A partir de elementos orgánicos, como restos vegetales, hongos, sales minerales y alimentos en descomposición, este artista elabora intrigantes obras en estado de mutación..
/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/24IVG42L7JAZHB5J7NRRBDMNHY.jpg)
Entre elementos revestidos con sales minerales, restos vegetales, hongos, alimentos en descomposición y dispositivos sonoros, en cada caso activados por el agua, el artista e inventor Donjo León desarrolla una fascinante síntesis entre arte y ciencia.
Desde su laboratorio creativo en el taller de artistas Maturín, en el barrio de La Paternal, el creador que fue seleccionado en 2011 para el programa Di Tella y varias veces presente en ArteBA es autor de obras con vida propia en las que la transformación de la materia ejerce de motor y disparador.
Sus trabajos se presentan como cuadros herméticos que el artista sella una vez que los procesos naturales han respondido a un accionar deseado, a modo de ventanas que miran hacia el reino biológico y que desafían al tiempo con composiciones a base de hongos crecidos sobre frutas o cereales, estalactitas de sal, revistas que se desintegran o suelos de bosques suspendidos en recipientes de cristal.
En simultáneo a la muerte de la materia orgánica crecen en sus recortes los organismos productores de setas, mohos o levaduras activados por el agua o la humedad que el artista inyecta a conciencia en cada pieza. A partir de entonces, se multiplican las posibilidades estéticas en observación ante una diversidad de formas, colores y texturas que este manipulará, con tal paleta mutante, para definir cuadros que se escapan de lo tradicional. “El micelio es lo más básico y de ahí pueden salir distintos hongos saprófitos, como cuando se pudre la comida, lo cual me interesa como textura, como cuerpo que crece y que cambia, impredecible. Sé cómo esos materiales pueden llegar a reaccionar pero no cómo será visualmente al final”, señala León.
Con mano de alquimista, Donjo engendra creaciones armónicas, de particular sutileza y alta carga poética, con foco en los procesos y la construcción de sentido. “Cuando lo veo y me gusta, ahí se detiene. Al hongo se le saca la humedad, que es agua en un contenedor o vapor, se seca y queda conservado en una caja”, explica. Los soportes son de madera, tubos de cristal, bombitas y otros habitáculos.
Las estalactitas de sal conforman una de sus series, que consigue al dejar gotear una mezcla de agua con sal devenida en las alargadas formaciones puntiagudas dentro de estructuras. En su despensa, el artista se nutre de químicos como el sulfato de hierro, cobre o calcio, cristal de potasio, silicato de sodio, maderas –también realiza obras de carpintería para otros colegas–, pinturas, sales minerales, vidrios, restos vegetales, alimentos y sustancias.
Entre sus técnicas: la putrefacción, cristalización, destilación y fusiones. Otro fuerte de su trabajo, sus llamadas “baterías de agua”, son instalaciones sonoras a modo de instrumentos musicales. Su obra Campanario, por ejemplo, es un dispositivo activado por gotas de agua controlado mediante mangueras, velocidades de goteo, tambores y colectores de agua, mientras que Presencia tiene el valor de ser una pieza específica que dialogó en 2017 con el entorno del cementerio histórico de San Cosme, en Corrientes, dentro del Proyecto Relieves del Ministerio de Cultura. Esta estructura de madera con calados referenciales a los rasgos neogóticos del camposanto permitió transformar el agua en sonidos al recoger gotas sobre objetos que resonaban como campanas.
Las creaciones de Donjo abarcan también invenciones “davincescas” que responden a su interés por la arquitectura y la ingeniería para crear aparatos que canalizan fuerzas y activan elementos. “En cada construcción sucede algo”, define. En estas piezas priman los sistemas de goteo, como el que retroalimenta a una estalactita en un mueble con tanques de agua con sal, mangueras, presurización y bombeos, u otro generador de sonidos en una batería regulado por tanques, bomba eléctrica, canillas y mangueras.
Nacido en Buenos Aires en 1982, León estudió pintura con Alfredo Londaibere y Mariana López. Comenzó retratando ambientes en los que “pasaba algo –como en sus obras–: había frascos, estructuras, naturaleza”. Con Tomás Espina aprendió a trabajar con pólvora y a partir de entonces comenzaron sus primeros experimentos. El artista recibió menciones de los premios Currículum Cero de Ruth Benzacar y Braque y próximamente expondrá trabajos en el CCK, mientras continúa retratando escenarios de vida en proyectos que se pueden ver a través de la cuenta de Instagram @greenboxcuadrovivo, visitando su taller de la calle Maturín o en su cuenta personal @donjoleon.