La música que nos envuelve
No importa para nada si gustaba o no la música de Raffaella Carrà. Ella marcó una época de la manera que solamente la música puede hacerlo. Independientemente de los gustos, su fallecimiento generó una vivencia compartida de pesar y nostalgia entre aquellos que pudieron conocer su ritmo pegadizo y sus peligrosas contorsiones cervicales.
El sonido es uno de los sentidos más poderosos a la hora de la evocación. John Lennon decía que la vida era eso que pasa mientras estamos haciendo otros planes. Acá podemos decir que la vida es, también, aquello que escuchamos mientras creemos que la mirada y el mero pensar es lo que monopoliza todo. Los sonidos de los temas musicales de una época tiñen la evocación, uniéndose a las atmósferas emocionales que marcaron la historia de cada uno. Cada tema va acompañado de la textura de las escenas vividas.
Lo notable del caso es que lo antedicho va más allá de esas grietas musicales que se basan en zonceras de coyuntura. La música se escucha en recitales, en la radio de los bares o de los colectivos, o en el dispositivo que se tiene en living. A veces se elige poner el tema que gusta, otras se debe escuchar lo que quiere el taxista o el vecino, no importa: todo eso, pasados los años, será recuerdo, y la evocación no se regirá tanto por el gusto musical sino por la vivencia que viene asociada a aquel escuchar caótico y machacón de la época.
La música es una atmósfera, como el tango escuchado tempranito en un bar somnoliento, ese mismo tango que extrañarán aun los que no gustan de ese género musical cuando se encuentren en algún país lejano. Así es la cultura musical que nos impregna, como lo hacían aquellos ritmos de Carrà o, antes, los “hits” de Los Náufragos o, más acá en el tiempo, la música de The Wall o la de los zombies de Michael Jackson.
Cuando Charly García atravesó alguno de sus momentos difíciles, fue Palito Ortega el que “le hizo el aguante”. Dos personas que estaban en las antípodas musicales de una época, obraron años después en clave de amistad, siendo una suerte de metáfora de la música de un país. ¿Cómo no ayudarse si ambos formaban parte de aquella música que sonaba en el bondi que llevaba al colegio o al trabajo a millones de personas?
Vaya a saber si la historia humana no será así siempre y, mientras creemos que la vida es grieta, pelea, antagonismo o mero acontecer mecánico, hay una música que nos envuelve casi sin que nos demos cuenta, generándonos una fraternidad impensada.
Gracias a Raffaella y tantos otros artistas del día a día, tomamos conciencia por un rato de que es verdad que las paralelas se juntan en el horizonte. Al final, lo que perdura es la vivencia, y es en esa música que nos reconocemos como pasajeros del mismo tren, con todo lo que eso significa.
Más leídas de Sábado
La “uva francesa”. Genera más de US$410.000.000 en exportaciones y es la envidia de países como Francia o Chile
"Una mujer con un collar mío es peligrosísima". Federico de Alzaga, el creador de las joyas que eligen Máxima Zorreguieta, la reina Letizia y Juliana Awada
Swinging. La disciplina recomendada para una “longevidad funcional”