Acostumbrados a la montaña rusa a la que los expone desde hace años la macro argentina, los desarrolladores son cautos a la hora de definir nuevos proyectos. Esperan nuevos guiños del Gobierno, hoy ocupado por impulsar la ejecución de obras destinadas al segmento medio y medio bajo de la población. Un perfil de compradores que sólo puede acceder al techo propio a través del crédito y uno de los más afectados en su poder adquisitivo por la crisis económica. Mientras tanto en la cocina del negocio, los desarrolladores reconocen que en la Argentina pocas veces arrancan una obra y la terminan, tres años más tarde, con las mismas condiciones planteadas al inicio cuando comenzaron a idear el emprendimiento. "Hay que armar el negocio, iniciar la obra, venderla, devolver el dinero, volver a colocarla a los consumidores finales y lograr que todos queden contentos. Es muy difícil", relata un empresario, la odisea a la que se enfrenta cada vez que define arrancar un nuevo proyecto.
Además reconoce la carga emocional que implica dar trabajo a quienes sustentan miles de familias. Como contraparte admite que así como en los tiempos de altas ventas no son los que más ganan, tampoco son los desarrolladores quienes más pierden en crisis.. En el contexto actual, el mejor escenario lo vive quien tiene obras en diferentes estadios porque compensa el impacto de la macro en la rentabilidad. En los últimos meses, los desarrolladores más perjudicados son los que están terminando la obra: pagaron más caro el costo de construcción que, en dólares, bajó por la devaluación. Mientras que quien está arrancando puede ajustarse y trasladar ese beneficio al precio. Los que están a mitad de camino, aún pueden encontrar un equilibrio. Síntesis de un negocio a prueba de cardiopatas.
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