El trabajo invisible de la casa. ¿Quién lo hace y de qué se trata?
Cocinar, limpiar y cuidar a otros son tareas no remuneradas que recaen mayormente en las mujeres: qué podemos hacer para cambiarlo
Todas las familias tienen alguien que se ocupa de cuidar al resto. Quizá no siempre sea la persona más cercana: a veces es una tía, una abuela, una prima de tu mamá. Pero siempre hay alguien que aparece cuando más se lo necesita: ante el nacimiento de un bebé, ante la enfermedad o el necesario cuidado de algún adulto mayor.
Pero además, toda familia requiere que haya, a diario, alguien que mantenga la casa semifuncionando, que haga las compras, que se ocupe de que haya ropa limpia, que cocine mediodía y noche para todos los integrantes del clan familiar.
En función de esto, vale la pena preguntarse: ¿es trabajo cuidar de tu familia? ¿Cocinar todos los días, lavar, cuidar a un pariente enfermo? A priori podríamos decir que no lo es para quien lo hace, por que aparece el amor en escena. Pero para la sociedad sí debería serlo. Porque los cuidados no remunerados son un trabajo invisible que permite que el resto de las personas se alimenten, que su casa sea habitable y que así puedan responder a sus actividades cotidianas, como estudiar y salir a trabajar.
Nueve de cada diez mujeres que realiza estos cuidados (el 75% de las tareas domésticas no remuneradas son realizadas por mujeres) dedican a eso 6.4 horas diarias y 99 mensuales. Tres veces mas que los varones. Y ahí es donde queda clara la desigualdad. Las consecuencias de esta asimetría son una participación más baja en el mercado laboral (o solo acceder a trabajos informales o precarios), quedar expuestas a la desprotección social y por supuesto a salarios más bajos. Entonces: que algunos puedan tener un trabajo o estudiar hoy depende de que alguien no lo haga. Depende de que muchas mujeres no estudien ni tengan un trabajo por el que cobren un sueldo y sus beneficios.
En este sentido, creo importante recordar que las tareas no remuneradas, como cocinar todos los días para que el resto de la familia llegue a la mesa y a un plato de comida, están estrechamente ligadas a la economía, aunque no forman parte de los modelos de cálculo: no se tienen en cuenta, como si ese trabajo no existiera. Pero si nadie cocina, nadie lava la ropa, limpia la casa y se ocupa del 100% de los requerimientos de los menores… ¿cuántas horas tendría el resto para trabajar y ganar dinero?
La pregunta que tenemos pendiente es: ¿cuánto costarían estas tareas en caso de ser remuneradas? No porque las inmensidad de mujeres que lo hacen por amor, quieran que les paguen por eso sino para que se tenga en cuenta y se reconozca que si el otro logra algo, es porque ellas no lo hicieron.
El PBI es un indicador económico que refleja la evolución económica de un país. En el caso de Argentina, los sectores con mayor aporte al PBI son la industria y el comercio. Sin embargo, la forma en que se mide el PIB no incorpora los trabajos de cuidados no remunerados, que son fundamentales, para que el resto funcione. Si se incluyeran en el PBI, representarían casi un 16% y serían el sector de mayor aporte en toda la economía, seguido por la industria (13,2%) y el comercio (13,0%).
Para que te des una idea, esta contribución a la economía por parte de las mujeres equivale a más de dos veces el tamaño del sector de Transporte y Comunicaciones o casi cuatro veces lo que aporta el sector de la Construcción.
En todo el mundo, el 42% de las mujeres no pueden conseguir trabajo porque son responsables de todos los cuidados en comparación con solo el 6% de los hombres.
¿Se puede cambiar algo?
Por empezar, yo creo que si empezamos a dejar de ver ciertas tareas en la casa y en las familias como si fueran tema exclusivo de mujeres y logramos equilibrar la división de los cuidados no remunerados no vamos a ser siempre nosotras las que ponemos el hombro en un engranaje fundamental pero invisible para que el sistema funcione. No se trata de pagarlos, se trata de que se reconozcan, se valoricen y se compartan.
La cocina, específicamente, es uno de los campos donde se desarrollan estas tareas. ¿Qué podés hacer vos, desde tu lugar, sin importar tu género? Si tenés hijos varones, enseñales las tareas del hogar. Incluso se pueden invertir los roles si hay una pareja de padres donde las tareas se asignen por género. ¡Hay tantas cosas que ellos pueden hacer! Pensar el menú de la semana, encargarse de las compras, lavar los vegetales, adelantar pasos como picar cebollas y escurrir hojas, cocinar, poner la mesa, levantar y lavar los platos, guardar lo recién lavado... Todo ese ciclo en general lo hace una sola persona y son eslabones de una cadena que puede y debe ser colaborativa, turnándonos, dividiendo el trabajo y la carga horaria.
No olvidemos tampoco que a muchos hombres les gusta cocinar pero algunos lo hacen como una proeza extraordinaria, como si las aguas debieran abrirse para que ellos pasen a la cocina... Menos épica y mas cotidianidad. Entonces, si tenés una buena receta, enseñásela a tus hijos. Lo mismo con plancharse una camisa, lavar un par de zapatillas, leer la etiqueta de la ropa y sus instrucciones de lavado...
Por otra parte, si tenés hijas mujeres, educalas para que sepan manejar dinero y que se sientan cómodas hablando de plata. A muchas de nosotras aun nos cuesta ese campo porque nos dijeron que no era cosa nuestra: finanzas, créditos, préstamos, intereses, porcentajes, equity... No conocer ni siquiera los términos nos pone en desigualdad de condiciones en una charla, negociación o reunión. Como verán, hay mucho por donde empezar. Un primer paso es aplicarlo en nuestra propia casa.
Más leídas de Sábado
“Si salía mal, yo pagaba las pizzas”. Enrique Piñeyro abrió un restaurante para cocinar sus platos preferidos y agotó reservas hasta 2023
Ideal para escapadas. El pueblo bonaerense donde el tiempo pasa más lento
“La hipótesis de la abuela”. ¿Por qué las abuelas fueron claves para nuestra supervivencia?
Mujeres parrilleras: “No necesitamos tanto: una pieza chica de carne, algunas guarniciones y es un festín”, dice Felicitas Pizarro