El diplomático, que dejó una huella en los cinco años que estuvo en el país, se mudó a Edimburgo; comprometido con su nuevo rol, recorre destilerías para aprender sobre la industria y habla de lo que más extraña de su vida en Buenos Aires
Hace 9 meses que dejó de ser el embajador británico “buena onda” en la Argentina, pero no ha perdido ni la diplomacia, ni su español, ni su buen humor. Tampoco ha dejado del todo su función de “representante de”. Desde que asumió como director ejecutivo de la Scotch Whisky Association (SWA), hace apenas dos meses, sigue ejerciendo como embajador, aunque no de un país, sino de un producto de reconocimiento mundial, como es el whisky escocés. Un desafío al que todavía se está acomodando, mudanza incluida a la capital de Escocia. “Edimburgo es una ciudad muy linda, es como estar en una película de Harry Potter [N. de la R.: Kent era famoso, entre otras cosas, por organizar reuniones para los fanáticos de la saga en los jardines de la embajada británica]. Aquí hay cosas muy interesantes, antes de asumir había venido un par de veces y surgió esta oportunidad y dije: ‘¿por qué no?’”. Kent cuenta que, estando en Londres, la gente de la asociación se contactó para ofrecerle el trabajo. Entre varias cosas de su polifacético perfil, destacaron su gusto por esta bebida, algo que mostraba en las redes. ‘Me dijeron ‘vemos que a usted le gusta mucho el whisky’ y me ofrecieron el trabajo. A mí me pareció que podía ser algo interesante”, resume y se le dibuja una sonrisa. Enfocado de lleno en su nuevo rol, el exdiplomático no deja de hacer mención a los 5 años que estuvo en el país en los que disfrutó del Malbec y los asados. Y también de la calidez de los argentinos, con los que solía interactuar activamente en las redes sociales.
–¿Hay puntos de contacto entre ser embajador de un país y de un producto?
–Sí, hay muchas semejanzas. Tengo contacto con políticos, diplomáticos, empresarios... Y tengo que viajar bastante, aunque mi prioridad ahora es conocer bien la industria. Hasta ahora pude recorrer 15 destilerías de las 130 que hay en Escocia. La industria está en fase de expansión, es un producto muy reconocido a nivel mundial. En ese sentido, yo lo comparo con la Premier League de Inglaterra. En los últimos años hubo cambios en términos de consumo. Jóvenes y mujeres están tomando más whisky. El 95% de la producción se exporta a todo el mundo. También aumentó mucho la exportación de whisky escocés a la Argentina. En América Latina y en la Argentina hay mucho conocimiento de esta bebida.
–Si bien era un gran conocedor del whisky, ¿qué descubrió estando adentro de la industria?
–En estos dos meses aprendí mucho sobre el producto. Es una industria de mucha colaboración. Cuando hablás con la gente que trabaja en las destilerías lo primero que notás es un sentimiento de mucho orgullo, de mucha pasión y también de colaboración. Es gente que ama lo que hace, cada destilería quiere producir el mejor whisky posible pero si una tiene un problema con un equipo, la destilería vecina ayuda. Son competidores, pero el sentido de comunidad dentro del sector es muy fuerte. Y es una industria de muy largo plazo porque si hoy me pongo a producir un whisky lo más temprano que puedo ver ese producto son tres años y muchas veces, quince. Tiene que tener una visión a largo plazo y manejar momentos de volatilidad mundial. Es muy lindo trabajar en una ambiente así y me han recibido con los brazos abiertos.
–Viviendo en la Argentina, ¿pudo probar whisky nacional? Hay unas pocas destilerías boutique.
–Sí, tuve la posibilidad de probar un single malt y me gustó porque la maduración se hace en barriles de vino y le da un sabor muy interesante. No es cierto que el argentino no produce whisky, sí lo hace, pero obviamente lo principal allá es el vino. En Escocia tenemos un producto premium, pero estamos abiertos a la competencia porque eso aumenta la calidad. Tenemos contacto con los productores de todo el mundo porque ayuda a hacer un producto mejor.
–Acá dejó una marca fuerte como embajador... ¿tiene pensado volver?
–Quiero volver a la Argentina, no será este año, pero sí iré pronto. Me encantó mi tiempo ahí. Por la gente, por el trabajo, por la posibilidad de buscar puntos de encuentro. Fue uno de los trabajos que más me han gustado de toda mi carrera. Y probablemente ese fue uno de los factores que hicieron que dejara la carrera diplomática. Después de estar cinco años en Buenos Aires, tener otro destino hubiera sido muy difícil. Nunca hubiera sido igual al tiempo que pasé en esa ciudad y ese fue un factor para decidir cerrar un capítulo de 28 años de mi vida como diplomático. Pero siempre vuelvo a la Argentina mentalmente cuando tomo una copa de Malbec. Son vinos espectaculares. Acá a la gente le encanta el Malbec. Vas al supermercado y hay una gran variedad.
–¿Qué es lo que más extraña?
–Yo diría que lo que más disfruté es la amistad, el cariño y la empatía de los argentinos. Y los asados, por supuesto. ¡La gente te invita a su casa a comer un asado sin conocerte! Eso es increíble. Sin duda hay un paralelismo entre el whisky y el asado. No es solo una comida, es mucho más que eso, es una ceremonia de la amistad. Y pasa un poco lo mismo con los escoceses y el whisky. No es sólo tomar, sino sentarse, charlar. Hay una intimidad en eso de tomarse una copa de scotch con otra persona y aquí también es un símbolo de la amistad. Otra cosa que disfruté mucho estando allá fue conocer lugares. Sin dudas Buenos Aires es una de las ciudades más lindas del mundo y el país tiene una variedad de paisajes increíble.
–¿Se puede hacer un paralelismo entre la industria vitivinícola y la del whisky?
–Seguramente. Cada destilería tiene su propia historia, su identidad, te cuentan cómo empezaron. Hay mucho orgullo en la elaboración del whisky y en el caso del vino sucede lo mismo. En ambas industrias son familias las que empezaron a elaborar el producto hace décadas y van pasando de generación en generación. Y así como hay un turismo de bodegas, hay un turismo para visitar destilerías. Hoy la gente quiere experiencias. Ir a un viñedo y a una destilería es parte de eso. Incluso si no tomás whisky o estás recién empezando. Es la experiencia de ver cómo se elabora, de hablar con la gente que lo hace. Con el vino pasa lo mismo.
–¿Es cierto que el whisky hay que tomarlo sin hielo? ¿Cómo lo toma usted?
–Al whisky hay que aprender a tomarlo. Yo he cambiado con el tiempo. En la Argentina lo tomaba con soda porque hacía bastante calor. Y un whisky puro tal vez era un poco fuerte en ese clima. Ahora tomo sin nada. Pero depende del momento, del tipo de whisky... Aquí nosotros tenemos una regla. La única manera de tomar whisky es como a cada uno le gusta. Si compraste una botella, tenés derecho a tomarla de la manera que quieras. No es justo decirle a los consumidores cómo deben tomar su whisky.
–Algo que llamó también la atención fue su gusto por el fútbol (es hincha del Arsenal de Inglaterra). De hecho fue a ver partidos al Monumental y a la Bombonera, pero nunca dijo por cuál de los dos simpatizaba.
–[Se ríe] Como buen diplomático, no lo voy a decir. Tengo que tener neutralidad total como con los whiskys. Todos son buenos.
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