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Todo lo que tenés que saber sobre el criptoarte, la última tendencia de los bienes intangibles

La revolución tecnológica y de las criptomonedas ahora también desembarcaron en el mercado del arte.


Foto: Anna Zhilyaeva

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Una oleada de artistas digitales nuevos –y no tanto– y sus ventas millonarias de obras que para cualquier mortal podrían pasar por simples archivos .jpg tomaron por asalto el mundo del arte y su mercado hace unos meses. De repente, todos hablan de NFT (non-fungible tokens), criptoarte y artistas como Beeple, que vendió una de sus obras en Christie’s por 69 millones de dólares. Incluso el mismísimo Quentin Tarantino está pensando en vender escenas inéditas de Pulp Fiction como NFT. O sea que no se trata solo de organizaciones tradicionales que le están prestando atención a este fenómeno, sino también de influencers y famosos invirtiendo en criptoarte, desde Paris Hilton hasta la bolsa de Nueva York, que acaba de sacar sus propios NFT. Ahora bien, ¿qué son los NFT y por qué vienen a revolucionar el mundillo artístico?
La cantante Grimes, también conocida por su arte gráfico y digital, vendió una colección de sus obras por más de US$ 6 millones a principios de 2021

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¿Qué es un NFT?

Para empezar, repasemos qué son los NFT. Para explicarlo simple: si antes les dábamos valor a bienes tangibles (por ejemplo, oro, sellos y obras de arte), ahora lo hacemos con bienes intangibles. Dos de sus principales características son que estos activos son verificables e indestructibles, lo que hace que se pueda autenticar obras y dar testimonio de que algo es legítimo u original, un valor fundamental en el mercado del arte. Asimismo, poseen un historial rastreable de quién ha comprado o vendido un NFT y quién es su actual propietario, incluyendo el creador original a quien se compró ese activo digital. La mayoría de estos NFT se compran y venden mediante criptomonedas, ya que se basan en los estándares de la red Ethereum y de su cadena de bloques (blockchain), que es una especie de monedero de criptodivisas. Esto permite su comercialización en plataformas como MetaMask o MyEtherWallet, dos de las más usadas.
Así y todo, el arte digital, que ya tiene su recorrido (en el mundo académico, hace tiempo que se habla de la era posmedia como el momento en que todas las disciplinas artísticas fueron transformadas por los medios digitales), viene con estos nuevos desarrollos a abrir interrogantes respecto del valor de lo auténtico, del funcionamiento del mercado actual –y el beneficio para los creadores– y de cuáles son los límites para la creación artística. En términos de impacto en la forma de consumir la cultura o de producción artística, lo que aparece con el criptoarte es una nueva era en la que la pieza única, el original, no es lo mismo ni tiene el mismo peso que tradicionalmente tenía. No se trata tanto de poseer un objeto único simplemente, sino de poseer un servicio o una experiencia.
Arte digital

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Un nuevo paradigma

Lo cierto es que el mundo del arte siempre miró de reojo el arte digital, y si pensamos que hoy la mayoría de los artistas utilizan herramientas digitales en su producción o procesos creativos, y que la digitalización en el arte es un hecho, la discusión parece moverse más hacia una lucha de recursos y puja por la concentración de poder que de formatos y expresividades.
Tanto en la práctica como en su costado ideológico, hay una novedad que tiene que ver con descentralizar y lograr un tipo de transacción más justa y transparente. Con este nuevo paradigma, todos conocemos los precios de venta y a quienes compran, y además, los artistas perciben una ganancia por la reventa de sus obras, que era algo imposible de imaginar en el mercado del arte tradicional. Por eso, ya se habla de un tercer mercado donde los artistas puedan vivir de su arte, sin comisiones, más transparente y con mayor acceso a la información, o sea, sin intermediarios.
No olvidemos que, en general, el valor económico de las obras no es accesible al público general y, de hecho, tiende a ocultarse, a excepción de las cifras astronómicas que dan lugar a una visión distorsionada de la economía del arte; los artistas reciben un pago por una obra que, en muchos casos, no supera el 30% del valor de venta real, y si esa obra se revende, nunca más percibirán un solo peso. Por su parte, el mercado de arte tradicional se resiste tanto a las nuevas posibilidades digitales como a crear otros mercados. Sin embargo, casos como el de Beeple preanuncian, con sus pros y contras, un posible camino en el que lo tradicional buscará aggiornarse y convivir con esta nueva forma de arte, que se volvió, sin dudas, una expresión de nuestro tiempo.
Todos nos estamos preguntando si el criptoarte es real, si existe o si es una ficción. Estamos evidenciando el comienzo de una nueva forma de producir, distribuir y consumir arte. Algo que es totalmente inédito y que viene acompañado de cuestionamientos y cambios de paradigmas respecto de modelos y sistemas culturales.
El arte digital encontró en las posibilidades técnicas del blockchain y la seguridad asociada contra la manipulación la evolución transparente de los precios y la propiedad, una cierta forma de resistencia contra el sistema, las instituciones y grupos de interés centralizados.
En el mundo del arte tradicional, el número de copias es un factor que impacta en el valor de la obra. Cuantas menos copias, más vale. En las obras digitales, dejan de existir limitaciones para su reproducción porque cada copia es idéntica al original y los costos de duplicación no existen. Por eso, puede distribuirse de forma masiva a precios accesibles, de manera similar a como se comercializan pelis, libros y música. Convivir con esta nueva forma de arte, tanto desde la producción artística como desde el consumo, representa, de alguna manera, la consolidación del arte digital como una expresión de nuestro tiempo.

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