Recuperado del ACV que sufrió hace cuatro años, el diseñador consolida su negocio en Brasil y asegura que piensa en casarse
Intenta no regalar títulos con cada frase, pero se asume verborrágico. Esta vez, sin embargo, Laurencio Adot tiene deseos de paz. El diseñador, que cumplió treinta y cinco años en la moda y que hace cuatro sufrió un ACV, asegura que quiere dejar las polémicas a un lado. Explica, también, que algunas cosas que publica en sus redes son fruto de su espontaneidad, y que si algún colega se hace cargo de sus frases enigmáticas, bueno. Es que él no soporta la soberbia, y menos después de todo lo que vivió.
Su casona de Recoleta es imponente, con paredes menta y dorado y tres pisos, el último de los cuales está íntegramente dedicado a las novias. Allí hay, también, un escritorio francés con vista a la calle Posadas, esa que él llama Rodeo Drive.
La realidad es que “Laurence”, como le dicen los amigos, está feliz por tres razones. Primero porque acaba de presentar un desfile a todo lujo en la embajada de Brasil, en el marco de la SAC (Semana de Alta Costura, dirigida por Elina Costantini), segundo porque tiene perro y eso le cambió la vida, y tercero, porque ya resolvió con éxito algunos problemas cardíacos que lo tenían angustiado.
Fiel guardián del negocio, Thiago (su socio brasileño, el amigo que muchos creen que es su novio), recibe clientas y lápiz en mano hace lo que el diseñador ya no puede: dibujar. Thiago lo escucha y garabatea ideas, traduce conceptos en imágenes, resuelve sueños sobre papel. Son un equipo que, evidentemente, funciona de maravillas. Antes de la pandemia, llegaron a inaugurar un gigantesco showroom en Belo Horizonte y hoy le venden a 150 tiendas multimarca de Brasil. Laurencio, además, está enamorado y piensa en casarse con Damián, su novio de más de una década, el mismo que lo salvó durante el ACV cuando lo encontró tirado en el suelo, inconsciente.
–¿Podés decir que le perdiste el miedo a la muerte?
–Sí. Porque lo sentí a Dios y tuve mucha paz. Ya sé lo que hay después.
–¿Recibiste alguna señal?
–Claramente estuve con mi mamá Elsita y ella me dijo que no era mi momento. Y bueno, después pasó lo que todos saben. Fue una rehabilitación larga. Tuve que aprender a hablar y a caminar. Puse el alma, la peleé a lo loco. Y estuve rodeado de amor. Hubo mucha luz, pero también muchas cosas negativas que, evidentemente, tenía que depurar.
–¿Como qué?
–Personas que creía amigas y no lo eran. Ellos creían que no entendía nada...
–¿Escuchaste críticas mientras estabas internado?
–Claro. Supuestos amigos que me la careteaban. Hubo gente bastante conocida del ambiente que intentó sacarse fotos conmigo para después mandárselas a Ángel de Brito. Inmorales. Querían mostrarme en silla de ruedas, babeándome. Yo estaba en la clínica, pero entendía absolutamente todo. Mi cuerpo estaba off, pero mi cabeza on.
–Algunos piensan que vivís enojado. A veces no se entiende a quiénes les dedicás los posteos...
–No, para nada. Es una forma de ayudar a los otros. Yo estoy totalmente sano mentalmente. Solté todo lo que me hacía mal y no tengo ira. Lo que pasa es que soy verborrágico, transparente, sensible. Yo sufrí mucho y viví injusticias, como cuando fue el tema de los supuestos talleres clandestinos. Con Jorge Ibáñez llorábamos. Benito lo mismo. Hubo juicio penal que gané a los seis meses. Y volviendo a lo del enojo...no. Cambié mucho, gracias a Thiago y a los viajes a Brasil estoy casi evangélico.
–Hablabas de los 90, tiempo de fiestas y descontrol. Y vos siempre en el epicentro de lo que en ese entonces llamaban in.
–Sí, lo in, lo out. Por supuesto, yo no paraba nunca. Era hijo de un empresario textil y me encantaba el underground, las discotecas de la calle Alsina, toda esa movida de entonces. Me volvía loco, salía casi todas las noches. Siempre con la modelo Roxana Harris, amiga del alma, inaugurábamos las pistas de New York City, Morocco, El Dorado. Creo que hemos abierto entre 30 y 50 discotecas de Buenos Aires.
–¿Pudiste zafar de los excesos de la noche?
–Si no pudo Yves Saint Laurent, Tom Ford, Marc Jacobs... No, no zafé. A veces, para gozar de la luz, hay que conocer la oscuridad. Lo hice de tonto y por tristeza. Yo perdí a casi toda mi familia en un año. Mi enfermedad no tuvo que ver con ninguna adicción ni con la noche, sino con las pérdidas, los sube y baja, algunos conflictos con empleados, el país mismo con sus vaivenes. Pero soy un tipo de tirar para adelante. Me aggiorné siempre. Cada tanto me reseteo y sigo estando entre los cinco diseñadores más importantes de Argentina.
–¿Cuándo dijiste ‘basta’?
–El que me salvó fue Damián, mi pareja, que es actor, deportista, la persona más sana que conocí en mi vida. Estamos juntos hace 16 años y fue quien me dijo ‘se acabó’.
–¿Cómo fue que formaron esta dupla con Thiago Pinheiro?
–Lo conocí en una fiesta en mi propia casa. El estaba de paso, me dijo que trabajaba en moda, que participaba del Fashion Week y que algún día iba a venir a Buenos Aires para trabajar conmigo. Es muy buena persona y lo más trabajador que vi en mi vida. Es evangélico, tiene once hermanos, me cuida para que no meta la pata. Cuando viene alguien tóxico él se pone adelante, hace de marido y nos matamos de risa.
–¿Cómo definís a la mujer argentina?
–Acá las mujeres se siguen vistiendo para las mujeres. No tienen la libertad de la brasilera y no se permiten ser pulposas. Por eso en mi desfile puse mujeres reales. Nosotros tenemos talles grandes desde hace mil años. Aunque ahora noto que las chicas tienen menos problemas con su sexualidad y no siguen ciertos prototipos, hay mucho wannabe. El querer ser es fatal. Cada mujer debe encontrar su camino.
–¿Vestiste a la primera dama, Fabiola Yañez?
–Sí, porque soy un diseñador de moda y pienso en mi trabajo. Ella se sentó acá y me dijo: ‘Voy a verla a Jill Biden’. Y bueno, me puse a trabajar. Lo mismo que hice con todas las primeras damas que vestí, que fueron todas, excepto Cristina.
–¿La vestirías?
–La respuesta es cri, cri, cri... Esta pregunta me la hicieron durante años y jamás contesté.
–¿Con qué color la ves?
–Un azul noche.
–¿Por qué seguís invirtiendo en Argentina? Hace poco más de un año decías que estabas instalado en Brasil.
–Porque amo mi país y siempre aposté a él, a pesar de los vaivenes. Yo no sé si nos vamos a salvar, si la economía podrá mejorar y todas estas desgracias. Lo que sí sé es que soy un optimista y doy trabajo. La lucho y sufro un montón, de eso no hay dudas. Pero estuve casi muerto, así que nada me asusta.
–¿Algún deseo?
–Unión. En el país y en la moda. Tenemos que dejar de poner tanta distancia. Me gustaría que los más jóvenes se me acerquen y que el que dice ser el número uno nos guíe en esta hermosa locura que es la Argentina.
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