Martina “Tupi” Saravia posa por primera vez junto con su padre, el folclorista Facundo Saravia. Y hablan de su entrañable relación, de pertenecer a una familia de artistas y de sus proyectos
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La zamba, la noche, los cerros de Salta, la infancia, los gauchos, su padre Juan Carlos Saravia, su madre María Susana Arias Uriburu, la chacarera, los amigos, el olvido, la sombra, el canto y su propio canto, Los Chalchaleros… Entre los varios temas que Facundo Saravia (63) convirtió en canciones a partir de 1995, cuando se lanzó como solista [lo hizo en simultáneo con su rol dentro del grupo folclórico que lideró su padre desde 1948 y al que Facundo se incorporó en 1980], hay uno muy especial y que se llama “Martina”. Lo escribió especialmente para su segunda hija [el primer hijo del cantante se llama también Facundo, tiene 34 años y trabaja en ESPN; los dos son fruto de su primer matrimonio con María Alemán]. “Ella es el amor de mis amores/ La mejor de mis canciones/ Ella es todo para mí”, dice la letra de la canción que, ahora, en este mismo momento, Facundo, hijo del legendario Juan Carlos Saravia y el último Chalchalero, se pone a cantar con ese canto inconfundible y haciendo sonar las cuerdas de la Alpujarra –una guitarra criolla– que tiene a su lado. Y Martina –que tiene 31 años [se llama así en honor a una tía de Facundo, que se ocupó de él y de sus hermanos cuando Juan Carlos Saravia se quedó viudo, en 1967] y muchos la conocen como “Tupi”, es creadora de contenido e influencer de viajes– se pone también a cantar su canción a la par de su padre.
–¿Se te pasó por la cabeza ser artista como tu papá, como tu abuelo…?
Martina: Estudié piano y guitarra; hice comedia musical, canto y baile; siempre por fuera del colegio. Cuando papá fue jurado en Operación triunfo, recuerdo que me convocaron para castings. Me divertía y lo disfrutaba, pero hacerlo con más seriedad hubiera implicado dejar un poco de lado el colegio y no tenía ganas.
Facundo: Hay algo en la familia, un ADN que muchos tenemos. Tengo gran cantidad de parientes de lado de mi padre con esa salteñidad, ese gen chalchalero [el chalchalero es un tipo de zorzal]. Yo no nací en Salta, pero me siento salteño. A muchos de mis primos les gusta la música, sin embargo, no todos han sido cantores. Me acuerdo de que en uno de los concerts del colegio de Martina, un colega cantor, que estaba a mi lado me dijo: “Che, qué lindo que canta Martina”. “Epa”, me dije. Pero ni su mamá ni yo forzamos nuestros dos hijos. Los dejamos que eligieran. Facundo, a quien le gusta tocar el bombo, llegó a formar un grupo con su prima. Martina siempre tomó la música y el canto como un hobby.
–Pero Los Chalchaleros empezaron un poco por hobby… y también Los Zorzales, el conjunto que, vos, Facundo, armaste en los 70 fue, en principio, un hobby.
Facundo: Sí. ¡Cuidado con los hobbies de los Saravia! [Se ríe]. Después de la muerte de mi madre [cuando ella murió, en un accidente automovilístico, Facundo tenía 8 años; él es el mayor de los varones: tiene cuatro hermanos y una hermana mayor], con mis hermanos armamos un grupo folclórico. Aunque priorizábamos ir a jugar al fútbol, a todos nos gustaba la música. Cuando empecé a cantar con Los Chalchaleros, en 1980 y por sugerencia de Ernesto Cabeza [uno de los integrantes], dejó de ser un hobby para convertirse en trabajo.
–La canción Martina dice: “Que no te lastime mi ausencia/ ni se vuelvan tristes tus ojos (…)”. ¿Sentís que, con las giras con Los Chalchaleros y las tuyas como solista te perdías estar con tus hijos, con ella?
Facundo: Cuando nacieron mis dos hijos, me dije: “Quiero estar con ellos”. Y comuniqué eso a mi papá y a los managers del grupo: no iba a perderme ningún momento importante, como el primer día de clases o los actos. Decidí priorizar lo que había que priorizar teniendo en cuenta mi experiencia: mi padre se perdió algunas cosas como, por ejemplo, estar en el nacimiento de alguno de mis hermanos; mi hermana tuvo que cambiar dos veces la fecha de su boda por las giras de Los Chalchaleros. “Esto no puede pasar”, pensaba yo a pesar de que tenía claro que eran otros tiempos, otros músicos y otras giras.
Martina: Quiero decir que ni mi hermano Facundo ni yo sufrimos la ausencia de papá. Él ha sido superpresente. Ir de gira era más sacrificio para él que para nosotros: nos extrañaba demasiado. Cuando yo nací, Los Chalchaleros seguían cantando. Viví también el comienzo de su carrera de solista. En los actos del colegio, se cantaban sus canciones; era una locura. Con mi hermano lo extrañábamos, pero admirábamos enormemente lo que él hacía. A mí, me encantaba lo que se generaba a su alrededor. Cada vez que, en la calle, la gente reconocía a papá, lo frenaban y se ponían a charlar con él: le contaban sus vivencias, le hablaban de los recitales en los que habían estado. ¡Eso pasa hasta el día de hoy a pesar de que papá ya dejó de cantar! [En 2018, Facundo anunció oficialmente su alejamiento el canto]. Y sucedía lo mismo con el abuelo Juan Carlos: él no tenía problemas de quedarse hablando y hablando en la calle, después de los shows: le mostraban fotos que se habían sacado alguna vez con él, le pedían tocar su guitarra. Me emociona ver el amor que le tienen a mi familia; me emociona ver la sonrisa que se le instala a la gente no bien recuerda al abuelo Juan Carlos. No hay mejor regalo que ser recordado así, con una sonrisa. Hoy, cuando la gente se entera de que yo soy la hija de Facundo y la nieta de Juan Carlos, se conmueve… y yo me lleno de orgullo.
–¿Cómo fue ser padre de una mujer?
Facundo: ¡Increíble! Cuando me enteré de que [con María, su ex mujer; desde hace años, está en pareja con con la abogada María José Vázquez] íbamos a tener una mujer, me emocioné. Me acuerdo de que estaba de gira en Tucumán y fui a un locutorio para llamar a María y preguntarle el resultado de la ecografía. Estaba ansioso. Cuando era chica, solía dormirla contándole cuentos o cantándole canciones… la música es compañía. Ahora la veo y me digo “Cómo pasó todo tan rápido”. Nadie nace sabiendo cómo ser padre; va aprendiendo sobre la marcha. Con mi hijo Facundo tenemos afinidad en muchísimas cosas, pero Martina… [piensa, la mira y se emociona]… ella tiene la magia y el encanto de conseguir todo lo que quiere de mí sin pedirlo. [Se ríe].
–¿Y cuál fue la reacción de Facundo cuando te contó que iba a ser influencer, un término que hoy todos conocen, pero que hace diez años nadie tenía idea?
Martina: Al principio, fue bravo. Junto con mi mamá, papá siempre nos inculcó que estudiáramos y yo empecé anunciándole que iba a dejar la carrera de Publicidad. Y después, me metí a hacer mil cosas: desde Filosofía, Producción de Moda, Asesoría de Imagen, Organización de Eventos.... Cuando le conté que quería vivir de las redes sociales, subiendo fotos, promocionando marcas y viajando por el mundo, no lograba entenderlo. Se ponía ansioso. El término “influencer” es relativamente nuevo y papá ni siquiera tenía Facebook. Todavía no tiene.
Facundo: ¡No me entraba en la cabeza! De repente, Martina, que había sido tímida como lo soy yo –porque soy bastante vergonzoso y un poco dejé de cantar por eso– me planteaba que quería irse de viaje a Medio Oriente con todo lo que está pasando en el mundo y, además, con muchísima gente. “¿Qué estás haciendo?”, le preguntaba yo.
Martina: Es que yo, antes, era muy miedosa: no me gustaba salir ni viajar. Y el gran empujón me lo dio él. De papá heredé el compromiso y el sentido de la responsabilidad, que siempre le admiré: le apasionaba cantar y ahora le apasiona su trabajo en SADAIC, donde trabaja custodiando los derechos de autor de todos los géneros musicales. Papá es atento, cercano, muy humilde y tiene el mismo don de gente que tenía mi abuelo: más que grandes artistas, son dos personas inmensas. Me enorgullece ver que ese amor que la gente le tiene a mi familia siga viviendo: “los Chalcha” trascendieron a través de generaciones. Mirando la carrera de papá como artista, yo me dije: “Si él logró hacer de su pasión un trabajo, yo también puedo hacerlo”. Sin que se diera cuenta, me dio confianza: me dejó volar. Con el ejemplo, me mostró la libertad. Para mí, él no es tan consciente de la gran libertad que tiene.
Facundo: La verdad, la admiro. Estoy orgulloso de todo lo que ella ha venido haciendo junto con Rodo, su marido. Juntos montaron una empresa, son independientes y me han contado que sólo Martu tiene en sus redes más de 300 mil seguidores. Antes, todos los que me paraban en la calle me decían: “Ah, Facundo, vos sos el hijo de Juan Carlos Saravia”; y ahora, muchos me preguntan: “¿Vos sos Facundo Saravia, el papá de Tupi?”. A pesar de que la veo poco, nos hablamos todos los días, y no dejo de remarcarle que nunca pierda el respeto y la humildad. Porque todo pasa en la vida: antes se vendían millones de discos y ahora no; hoy hay millones de influencers y, quizás, no las haya más. Luchar por el lugar de uno está muy bien, pero prefiero mil veces que se pierda un lugar antes que serrucharlo.
–Facundo, recién nombraste a Rodolfo, el marido y socio de Martina, [Rodolfo Aquiles Pirovano, 37, es filmmaker]. ¿Cómo es la relación con tu yerno? Ya llevan ocho años con Martina.
Facundo: Lo más bien con Rodo. Disfruto mucho de la felicidad que tienen… Eso no quiere decir que no me preocupe: con la empresa que armaron [se llama Epishi World y tiene tres pilares: cursos online de creación de contenido; una app de edición de fotos; y, por último, los viajes a buen precio a destinos exóticos], pueden estar fuera del país más de seis meses. Muchísimo. Todos los días, mientras camino, rezo por un mundo mejor, por políticas mejores y por mis hijos. Me hace bien rezar. Con Facundo nos vemos seguido, pero con Martu… ¡a veces, no me responde o lo hace ocho horas más tarde! [Se ríe].
Martina: Con Rodo, queremos llevar a papá a Turquía, Tanzania, Egipto o Tailandia. Por lo pronto, ya viajó a Tulum para nuestro segundo casamiento. Tuvimos el civil, en 2022, en Buenos Aires –antes de casarnos, le aclaré a Rodo que no me iba a cambiar el apellido porque, para mí, ser Saravia es un honor; es más, le propuse que se pusiera el mío–, y, después, organizamos una fiesta en Tulum, México, en 2023. En vez de vals, hubo chacarera. Y una en especial: “Si de cantar se trata”, que está en Transparencias, su primer disco como solista. De todos sus álbumes, ese es mi favorito: no sólo se nota su calidad de cantautor, sino que deja en claro lo fiel que es con las raíces, la historia y el folclore argentinos. Bailar con él esa chacarera fue glorioso.
Producción: Paola Reyes
Agradecimientos: Agus Guerreiro (maquillaje), Belén Tapia (estilismo) y Cardon
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