Con el arribo del Mimosa el 28 de julio de 1865 se dio la primera radicación exitosa en la provincia patagónica. A los recién llegados les permitió escapar de la opresión cultural de Inglaterra y escribir una nueva historia.
El arribo de los colonos galeses a la Patagonia se ubica al comienzo de la gran inmigración europea que recibió nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX. Como todas aquellas colonias de inmigrantes, puede caracterizarse por los enormes esfuerzos de adaptación a un territorio desconocido, las estrecheces de los primeros tiempos y el apego a la cultura nacional correspondiente. Pero el mayor interés de la colonia galesa se debe al hecho de ser el primer intento exitoso de afincarse en la Patagonia al sur del río Negro y, a la vez, la primera colonia instalada fuera del territorio de las 14 provincias que constituían la República Argentina.
Chile, en el estrecho de Magallanes desde 1843, y Gran Bretaña, en las Malvinas desde 1833, amenazaban las aspiraciones argentinas en el área. Loberos y balleneros franceses y norteamericanos operaban libremente en las costas patagónicas. La bandera argentina solo flameaba en el establecimiento que Luis Piedra Buena tenía –desde 1859– en la desembocadura del río Santa Cruz.
El primer encuentro entre galeses y tehuelches, recelosos, tuvo lugar en Rawson en abril de 1866; el diálogo fue por señas y con las pocas palabras que los colonos sabían de castellano. El pan, bara, fue el elemento que selló la confianza.
En la radicación de una colonia en la Patagonia convergían los intereses de dos partes. Por un lado, al “gobernar es poblar” –que era la consigna en la Argentina recién organizada–, se sumaba el interés geopolítico de Buenos Aires de sentar su dominio en el área. Por el otro lado, convenía también a un grupo de nacionalistas galeses que buscaban un territorio “vacío” donde escapar de la opresión cultural y económica imperante en Gales, y así empezar a escribir una nueva historia.
Aunque el principado estaba políticamente sometido a Inglaterra desde 1536, había podido mantener su identidad nacional hasta entrado el siglo XIX, pero la Revolución Industrial acentuó la presión inglesa sobre Gales a causa de sus ricos yacimientos de carbón. Ante la imposibilidad de oponerse al mayor imperio de su época, la alternativa era la emigración organizada, para crear un “refugio cultural” fuera del imperio y de la esfera del inglés.
Fue así como la Sociedad Colonizadora Galesa entró en contacto con el Gobierno de Buenos Aires y, a principios de 1863, dos delegados conversaron con el ministro del Interior, Guillermo Rawson, y visitaron rápidamente el golfo Nuevo y el valle del río Chubut.
El ambicioso plan de radicar miles de inmigrantes a cambio de ventajas en la propiedad de la tierra y el apoyo logístico que firmaron con el ministro no tuvo la aprobación del Senado, pero el ministro Rawson encontró un artilugio legal que le permitía otorgar tierras… en condiciones mucho menos ventajosas.
El primer grupo, 100 adultos y 60 chicos, navegó directamente desde Liverpool en el clipper Mimosa, un carguero adaptado para la ocasión. El 28 de julio de 1865 desembarcaron en el extremo suroeste del golfo Nuevo, en un fondeadero que pronto sería llamado Puerto Madryn.
Ese primer poblado, del que quedan vestigios, fue efímero, pues el grupo se trasladó enseguida al valle del río Chubut, previsto de antemano como sitio de la colonia agrícola. Los primeros viajes del puerto al valle fueron una odisea, tanto para los hombres, que hicieron a campo traviesa los 60 km desconocidos, como para las mujeres y los niños, cuya navegación costera –prevista en un día– duró dos semanas.
Las enormes dificultades iniciales se debieron a la aridez y al aislamiento. Tanto fue así que en 1867 los colonos decidieron abandonar la Patagonia y regresaron a Madryn a esperar un barco que los llevaría a otro lugar de la Argentina.
El Gobierno nacional se hizo presente a través del comandante militar de Carmen de Patagones, que dejó establecida la colonia y fundado el pueblo de Rawson el 15 de septiembre de 1865. Un agrimensor enviado por las autoridades nacionales hizo la primera mensura de chacras, de unas 42 hectáreas cada una, adjudicadas a los colonos mediante sorteo.
El primer encuentro entre galeses y tehuelches, recelosos, tuvo lugar en Rawson en abril de 1866; el diálogo fue por señas y por las pocas palabras que los colonos sabían de castellano. El pan, bara, fue el elemento que selló la confianza.
Empezó así una relación de respeto, intercambio y aceptación que permitió que los galeses sobrevivieran a las penurias de los primeros años; era el encuentro de dos culturas muy distintas, que por un par de décadas fueron las únicas de la Patagonia central.
Las enormes dificultades iniciales se debieron principalmente a la aridez y al aislamiento. Tanto fue así que en 1867 los colonos decidieron abandonar la Patagonia y regresaron a Madryn a esperar un barco que los llevaría a otro lugar de la Argentina. Algunas familias se fueron, pero la mayoría permaneció alentada por las promesas de ayuda del Gobierno argentino si intentaban un año más. Durante ese período, los colonos descubrieron la factibilidad de regar por inundación abriendo canales desde el río a zonas que, hasta entonces, habían considerado estériles. Esto dio vuelta la página de los fracasos, pero de todas maneras fueron años de durísimo aprendizaje para los galeses. Durante la presidencia de Sarmiento quedaron prácticamente librados a su suerte y en un aislamiento feroz. Entre junio de 1869 y abril de 1871, la colonia no tuvo comunicación con Patagones o Buenos Aires.
Las cosas empezaron a mejorar en 1874, con nuevos colonos de Gales y de Estados Unidos que traían de capital maquinarias y energía fresca. La expansión de las sementeras río arriba dio origen al pueblo de Gaiman, el segundo en el valle.
En 1875 se instalaron las primeras autoridades nacionales y terminaron 10 años de completa autarquía. Se inició entonces un período de cohabitación de autoridades argentinas y galesas que duró 10 años, hasta la creación del Territorio Nacional del Chubut en 1884.
Desde mediados de los años 70, el trigo del Chubut alcanzó el mercado de Buenos Aires y la colonia empezó a comerciar internacionalmente, en especial con Gran Bretaña. En 1886, para facilitar la exportación, se construyó ferrocarril entre el valle y Puerto Madryn. Allí llegaron unos 400 trabajadores galeses que tendieron la vía desde ese sitio hasta un punto sin nombre, a mitad de camino entre Rawson y Gaiman, que pronto se conocería como Trelew.
Este período de expansión acelerada hizo que el valle inferior del Chubut resultara estrecho y fuera necesario buscar nuevos territorios. En 1885, el primer gobernador del flamante territorio nacional, el comandante Luis Fontana, aceptó la propuesta de los galeses de explorar el oeste, de cuyas bondades sabían por los indígenas. La expedición de “los rifleros del Chubut” llevó a los galeses hasta el pie de los Andes, a 600 km al oeste de Rawson, donde formarían –a partir de 1888– una nueva colonia: Cwm Hyfryd (“Valle encantador”). Efectivamente se trataba de un área mucho más acogedora que el austero valle del Chubut y muy semejante a las montañas del norte de Gales. Allí surgirían los pueblos de Esquel y Trevelin.
En 1875 se instalaron las primeras autoridades nacionales y terminaron 10 años de completa autarquía. Hasta la creación del Territorio Nacional del Chubut, en 1884, cohabitaron funcionarios argentinos y líderes galeses.
Otras exploraciones desembocaron en la ocupación, en 1897, de la llanura de Sarmiento sobre los lagos Musters y Colhue Huapi, a 400 km al suroeste de Rawson. La necesidad de comunicación de esta zona llevaría a la instalación de un fondeadero en la costa del golfo San Jorge, del que surgiría el pueblo de Comodoro Rivadavia en 1901. Podría decirse que, desde su primer establecimiento en el valle inferior del Chubut, los galeses desencadenaron la colonización de toda la Patagonia central.
Los gobernadores que sucedieron a Fontana no siempre tuvieron el tino de reconocer la preexistencia de una comunidad forjada en el aislamiento y la autarquía y en convivencia pacífica con los nativos. Al profundo malestar que había causado entre los galeses la llegada de la Campaña al Desierto al Chubut en 1884, se le sumaría la crisis que estallaría abiertamente en 1898 por la convocatoria a ejercicios de práctica militar a los jóvenes galeses los días domingos. El problema de conciencia no lo planteaba el servicio militar, sino el hecho de quebrar el precepto religioso del descanso dominical. El enfrentamiento fue ríspido y alcanzó a las autoridades nacionales y a la Embajada británica. La oportuna visita del presidente Roca, a principios de 1899, descomprimió la situación y tranquilizó los ánimos.
En el invierno de 1899 hubo graves inundaciones en los valles de los ríos Negro y Chubut. En este último, el desastre destruyó gran parte de la ciudad de Rawson, que desde entonces quedó a la zaga con relación a Trelew. La mitad de la veintena de capillas levantadas por los galeses fue destruida; esto agregó un gran motivo de desaliento en la comunidad, que centraba su vida social allí.
Las inundaciones se repitieron en 1901, por lo que se quebró la ilusión de un progreso ilimitado. Así, en 1902, unos 240 galeses –respondiendo a la propaganda oficial británica– volvieron al redil del imperio y se fueron a Saskatchewan, en Canadá, lo que marcó el mayor desprendimiento que tuvo la colonia del Chubut. Ese mismo año, otro importante grupo de colonos se instaló en la isla de Choele Choel, en Río Negro, aprovechando la experiencia en irrigación que habían adquirido en Chubut.
El último grupo de inmigrantes llegó en 1911; el estallido de la Primera Guerra Mundial dificultaría seriamente las comunicaciones y los vínculos de los galeses con su madre patria se aflojarían rápidamente, coincidiendo además con la desaparición física de la generación que había fundado la colonia. De allí en más prevaleció el arribo de inmigrantes de otras procedencias y los galeses perdieron la confortable mayoría de la que gozaban hasta ese momento.
Generalmente se acepta que unos 3.000 galeses se instalaron en la Patagonia entre 1865 y 1911. Aunque es una cantidad pequeña, representaba una proporción muy considerable en una región tan escasamente poblada.
Generalmente se acepta que unos 3.000 galeses se instalaron en la Patagonia entre 1865 y 1911. Aunque es una cantidad pequeña, representaba una proporción muy considerable en una región tan escasamente poblada. Todavía se nota la presencia galesa en el valle del Chubut y en la cordillera. El idioma galés todavía se habla y se enseña, y eventos culturales típicamente galeses, como el festival musical y literario Eisteddfod, se celebran regularmente. Los vínculos entre Gales y los galeses patagónicos están más fuertes que nunca antes, gracias a las facilidades de esta época. En fin, puede decirse que el sueño de los fundadores de “un refugio culturalˮ se cumplió ampliamente durante dos o tres generaciones, y que aún hoy las hebras galesas son claramente visibles en el entramado de la sociedad patagónica del siglo XXI.
Fernando Coronato es Lic. en Geografía. Interesado en la colonización galesa, aprendió el idioma y tradujo varias cartas y crónicas de comienzos de siglo. Propició la creación del Museo del Desembarco.