Las oficinas tradicionales se transforman y las temporales hacen lo propio con nuevos códigos y estilos
A partir de 1945 y durante 10 años, el arquitecto George Nelson se desempeñó como director de diseño en Herman Miller, la firma comercial del icónico productor de muebles, donde se llegó a creer que la oficina moderna debería parecerse a “una sala de estar diurna”.
El lugar de trabajo generaba estrés y distracción, y como resultado, obstaculizaba la creatividad y la colaboración. Se necesitarían décadas y avances significativos en tecnología para que la ideología corporativa se pusiera al día con la visión de Nelson.
La llegada de la empresa de coworking WeWork ayudó para que la oficina moderna no se sintiera como una sala de estar diurna sino nocturna. Éste parecía un espacio para fiestas en un dormitorio de una universidad bien dotada. Un lugar donde fluía el alcohol y la idea del trabajo en sí parecía nocional, una filosofía encarnada por el fundador de la empresa, Adam Neumann. Para 2018, WeWork se había convertido en el mayor ocupante privado de oficinas en Manhattan, y luego todo se deshizo.
Más tarde el Covid entregó la siguiente y más surrealista fase convirtiendo nuestros livings -reales- en oficinas diurnas, pero también después de la cena. Sin duda, ésta fue una transformación que ha dejado a este tipo de inmuebles en todas partes y -a la vez- en ningún sitio. Durante mucho tiempo el lugar de trabajo y el hogar pasaron a ser lo mismo.
Un año y medio después de la pandemia, aún existe mucha gente que todavía está trabajando desde sus casas. Según estimaciones, se prevé que -en los Estados Unidos- para 2025, casi una cuarta parte de la fuerza laboral, es decir, más de 36 millones de personas, desempeñarán su actividad laboral de manera remota, lo que obliga a una reconceptualización en todas las áreas, pero fundamentalmente en lo que tiene que ver con los inmuebles comerciales.
Quien parece haber entendido esto -a las mil maravillas- fue la nueva empresa SaksWorks. Tal como sugiere el nombre, éste es un espacio de trabajo conjunto que ofrece Saks Fifth Avenue (la cadena de grandes almacenes de lujo en los Estados Unidos). Dos años antes de que estallara la pandemia, Richard Baker, presidente de Hudson’s Bay Company, que es propietaria de Saks y de gran parte de las propiedades inmobiliarias anteriormente asociadas con Lord & Taylor, tenía en mente este tipo de conversión. Pero lo cierto es que semejante cambio del negocio demandó tiempo y mucho esfuerzo. Tras casi 24 meses de trabajo las dos primeras ubicaciones de SaksWorks abrieron en septiembre. Una de ellas está ubicada en el décimo piso de la tienda insignia de la compañía en Midtown (donde, por un breve período, se podía comprar Gucci para niños) y otra en un puesto de avanzada del Distrito Financiero que cerró a principios de 2019, a sólo dos años de su apertura.
El espacio SaksWorks en la Quinta Avenida, tiene muchas de sus paredes cubiertas de verde. En la recepción se puede tomar un café o pedir el almuerzo en uno de los restaurantes de la tienda o reservar una sala de reuniones. El espacio tiene un espacio lateral dedicado al cultivo hidropónico, largas mesas, sofás, sillones y espacios de trabajo privados que recuerdan cabinas telefónicas. Además, cuenta con salas de equipo sin ventanas en colores saturados, docenas de libros, y vegetales cultivados que se encuentran bajo luces brillantes.
Según Kerry Mader, director de operaciones de SaksWorks, buscaron crear un espacio donde dominen los aromas y las sensaciones. En el lugar hay un gimnasio, con bicicletas fijas, cuyo uso es gratuito para aquellos que cuentan con la membresía de SaksWorks, la cual se extiende por unos US$300 mensuales. Para quienes necesitan espacios diarios la firma ofrece un servicio de pasos por jornada que rondan los US$50. ¿Quién necesita esto?
En un momento en el que la desesperación por más espacio para trabajar en el hogar impulsó un mercado inmobiliario residencial en alza fuera de las principales ciudades, SaksWorks está comprometido con la idea de que no son solo neoyorquinos en apartamentos diminutos, agotados por apoyar las computadoras portátiles en pilas de ropa sucia, que quieren cambiar las cosas. Ellos sostienen que la necesidad de nuevos espacios laborales será una constante en el futuro próximo. Es por eso que pronto se abrirán nuevas sedes en Long Island (en un antiguo edificio de Lord & Taylor en Manhasset), en Westchester y en Greenwich (Connecticut). Ésta locación se inaugurará en un enorme edificio que antes ocupaba una tienda de polo.
Daybase, otro ejemplo
El año pasado, Doug Chambers, un ex ejecutivo de WeWork, se inspiró de manera similar y cofundó Daybase basándose en el principio de que el trabajo virtual era aislante, pero los desplazamientos hacia el lugar de trabajo eran agotadores. Aquí, también, la idea es desarrollar espacios laborales con demanda en barrios suburbanos, para que las personas tengan un lugar adonde ir en lugar de tener que trasladarse hacia el centro de las ciudades.
A diferencia de WeWork o The Wing, estas nuevas empresas solo tienen como objetivo vender una comodidad agradable en lugar de un estilo de vida dudoso y un sentido de propósito falso, que automáticamente las hace más apetecibles que las anteriores.
Pero, ¿cuánto tiempo querrán los trabajadores soportar el gasto de pagar por una especie de semi-privacidad que solía llegar a ellos de forma gratuita, en una oficina ubicada en el distrito central de negocios? ¿Y cuáles son las probabilidades de que sus empleadores se ofrezcan generosamente a costear la cuenta una vez que la fatiga se asiente?
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