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After life: cómo superar un duelo amoroso

La serie creada y protagonizada por Ricky Gervais plantea cómo cambia su vida después de la muerte de su esposa; especialistas reflexionan sobre el proceso de duelar a un ser querido


En la serie After life, el protagonista Tony (Ricky Gervais) atraviesa un duelo amoroso tras la muerte de su esposa.

En la serie After life, el protagonista Tony (Ricky Gervais) atraviesa un duelo amoroso tras la muerte de su esposa.



Uno de los primeros minutos de la serie After life hace un paneo por el pueblo de ficción donde transcurre la historia. “Changes”, puede leerse en un cartel. Entonces sí, se ve al protagonista Tony (Ricky Gervais), cuya vida cambia después de la muerte de su esposa. Podría decirse que, en un duelo, son los cambios los que duelen.
El licenciado en Psicología (UBA) Alejandro Viedma sostiene que, en un duelo, lo que más sufrimiento provoca es la pérdida del lugar privilegiado que uno tenía, que ocupaba en el otro. “Algo ya no es ni será, nunca más como lo fue. Como el duelo es una respuesta emocional ante lo irreversible, se modifica el humor, el ánimo de la persona que está duelando y, a veces, su vida misma”, expresa. “En ocasiones es tan fuerte lo que siente una persona que perdió a alguien importante que se desorganiza, se desestructura todo lo que forma parte de sus días hasta influir negativamente en la salud psíquica y/o física”.
El duelo amoroso –coincide el psicólogo Federico Gómez- tiene esa complejidad: no solo hay que atravesar el dolor de la ausencia de la persona amada, sino principalmente se trata de la pérdida del lugar que teníamos en el mundo del otro, ese lugar único, insustituible. “La mirada del sujeto amado nos constituye, nos refleja, nos otorga un lugar de privilegio”, reflexiona. Y cita el seminario de La Angustia de Lacan: ‘No estamos en duelo, sino por alguien de quien fuimos su falta’. Ese otro que supo sostener nuestro deseo y a la vez nos ubicó en motor del suyo”.
Eso hace aún más comprensible el impacto que provoca la pérdida de ese lugar que nos constituía como un ser imprescindible en el mundo del ser amado. ¿Cómo seguir sin ese reflejo en el cual podía observarme, cómo continuar si aquello que era para el otro ya no está presente?
“Cierta parte del duelo será aceptar que, además de duelar a la persona amada, deberemos duelar la parte de nosotros mismos que se perdió junto al objeto amado”, apunta Gómez.
En After life a Tony se lo ve dolido y enojado, deprimido, con una pulsión de muerte muy fuerte que lo hace recurrir al alcohol y otras drogas como un modo de encontrar sosiego en medio de una vida que carece de sentido. Aunque siente una tristeza profunda, está presente el mandato sociocultural de ‘hay que seguir’, ‘se debe continuar’, ‘salir adelante’. Acude a una fallida terapia, descarga su ira y su sarcasmo contra los demás, hasta que en el cementerio conoce a una señora mayor que también visita a su marido muerto. “Lo que perdiste es lo mismo que puede detener ese dolor”, le dice ella, con sabiduría, en un momento. Parece ayudarlo a ir saliendo de su estado de melancolía.
En él, ese momento para hablar ya se observa como un avance. Como dice la escritora Edith Eger en su libro autobiográfico La bailarina de Auschwitz: “Expresión es lo contrario de depresión. Reprimir los sentimientos solo hace que sea más difícil liberarse de ellos”.

¿Cómo se puede superar un duelo amoroso?

Viedma, psicólogo y escritor, manifiesta que “duelar conecta con la soledad, porque el duelo es de cada uno: un proceso singular, que no es transferible y debe atravesarse con o sin ayuda, pero tiene que hacerlo uno”. Y se explaya: “Uno con su sentir, con sus recuerdos, con su pena, con sus tiempos. Y justamente porque es tan particular no es cuestionable. No debe juzgarse ni cuánto sufre alguien, ni el tiempo que le lleva estar triste y reponerse. Sólo hay que respetar la subjetividad de cada quien”.
Y aclara que lo que no hay que hacer es negar el dolor, “porque todo lo que se esconde debajo de la alfombra o adentro de un placard termina rebasando”. Entonces, habla de personas que se desbordan, explotan de diversas maneras: algunas asumen prácticas que contienen pulsión de muerte; otras, somatizaciones inesperadas, como, por ejemplo, ataques de pánico.
“Cada quien tendrá que buscar y hallar qué precisa, qué le sirve, qué lo ayuda a transcurrir esa etapa de duelo, cómo redireccionar esa parte de su libido que quedó libre, dónde, con qué o en quién o quiénes la depositará”, dice. Y pide darle asilo a la tristeza, permitirse transitar por sus emociones.
En el duelo amoroso no solo hay que atravesar el dolor de la ausencia de la persona amada, sino también la pérdida del lugar que teníamos en el mundo del otro, ese lugar único, insustituible.

En el duelo amoroso no solo hay que atravesar el dolor de la ausencia de la persona amada, sino también la pérdida del lugar que teníamos en el mundo del otro, ese lugar único, insustituible.  - Créditos: Netflix

Su colega coincide en la importancia de identificar, reconocer y aceptar los sentimientos que se experimentan cuando se atraviesa un proceso de duelo. “Empezar a entender que no solo somos lo que tenemos, sino que también estamos constituidos por nuestras pérdidas”, dice Gómez. Recomienda consultar con un profesional para aprender a hacer frente a las reacciones que nos provoca esa pérdida.
“La construcción de sistemas sociales de apoyo es imprescindible, así como ocuparse de uno mismo habilitándose a retomar poco a poco actividades placenteras y recreativas”, propone.
Viedma apunta que, por lo que escucha en su consulta, el proceso del duelo es más difícil cuando quedaron materias pendientes con la persona que ya no está. “Cuando hay cuestiones no dichas, acciones no ejecutadas hace sentir culpa”, dice. Y también se refiere a duelos problemáticos cuando la situación de muerte se vive como injusta, porque “se convive con el estrés y la sensación de impotencia, vacío o fracaso”. El desaconseja “exagerar el autocastigo” o permanecer regodeándose en sus supuestas fallas o equivocaciones frente a la persona que no está.
Hay ocasiones, en las que el duelo puede convertirse en patológico. Coinciden los terapeutas en que esto pasa cuando la pérdida no puede ser nombrada, cuando es negada, cuando se desmiente. En realidad, hay momentos en los que esto ocurre (hay ciertas etapas en el duelo), pero se advierte patológico cuando esta situación permanece en el tiempo, persiste en intensidad o incluso empeora.

¿Cuáles son las etapas del duelo?

Según el modelo de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, son cinco las etapas del duelo. Según explica Gómez, estas etapas no necesariamente siguen un orden prescriptivo y hasta puede haber casos en los cuales alguna de ellas reaparezca después de un tiempo.
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    Negación. La negación de la pérdida es una etapa que se transita con mucha frecuencia. Se da cuando se produce la ruptura con algún vínculo, situación o afecto de modo tal que se tiene la sensación de que el equilibrio percibido hasta ese entonces deja de existir. Se explica básicamente como el rechazo de la realidad. Es un período complejo ya que la persona aún no se encuentra preparada para tramitar todo ese dolor que la pérdida le genera y, por eso, debe negar cierta información con relación a la ausencia hasta que paulatinamente pueda ir procesándola. Se puede expresar de múltiples maneras. La importancia de esta fase radica en la vivencia subjetiva de angustia, embotamiento emocional, confusión e imposibilidad para concentrarse.
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    Ira. A medida que la persona comprende la realidad de la pérdida se inicia una etapa en la cual los sentimientos de frustración comienzan a intensificarse a tal punto de sentir ira, bronca, impotencia y enojo con respecto a la propia capacidad de modificar las consecuencias de la pérdida. Durante la etapa de ira la persona busca atribuir la culpa de la pérdida a algún factor, como puede ser otra persona o incluso uno mismo. El dolor que se percibe por momentos es tan inmanejable que la persona puede leer la situación de pérdida como una injusticia e incluso puede llegar a cuestionarse muchos de los sentidos que hasta el momento eran vivenciados como certezas que posibilitaban seguir adelante en el vivir cotidiano.
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    Negociación. El deseo o la ilusión de volver el tiempo atrás es lo que caracteriza a esta etapa. Las ideas y pensamientos rondarán en torno a lo que se podría haber hecho para no llegar a la situación de pérdida y así evitar tanto sufrimiento y dolor. En la fase de negociación la persona guarda la ilusión de que nada cambie, que todo siga igual. Si bien la persona comienza a simbolizar la pérdida, aun así intenta sostener escenarios posibles que le permitan retrasar la “presencia” de aquella ausencia que aun la desestabiliza emocionalmente.
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    Depresión. La cuarta etapa es la de depresión. Es así como la persona empieza a asumir y aceptar de forma sostenida en el tiempo la realidad de la pérdida, ya que percibe que no puede hacer nada para modificar esa situación. Esta aceptación genera sentimientos de tristeza y de desesperanza junto con otros síntomas típicos de los estados depresivos, como necesidad de aislarse socialmente, sensación de ausencia de motivación o pérdida de interés por el mundo.
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    Aceptación. Después de las fases de negación, ira, negociación y depresión llega la aceptación de la pérdida. En esta etapa la persona comienza a admitir que no vale la pena seguir intentando recuperar lo perdido. La pérdida se torna inevitable: lo perdido se fue y no regresará.
After life, después de la vida (de su mujer) Tony sigue su propia vida, con grandes cambios. Como le dice alguien en la serie: “La felicidad es tan maravillosa que no importa si es para vos o no”.

Amores

Cuatro notas para entrar en el mundo de las relaciones.

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