Reflexiones para abrir el debate este 17 de mayo, el día en que la OMS despatologizó la orientación sexual
El 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la “orientación sexual por sí misma no debe ser vista como un trastorno”. En la Argentina, desde 2004 se celebra en esta fecha el Día Internacional contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género para visibilizar y concientizar acerca de las situaciones de violencia que sufren las personas LGBTIQ+.
Para conmemorar este día, convocamos a Alejandro Viedma, licenciado en Psicología (UBA), especializado en Diversidad Sexual, autor de Amores di Versos (Milena Caserola), que se presentó este año en la Feria del Libro. El escritor reflexiona, desde una mirada personal, sobre este momento bisagra en que nos encontramos en materia de diversidad sexual. Hubo avances que promueven la visibilidad de personas LBGTIQ+, tenemos en vigencia la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género, pero aún se viven situaciones de discriminación a personas gays, lesbianas y trans.
Viedma se centra en la cuestión de las etiquetas, algo tan del día a día en las redes sociales. ¿Es necesario etiquetarse hoy?, se pregunta. ¿Por qué creo que sí?, dice y enumera: “Considero que aún hoy etiquetarse como una persona LGBTIQ+ contribuye a la visibilización de las orientaciones e identidades no hegemónicas y, dicha visibilidad, posibilita que las personas no heterosexuales y no-cis se identifiquen con algunas de esas letras de la sigla que abarca al colectivo de las diversidades y disidencias. Hablar de sexualidades discriminadas aún en 2022 sigue siendo un acto político: en lo cotidiano hay que continuar luchando para lograr la igualdad real en cada trabajo, en cada familia, en cada establecimiento escolar”.
Sin embargo, también ofrece las razones de: ¿por qué no? “También comprendo a quienes creen que no es necesario hablar de su vida afectivo-sexual en todos los ámbitos por donde transiten. Otros opinan que ponerse una etiqueta es encasillarse, vivir en un gueto, autolimitarse. También entiendo. Aunque pienso que una cosa es la vida real y, otra, sería lo ideal, o el espacio donde todes entramos y nos mostramos felices, sin violencias, como por ejemplo en Instagram”.
El psicólogo considera que si existe este día como conmemoración es para no olvidar que el odio sigue presente, vigente y que muchas personas fueron y son víctimas de violencias en su día a día sólo por no ser heterosexuales o cisgéneros (acorde con el sexo asignado al nacer).
Hoy existen –señala Viedma– incluso episodios sutiles, menos graves, aunque no libres de maldad hacia la comunidad LGBTIQ+. Por ejemplo, el “outing”, que tiene que ver con sacar del placard a alguien, es decir, hablar de la orientación sexual o identidad de género de otra persona que aún no la ha expresado públicamente. Las consecuencias de esta práctica para quien lo padece podrían ser varias: en primer lugar, sentirse mal porque no hubo consenso para que alguien comparta esa información que considera de su “vida privada” o que todavía no está preparado para sacar de su clóset. “Suelo escuchar, en la clínica psicoanalítica, que es más doloroso cuando el outing lo lleva a cabo alguien cercano a la persona “enclosetada”, se lo vive como una traición y, por ende, se lo considera un suceso violento también”, dice el psicólogo.
Y habla de dos rangos etarios que considera más vulnerables: los adolescentes y los adultos mayores. “Exponerlos en momentos complicados de su vida puede implicar costos grandes. Además, en tiempos de redes sociales, se producen muchos outings desde el anonimato, por ejemplo, con personas famosas o públicas. Lamentablemente y en la mayoría de los casos, allí hay una intención de hacer daño”, alerta. Quizá en un futuro no sólo no se termine con las etiquetas, sino que se sumen muchas otras más. Aunque lo ideal sería que los rótulos de las diversidades y disidencias ya no estén cargados de una mirada negativa.
“Lo que denota una sigla como la LGBTIQ+ es la fuerza colectiva, donde hay un sentido de pertenencia, en cuyo espacio fluye la comunicación para sentirse parte y no un bicho raro, un “rare”, solo y único en el mundo”, dice el co-autor de #LESRARES (Milena Caserola). “Al menos “ser parte de” tanto en mi vida personal como profesional a mí me ayudó, me empoderó. Hoy no puedo ni quiero disociar mi rol de profesional de la salud mental de mi rol de activista, esos y muchos aspectos más hacen a mi ser, vienen de mi esencia”.
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