El mejor espejo donde mirarnos. Para qué sirven los amigos
Estudios muestran que hay menos amistades y más soledades en este mundo pospandémico
La investigación proviene de la Universidad de Kansas y dice que para tener una amistad que se precie uno debe invertir un mínimo de 200 horas para desarrollar la relación.
A su vez el New York Times nos cuenta que otros estudios llegaron a la conclusión de que si alguien tiene al menos entre cuatro y seis “amigos de verdad” conseguirá una salud más fuerte y poderosa que aquellos que no cuentan con amistades dentro de su universo vincular.
Este tipo de investigaciones pueden o no ser útiles y reales, pero son interesantes como para poner sobre la mesa el tema de la amistad, una cuestión que, según dicen, en la Argentina se valora y ejerce más que en otras latitudes.
Hay una infinidad de amistades posibles y solo nos es posible señalar algunas de ellas. Por ejemplo, podemos decir que existen los grupos de amigos que funcionan para asados, salidas, charlas de carpa en la playa o dentro del universo laboral. Estas relaciones suelen estar muy ligadas a la actividad del caso y en ellas el conocimiento recíproco no suele avanzar mucho más allá de aquello que se comparte, si bien son un lindo espacio para desarrollar vínculos y encontrar oportunidades afectivas y sociales que, bien llevadas, nos mejoran la calidad de vida.
Existen también esos amigos y amigas que se acercan más al corazón, con quienes se ha compartido mucho en cantidad y, sobre todo, calidad de contacto. Ese tipo de amistad supone posibilidad de intimidad emocional y confianza. A veces son amistades de contacto diario, pero también el contacto puede ser esporádico, si bien, cuando se produce, la sensación es que el tiempo no ha pasado.
Un dato no menor que traen las investigaciones es que hay menos amistades y más soledades en este mundo pospandémico. Tal vez lo correcto sea decir que hay mucha gente que extraña a sus amigos, a los que por diversas causas no ve hace tiempo.
Extrañar a los amigos es una manera de vivir la amistad, no significa la ausencia de ella. Es que no es tan fácil derrotar a la amistad. El tiempo y la lejanía la pueden adormecer, pero esa capacidad de hacernos amigos o de reverdecer la relación con los de siempre está allí, lista para resurgir. Esto es así aun de manera espiritual en los casos en los que el amigo ha partido. Es que la amistad sigue vigente aun cuando es vivida en clave de nostalgia.
El contacto con los amigos vale por el encuentro en sí, pero también por lo que a través de esos amigos vemos de nosotros mismos. Recordar quiénes somos de verdad desde la mirada de un buen amigo es de esas cosas buenas que nos pueden pasar. En ese sentido un amigo de ley es, siempre, un buen espejo en cual mirarnos para encontrar aquello que se nos escapa de nosotros mismos cuando estamos solos y los laberintos de la mente nos complican en demasía la existencia.