un arroyo. En cada rincón se respira un ambiente de campo a través de la interacción constante con la naturaleza, en un entorno de tranquilidad y privacidad, con foco en las actividades al aire libre y los deportes ecuestres. “La ubicación y el entorno natural son inigualables ya que es el único corredor que permite disfrutar del campo en toda su plenitud tan cerca del centro de la ciudad”, cuenta Fleur van Andel.
Allí, La actividad ecuestre está especialmente concebida para las familias. En la escuela de polo se pueden tomar también clases de equitación. Está organizada para poder recibir desde principiantes hasta jugadores avanzados.
“Lo práctico es que estamos siempre acá, podemos estar encima de todo y no perdemos tiempo en el viaje entre casa y oficina. Un cambio muy importante que hicimos hace poco es proponer un nuevo administrador para el consorcio de propietarios. Antes administrábamos el consorcio nosotros como desarrollador pero nos dimos cuenta de que se confundían los roles. A nivel personal también influía en las relaciones con los vecinos, si como administrador tomábamos ciertas decisiones o no. Ahora con un administrador que es un tercero independiente se evitan estas situaciones y el día a día es mucho más llevadero. Desde ya que converso todos los días con los vecinos, es inevitable hablar del barrio, de sus necesidades y avances, pero lo hago desde otro rol, y está buenísimo”, cuenta Fleur Van Andel.
Como complemento a la actividad que rodea al polo, y bajo el nombre de “El Metejón Polo Resort”, funciona un hotel boutique de 12 habitaciones que forma parte del desarrollo y alrededor del cual se organiza el turismo deportivo que recibe todos los años a jugadores de polo de todo el mundo que vienen a disfrutar de la temporada en nuestro país. El hotel ofrece un servicio personalizado, programas temáticos y todas las comodidades para los extranjeros que quieran vivir una experiencia de polo única.
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