La incertidumbre política sacó de la foto de la demanda a los inversores: históricos apostadores del ladrillo como refugio de su capital. Una realidad que representa una oportunidad para los compradores finales que están líquidos. Hoy, el mercado solo se mueve por el consumidor final que no puede o no quiere postergar la operación. "Es el que tiene alto poder adquisitivo", detalla Gonzalo Monarca que lidera el grupo homónimo que desarrolla Azzurra, un barrio cerrado de US$50 millones de inversión ubicado en Tortuguitas y en el que los lotes se venden desde los US$150.000. El desarrollador justifica su optimismo. En menos de un año vendió los 150 lotes de la primera etapa a un promedio de US$120.000.
Quien tiene el poder adquisitivo "para dar el salto en medio de la crisis" está aprovechando la oferta que generan los emprendimientos que están a punto de terminarse y tienen remanente de unidades. Una instancia en la que los desarrolladores están más flexibles a la baja de precio. Pero también representan una oportunidad los que están en plena construcción. Hay casos en los que el desarrollador que tiene todos los fondos para terminar la obra aceleró el proceso, bajó los tiempos y trasladó el beneficio del abaratamiento del costo de construcción que generó la devaluación a los precios.
De esta forma encontraron la forma de mantener el ritmo de sus ventas. En definitiva, las crisis son situaciones en las que algunos encuentran el espacio para hacer. De hecho, las mismas constructoras reconocen estar más activas en las licitaciones con una mayor demanda de obras privadas que hace unos meses atrás. De todas formas, el Gobierno prepara una batería de medidas. Quiere que la construcción recupere el ritmo perdido.