Viandas escolares. Cómo lograr que los chicos las coman
Tomates cherry, minizanahorias, papines con cáscara y diversidad de panes son algunas ideas útiles a la hora de preparar una lonchera variada, práctica y saludable
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Armar la lonchera, las viandas del colegio, es un trabajo. Así de simple. Hay que ponerle onda, un poco de cabeza y voluntad, o los chicos no comen.
Desde el momento en que un niño empieza a tener contacto diario con sus pares, con sus hábitos y costumbres, aumenta la influencia de terceros a los que nosotros, como padres, no siempre vamos a conocer, mucho menos compartir sus gustos. Y, por supuesto, ya no comerá lo mismo de siempre.
Es cierto que hoy, pandemia mediante, no comparten la comida que llevan, pero sí observan todo lo que comen los demás. De golpe van a decir que no les gusta más lo que siempre les había encantado y uno sabrá oportunamente que es porque “Sofía me dijo que no era rico”… O al revés, querrán probar jamón “porque Juan lo come”. Una vez más: acá lo importante es el trabajo previo que hacemos los padres, lo que sembramos los primeros años de vida, los gustos que estimulamos y los hábitos de alimentación que generamos en los chicos. Todo esto queda registrado en sus discos rígidos, aun cuando estén con otros.
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Eso sí: la regla que nunca tenemos que quebrar es que la bebida sea agua. Siempre. En cuanto a la ingesta, la salida más simple es el sándwich, por practicidad, para el que lo hace y el que lo come. En este sentido, lo que podemos hacer es variar el pan, que podemos tener congelado. Aveces blanco, otras integral, centeno, árabe... Otro jugador que sirve incorporar es la fruta: enteras o cortadas, e ir variando con la estación. Hay hiteras como la banana, con menos clics como la manzana o frágiles pero ricas como las frutillas.
En definitiva, todas las guías sugieren proteína, hidratos, huevo, vegetales, pastas y frutas. Y encontramos un “menú semanal”, cosa que detesto, ya que nunca están pensados desde la óptica del que cocina. Los menús semanales arman un plato completamente distinto por día. Y eso requiere de una organización que coordine fresco, heladera y freezer: absurda. ¿Cómo hacés para hacer milanesa de carne con tomates y arroz, al otro día fideos con vegetales y cerdo, al otro guiso de lentejas con papa y después sándwich de albóndigas? Imposible.
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Si se trata de algo diario, podemos y tenemos que desarrollar un método, un sistema de producción eficiente. Sí, ya sé, lo dije al principio: armar la lonchera o vianda lleva trabajo. Empecemos por pensar nuestra producción semanal y no diaria. Hacemos una tarta, la cortamos y congelamos. Budines, milanesitas, sopa, valen. Y milanesas, arroz, tarta, pollo cocido, salsa de tomates, vegetales cocidos para croquetas (que podemos hacer de cena la noche anterior y guardar para el almuerzo). No siempre distinto, no siempre lo mismo. Un equilibrio. ¿Algunos consejos?
◗ Siempre agua. Cuando hace mucho calor podés mandarla congelada para que mantenga todo fresco (¡no la llenes hasta el tope!)
◗ Acostumbrá a los chicos a comer frutas enteras. Si tenés una manzana, por ejemplo, cortala en gajos y volvela a armar con una gomita alrededor. Así no se oxida. Y si le mandás una banana, podés hacerle un dibujo o escribirle algo en la cáscara. Suena un poco cursi, pero hay que tomarlo con humor. A veces ese guiño le cambia el día a alguien.
◗ Para picar: tomates cherry, minizanahorias, papines con cáscara, frutos secos, uvas, aceitunas, arándanos, arvejas, castañas…
◗ Si le vas a mandar pollo, dejalo enfriar en el caldo de cocción, así no le llega seco.
◗ Podés mandar un yogur, no importa si está un poco fuera de heladera. Recordemos que es un fermento. Yo en verano uso los sobres congelados (hay en farmacias).
◗ Variá la forma de la pasta. Y las salsas también: podés sumar un par de cucharadas de garbanzos (de lata o caseros, o cualquier legumbre).
◗ Menos cantidad, más variedad. No es necesario mandarle una porción grande de algo, es mejor mandarle un poquito de cada cosa, pero surtido en color, textura y formato.
◗ Revisá lo que vuelve e investigá por qué. Las respuestas pueden variar, desde “no me gustó” hasta rechazo por el envase, aburrimiento por comer lo mismo, sequedad (lo envolvemos mejor la próxima) o que era difícil de comer.
◗ La lonchera y sus accesorios, mantenerlos en un solo lugar, accesible. Bolsitas, tuppers, ganchitos, vasitos, etcétera.
◗ Una idea simple: probá antes con tu hijo si puede abrir todo solo.
◗ Por último, no desesperar. A veces vamos a mandar lo que hay, un rejunte de lo que quedó en la heladera, lo que podemos, y también está bien. No te desanimes si al principio no come mucho; cambiaron las condiciones y los chicos no están acostumbrados a comer de a muchos, por turnos, en mesas comunitarias y otros estímulos, en un tiempo acotado, con las ansiedades que esta época nos generó a todos.
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