“Yo estaba ahí cuando todos bailaban / Mojaban el dedo, se creían eternos / Yo estaba en el baño aguantando la puerta con mi espalda / Mientras les besaba la lengua / Yo estaba ahí en las oficinas de Universal / Tragando sermones sobre mi gran potencial / Yo estaba ahí abrazada a la taza del váter / Yo era incapaz de soltarla y ellos de mirarme”: el tono confesional domina el nuevo disco de Zahara, una artista española que todavía no ha pisado firme en Argentina, pero a la que vale la pena prestarle atención. Su quinto disco se llama Puta y es el mejor de su carrera, que ya tiene más de 10 años y parece haberse consolidado definitivamente con el impacto que produjo su tono confesional, del cual “Merichane”, el tema citado más arriba, es símbolo y estandarte.
María Zahara Gordillo Campos nació hace 37 años en Jaén, Úbeda. Es, además de cantante, productora y presentadora de televisión y escritora. Puta es, sin discusiones, su álbum más arriesgado y cuenta unas cuantas experiencias traumáticas que ha vivido con la evidente intención de exorcizarlas. Sus canciones están atravesadas por temas muy actuales: los reclamos y las reivindicaciones del feminismo, las neurosis y los recortes de derechos que provocó la crisis desatada por la pandemia del coronavirus y el cambio climático. Zahara es capaz de hablar en un lenguaje muy claro y directo y, al mismo tiempo, de incorporar una cita de Nietzsche en una canción pop.
Tiene sus propias musas, todas mujeres a las que les dedicó un tema del disco y cuyos nombres aparecen en mayúsculas: MERICHANE, TAYLOR, SANSA, RAMONA y DOLORES. Mujeres que la inspiraron y la inspiran, pero que también han sufrido como ella abusos, desprecio o maltrato psicológico. El dolor y la rabia son sentimientos que tiñen el repertorio, pero el sonido electrónico que también lo caracteriza invita a mover el cuerpo en una discoteca imaginaria, cuya contraseña para ingresar al VIP es la palabra tristeza. La producción fue responsabilidad de Martí Perarnau, que logró un resultado milagroso con apenas dos sintetizadores y una computadora, el instrumental que se usó para darles forma a todos los tracks de Puta.
En la mitad del disco aparece “berlin U5”, otro desahogo de Zahara que funciona como verdadera bisagra: “Llévame a bailar / Como si aún fuera real / Como si fuéramos ese animal / Como si el mundo no se fuera a acabar / Como si el universo no tuviera un plan / Aunque quiera llorar, tú solo llévame a bailar”, canta la española en esta canción parteaguas. “Quería un tema que limpiara, que sirviese de separador entre la primera parte del disco y la segunda”, explica. “Estaba escuchando todo el día a Caroline Polachek, a Tove Lo, a Lorde, a Robyn, a Dua Lipa, a todas estas artistas enormes, y ese punto de «estoy en la pista de baile y quiero llorar» es lo que sentía yo. Quería bailar y quería llorar porque se nos ha ido a la mierda todo. Es una canción de su era, una canción pandémica y, en general, apocalíptica”.
Para el cierre, Zahara entrega “DOLORES”, una copla preciosa y conmovedora dedicada a su abuela, que la muestra muy cómoda en una faceta diferente y reafirma su potencia como letrista: “Tú que tenías la voz de las mujeres perdidas / Y a la vez la voz de tu España querida”. En Puta hay verdad, compromiso, angustia, dulzura, amor... Un cataclismo de sensaciones difícil de encontrar en el pop contemporáneo.