Oscar Scarpati y su hijo Cristóbal dictan cursos a nivel local e internacional sobre el modo de tratar con los equinos, basada en el vínculo afectuoso
Tal vez consiste en tener un don especial, ese que permite comprender con gran dosis de percepción la conducta de los equinos. Algo que el experto Oscar Scarpati domina desde hace años. Y sigue reglas tan sencillas como la que indica que nunca a los caballos hay que dominarlos por la fuerza, que es importante desarrollar una amanse-doma, transmitiendo el amor que el hombre le tiene. Esa pasión es la que expresa Scarpati en criarlos desde potrillos y que ha manifestado en cada uno de los países de América y Europa, donde enseñó cómo tratarlos y educarlos. En verdad, hace 48 años que ejercita esa metodología.
Durante su estada en Buenos Aires, en la caballeriza SB Ranch de Silvia Bruno, en uno de los barrios de Manzanares, aproximadamente cincuenta personas amantes de los caballos y procedentes de diversas partes del país y también del exterior se reservaron tres días para aprender del experimentado Oscar Scarpati y su hijo Cristóbal, procedentes de San Luis, las claves para domar y comunicarse con los equinos de la manera más armoniosa posible. Aplicó lo que se denomina la especialidad de doma india, que fue demostrada en países como España, Francia, Portugal, Brasil, Ecuador, Perú, Colombia, Uruguay, Chile y Estados Unidos.
Como parte de la charla, no eludió contar su historia desde pequeño y cómo se generó su vínculo con estos animales. "De muy pequeño nació esta pasión en nuestra granja de San Luis. De chiquito tenía algunos problemas. Era muy tímido y los equinos me atraían y me acompañaron; en ese acercamiento con ellos también tuvo que ver mi madre. A los 8 años me acerqué a un potrillo, lo amansé y domé. A partir de ahí siempre seguí en contacto con estos queridos animales. Tuve grandes maestros en el campo y fue muy importante cómo me transmitieron ese conocimiento. Para mí saber domar el caballo fue una pasión y una obsesión. Siempre digo que siento como un equino y pienso como tal –afirmó seriamente–. Para mí, el sentimiento es más determinante que el conocimiento."
Scarpati estuvo tres días en Buenos Aires –expuso en La Rural– y luego partió de nuevo a Estados Unidos a enseñar su especialidad.
Su hijo Cristóbal, que lleva el nombre del indio que lo vinculó con los caballos a Oscar Scarpati cuando era niño en San Luis, dictó en Buenos Aires una clase teórica y práctica a los integrantes del curso en Manzanares. A la vez su padre comentó que la doma es pura vocación en su vida y que si tanta gente tanto en el país como en el exterior lo sigue y escucha se debe a que su forma de tratar y de domar al caballo es totalmente incruenta.
El experto aportó más datos. "Mi forma de enseñar cómo tratar a los equinos implica no someterlos jamás, como tampoco utilizar el látigo. Es la ausencia total de la violencia. Siempre rechacé la tiranía y también al sometedor. Este aprendizaje progresivo con mi gran maestro, don Cristóbal, que era un indio, fue determinante en mi vida. Él me decía: Muéstrele el alma al caballo y él le mostrará la suya. Y así fue que con caricias aprendí a amansarlos." Pese a todo, siempre hay que afrontar riesgos. "Hace tres meses perdí parte de un dedo de mi mano porque un potrillo me mordió."
La mayoría de la gente que requiere de su técnica para enseñar, en general tiene un vínculo cercano con los caballos. Sin embargo descubren en su manera de transmitir la técnica un modo diferente y nueva forma de relacionarse con el equino, bien opuesta en la tradición del rebenque.
Justamente Scarpati explica que el estilo de vincularse de los indios pampas y los ranqueles con los caballos no era violenta. El indio construía una fuerte amistad sobre la base del afecto y de un trato cuidadoso con el caballo, generándole confianza; entonces lograba una gran unión con él en función de la lealtad mutua que se profesaban.
Oscar y Cristóbal Scarpati brindan cursos; ellos son domadores nómades y están convencidos acerca de lo que enseñan, alejado de toda violencia. "El tema es aprender a descubrir que estos animales son tremendamente afectivos porque detestan el dolor y le tienen pánico a sus propios miedos e instintos; creen que el dolor es la antesala de la muerte y por eso tienen reacciones muy enérgicas de su defensa."
El experto admitió que en sus más de seis décadas ha acumulado muchas experiencias junto con los equinos, aunque nada grave para que lo aqueje. "Perder parte del dedo índice es parte de los riesgos que se pueden correr en este oficio –expresó sonriendo mientras mostró su mano–. Yo no me fijo en lo que me falta, sino en todo lo que tengo, además de mi familia, mis caballos, son una parte importante en mi vida. Mi mano derecha o mi primera danza como decían los indios es mi hijo Cristóbal, quien junto con mi nieto, Nehuen, me recuerdan al indio que me inspiró y me ayudó a descubrir esta vocación. Tal vez en el fondo, la doma india se parece más a una filosofía de vida."
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