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 • HISTORICO

Agustín Aristarán: “Nunca hay que abrazarse al éxito”

Desde el humor hasta la música, la caja de talentos de Rada es gigante. Charlamos con el multifacético artista sobre su recorrido, qué lo apasiona y su nuevo rol como conductor.


Agustín Aristarán. Foto: Anibal Vecchio

Agustín Aristarán. Foto: Anibal Vecchio - Créditos: Anibal Vecchio



Quienes crecimos en alguna ciudad del interior, de alguna manera, sabemos siempre que nos vamos a mudar ¿Cómo fue llegar a Buenos Aires con solo 19 años?

Como decís, yo siempre supe que me iba a ir de Bahía Blanca. Era algo que tuve claro desde el primer momento en que empecé a trabajar de esto. No porque Bahía no me guste. Amo mi ciudad. Es mi tierra, cada esquina tiene un recuerdo y cada lugar tiene algo muy importante para mí. Pero mi hija nació acá, la familia que formé está acá, mi vida profesional está acá, mis amigos están acá. Pero también, y sin ponerme melancólico, creo que sigo siendo ese pibe de Bahía que salía a pelearla para cumplir sus sueños. Cada cosa que empiezo, soy ese Agustín yendo en la bici playera a un lugar a pegar panfletos de “Che, vengan a mirarme”. Y venían cinco. Ahora es lo mismo, solo que viene más gente.
Soy ese Agustín yendo en la bici playera a un lugar a pegar panfletos de “Che, vengan a mirarme”. Y venían cinco. Ahora es lo mismo, solo que viene más gente.

Arrancaste muy chico, ¿Cómo lo tomaron tus viejos?

Zarpado. Fue: “¿Esta es la tuya, chabón? Dale. Nosotros te acompañamos”. Pensá que yo atravesé parte de mi vida profesional durante mi adolescencia y, como todo adolescente, fui un bardo. Muy responsable con mi trabajo, pero después, en la vida..., un bardo. Ahí también entraron ellos para decirme: “Todo bien con que vas a hacer cinco fiestas en un fin de semana, pero en la prueba de Matemáticas te tiene que ir bien”. En eso fueron muy claros y los límites estaban bien puestos. Tengo dos papás que son seguidores, pero no fans, y eso fue increíble. Pensá que yo en Bahía era conocido, famoso, si se quiere, y ahí estuvieron ellos para bajarme a tierra.

Algo así como contener y potenciar, ¿no?

Contener desde la libertad. Fue un “¿Querés dedicarte a esto? Buenísimo. Formate. Estudiá. Esforzate. Dale con todo, porque si no, no se consigue”.

Todavía es fácil encontrar esta cosa de “Rada, el mago”. ¿Sentís que te sigue representando?

No. El mago pasó hace mucho rato. Ya no soy mago, no me sigo formando ni ensayo como uno. Pero, al mismo tiempo, sigo siendo mago, ¿no? Fueron 20 años de mago profesional, que viví de la magia y que recorrí muchas ciudades del mundo gracias a ese hermoso trabajo. Pero si hace siete años me decías mago, yo me daba vuelta. Ahora ya no pasaría.
Agustín Aristarán. Foto: Anibal Vecchio

Agustín Aristarán. Foto: Anibal Vecchio - Créditos: Anibal Vecchio

¿Y con qué sí te das vuelta?

Con Agustín. Con “el papá de Bianca”. Con “el novio de Fernanda”. Con carpintero. Con Radahouse. Con la banda. Con la música. Eso es lo que siento que me define hoy.

En tu carrera, cuando pensás en el impacto que tuvieron las redes sociales, ¿Qué es lo que te viene a la cabeza?

Lo primero en lo que pienso es que yo vi nacer Instagram. Fui uno de los primeros en estar en esa plataforma y eso me flashea mucho. Siempre lo digo, y fue gracias a Federico Cyrulnik –amigo, colega y alguien a quien admiro mucho–, quien me insistió y me dijo: “Loco, metete en Instagram, ese es el lugar para vos, ¡dale, dale, dale!”. Como todos, en ese momento solo tenía una cuenta como usuario normal y mi vida giraba en torno a hacer shows de mago.
Así que hoy creo que está claro que las redes sociales son plataformas ultrapoderosas que cambiaron el algoritmo de la vida de las personas. Cambiaron la historia de todo: la comercialización de las marcas, la manera de hacer publicidad, la forma de pensar los contenidos. Democratizaron a la gente que quiere decir o hacer algo. Lograron que una generación entera vuelva a ver comedia a los teatros o que un montón de personas puedan grabar su disco y se hagan ultramegaarchifamosas. Acá no estoy diciendo lo malo de las redes sociales porque eso lo sabemos todos y me gusta ponderar lo bueno. Tiene una cosa muy nociva, pero también me parece una revolución muy zarpada.

¿Qué es lo que hoy encontrás en las redes sociales y cuál pensás que es tu aporte personal?

Personalmente, no sé si aporto o no aporto. Si tengo que pensarlo, creo que es que ven a un chabón haciendo cosas. Me gusta hacer cosas, no quedarme siempre en el mismo lugar, cambiar y volantear. Dejar la magia, que era algo en lo que me iba muy bien, para dedicarme a la comedia. Yéndome muy bien como comediante, dedicarme a la música de manera más fuerte y profesionalmente. Quizá sea algo egoísta lo mío, pero hago las cosas porque me divierte hacerlas y tengo la suerte de que un montón de gente me mira.
Si tengo que pensarlo, creo que es que ven a un chabón haciendo cosas

En ese hacer algo porque te divierte, la idea de “viralización” tiene lugar y es algo que ha sucedido mucho con tus contenidos. ¿Cómo se siente ese torbellino?

El viral es como una ovación. “¡Bravo!, ¡bravo!, ¡bravo!” y se acabó. Si me quedo solo ahí, en el viral, creo que la arruino con la misma velocidad con la que subí. Es un fenómeno inmanejable que no se puede controlar ni programar. El estado, cuando pasa, es hermoso. Pero si me hubiese quedado con el “hay churros, hay churros”, que hicimos con mi novia, o si me hubiese quedado con el relato de la chocolatada, la arruinaba automáticamente. Así que es eso, es un gol en un momento muy importante de un partido de fútbol. Y te hice una analogía de fútbol, deporte del cual no sé nada.

Podríamos decir, entonces, que una buena lección para quienes hacen contenido es “no te abraces al viral”, ¿no?

Sí. Para mí nunca hay que abrazarse al éxito. Porque el éxito es un cuento chino. Esto de “¡ay!, sos exitoso” es un cuento. Así que sí, es eso: no te abraces al viral, no te abraces al aplauso. El aplauso es droga. La sensación es hermosa, pero dura lo mismo que un abucheo o un hater.

Tu hija está bastante presente en tus redes y cuando te pregunté con qué te dabas vuelta, me dijiste: “Con el papá de Bianca”. ¿Cómo te transformó la experiencia de ser papá?

Ser padre me caga a palos todos los días, de la mejor manera posible. Bianca me enseña mucho, desde que es muy chiquitita. Cuando nació, siento que me enseñaba sin saberlo, y hoy, a sus 15 años, me enseña a entender, a deconstruirme, a ser una mejor persona, un mejor hombre. Ella me potencia y me permite ser más todo. Siempre digo que mi sueño, desde pendejo, era ser Batman, y Bianca –sin duda– me hace sentir Batman. Es un flash. La profundidad con que ella vive la vida y toda la data que me pasa... Me modifica constantemente, todo el tiempo, todos los días.
Agustín Aristarán. Foto: Anibal Vecchio

Agustín Aristarán. Foto: Anibal Vecchio - Créditos: Anibal Vecchio

Hablando de experiencias que nos modifican, la pandemia es una de esas y vos la transformaste en una oportunidad. ¿Qué descubriste en este período?

Es fundamental no olvidarse de que realmente hubo personas que la pasaron muy mal y que perdieron a mucha gente. Eso lo sé, me solidarizo y las abrazo, tanto a ellas como a quienes no están más. Dicho esto, pienso que como sociedad fue un “quedate quieto, estate quieto, miren que la estamos pudriendo jodido”. No pienso que vamos a salir mejores de esto, pero sí creo que nos pasó eso. Una cachetada de “che..., ¿van a entender o no que está todo mal; que, si no empezamos a cambiar, adentro e individualmente cada uno, no hay manera de cambiar todo?”. Igual, siento que no lo entendimos del todo porque ya volvimos a hacer las mismas mierdas que hacíamos antes de quedarnos quietos.
En lo particular, también me funcionó como un “pará, pará, quedate quieto, chabón”. No me pude quedar quieto dentro de mi casa, pero, por lo menos, estaba corriendo acá adentro. Me hizo disfrutar mucho de mi casa. Me hizo tener que estar sin subirme arriba del auto o un avión para irme de gira. También me sirvió mucho para estar conmigo y solo conmigo. Después hubo momentos en que estuve mucho tiempo con mi hija, mucho tiempo con mi novia, todo el tiempo con un amigo que estuvo viviendo con nosotros. Estábamos los cuatro y era como una fiesta de egresados. Era: “Che, ¿qué hora es?”, “las cuatro de la mañana”, “¡boludo, no almorzamos!”. Entonces nos empezamos a asustar porque estaba todo mal y después empezamos a hacer cosas. Salió la tercera temporada de Radahouse, salieron temas nuevos de la banda, empecé a escribir cosas, arranqué mi programa de YouTube de carpintería, empecé a transmitir por Twitch. Hasta grabé Serendipia en pandemia, con el teatro vacío. Fue muy loco.

En Radahouse, te encontrás en el rol de entrevistador. ¿Cómo se siente estar en esa silla?

Siempre aclaro que no soy entrevistador, porque para eso hay que estudiar como hiciste vos y como lo hacen un montón de periodistas. A mí me gusta mucho charlar. Amo charlar y preguntar. Soy muy curioso, tanto que cuando era chico decía que quería trabajar de algo que fuera consultarles a las personas sobre qué hacen de su vida. Me llama mucho la atención cómo es la vida de los otros. Radahouse tiene eso, es un programa en el que invito a alguien que admiro a mi casa, en donde está mi banda de música, en donde hay amigos. Brisco, que representa a mis amigos, está cocinando. Todo es un poco un bardo de gente y... conversamos. No preparo ninguna de las charlas. Primero, porque no sé cómo preparar una entrevista, y segundo, porque también considero que las mejores charlas son las que no tienen preparación. Las mejores conversaciones que tuve con amigos o con mi hija o con mi pareja o con mis viejos fueron en la sobremesa, donde nadie está pensando qué voy a preguntar. Estás charlando. Un poco me la juego a que sea una charla de mierda, pero eso nunca pasó porque quienes vienen son siempre buena onda.

Está buena esa filosofía, como que el concepto de “adrenalina” atraviesa un poco todo lo que hacés...

Necesito que haya adrenalina y un poco de cagazo. Si pasa eso, siento que está bueno lo que va a pasar.

Mago, comediante, “no” entrevistador y músico, ¿sí te podemos definir como músico?

Sí. Tengo cuatro discos publicados con mi banda, así que diría que sí. Hace poco, si me preguntabas, yo te decía: “No, porque los músicos, en realidad...”. Pero mi hija, gran maestra de mi vida, me dijo: “¿Te podés dejar de joder con que no sos músico? Si hiciste cuatro discos, escribiste bocha de canciones. Todo bien, por ahí no sabés dónde está un sol siete de una o cómo se combina una nota para que suene bien con otra. Pero basta. Cantás, tenés discos, sos músico”.

Lección aprendida.

Tal cual. Lección aprendida. Además, justo me agarrás escribiendo el quinto disco de la banda. Despidiendo Serendipia, que es un espectáculo que tiene mucha música, para darle paso a Agustín, Rada, músico.

Pensando en todo lo que hacés, me cuesta imaginar a un Agustín relajado. ¿Existe esa versión de vos?

Recontra existe, sí. Momentos de no estar laburando. Las cenas con mi hija, con mi novia, con mi familia, con mis amigos. O mirando películas, tirados en el sillón hermoso que tenemos en el living. Ahora también entreno, me reencontré con eso. Hago yoga. Hago carpintería, sin cámara, que me relaja mucho y me concentra. Pero sí, cultivo mucho la reunión con amigos y de estar con gente que quiero mucho. Estoy en un momento, además, de encontrar mucha tranquilidad porque también conseguí armar un equipo de laburo muy copado con el que solo me ocupo de lo que me tengo que ocupar.

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