Alimentar los vínculos afectivos a pura ilusión es una dieta que no alimenta
La ilusión está sobrevalorada y por eso no es algo tan malo desilusionarse. La caída de la ilusión puede doler, pero tal vez venga bien mirar las cosas tal como son en vez de proyectar en ellas cualidades que no tienen.
Es verdad que hay diferentes maneras de entender la palabra “ilusión”, siendo que algunos la confunden con otorgarle vuelo, glamour o magia a las cosas. Aquí preferimos creer que no es por la ilusión que las cosas tienen encanto, sino por otras causas que deben encontrarse más en lo verdadero y en lo genuino.
Cuando en una relación decimos que alguien nos desilusionó, pareciera que hablamos de una persona que nos estafó al no pagar una supuesta deuda: la de sostener la ilusión proyectada en ella.
No es que nos ilusionan, nosotros nos ilusionamos
Somos dueños de las ilusiones que nos hacemos respecto de personas, cosas, países y mil etcéteras más. No es que nos ilusionan, sino que nosotros nos ilusionamos. Pero aun sabiendo esto no podemos negar el hecho de que hay genta mala que se aprovecha del afán de ilusionarse a mansalva que tienen algunos. Aprovechan la volada para alimentar ese ilusionar de los incautos, y lo hacen a puro verso y chamuyo, captando con maestría el deseo del otro para fingir cumplirlo y así engatusar sin miramientos.
Al creer que las cosas requieren de ilusión para ser luminosas se le da piedra libre al deporte de proyectar cualidades a todo aquello que ande por ahí, sin ningún chequeo o, en todo caso, sin plan B. Alimentar los vínculos afectivos a pura ilusión es una dieta que no alimenta, y por eso vale la pena tomarse el tiempo necesario para ir conociendo las cosas y las personas que nos interesan, accediendo a un conocimiento que no requiera de espejos de colores para tener sustento.
Los chicos, por su parte, ilusionan en condiciones algo diferentes a la de los adultos. Proyectan lo que necesitan en aquellas personas que los rodean y cuidan. Imaginan cualidades superlativas en sus padres, poderes que van más allá de lo real. Es un mecanismo muy eficaz porque desde allí pueden irse construyendo como personas crecientemente integradas y autónomas, obviando algunas dificultades del camino. Ya adultos, las cosas cambian y lo ilusorio no cumple la misma función que en la infancia.
¿Esperanzas o ilusiones?
Podríamos agregar que el tener esperanza sobre algo no es lo mismo que hacerse ilusiones al respecto. Es útil pensar a la esperanza como la percepción de una posibilidad que está en grado de semilla. Es un deseo que, en alianza con el camino, genera realidad, a diferencia de la ilusión que anhela una realidad pre fabricada de manera voluntarista.
Lo contrario de la ilusión no es la aridez de la monotonía desangelada, sino el amable percibir que siempre hay algo interesante en todo, sin que haga falta echarle edulcorante a la realidad para encontrarle un sabor que haga que valga la pena transitarla.