Psicosis colectiva, fake news, estigmatización, pérdidas millonarias... Consecuencias sociales y económicas que se expanden por el planeta a la par del coronavirus
Poco antes del inicio del año de la Rata, en China, los murciélagos, las serpientes y los pangolines (primos lejanos de nuestras mulitas) se unieron y conspiraron para arruinar el festejo. Permitieron que unos virus que convivían con ellos sin hacerles daño mutaran para infectar a las personas. Y así fue. La gente empezó a toser, tenía fiebre, escalofríos, dificultad para respirar. Primero los médicos creyeron que era un resfrío fuerte, o tal vez una gripe. Pero no. Era una nueva enfermedad, una neumonía severa, causada por un virus hasta entonces desconocido, al que llamaron Covid-19.
Entonces, las autoridades chinas cerraron las fronteras de Wuhan, la ciudad donde había comenzado la peste, para evitar que el virus viajara dentro de la gente e infectara a otros. También aislaron otras ciudades, suspendieron los trenes, cancelaron los vuelos. Pero los cuidados no alcanzaron: el nuevo virus salió de China. Muchos se enfermaron, algunos murieron, otros se curaron. Después de algunos meses, un grupo de científicos creó una vacuna y hoy la enfermedad ya no mata a nadie. Y colorín colorado…
Este podría ser un cuento con final feliz para relatar en pocas palabras la irrupción del nuevo coronavirus que el 31 de diciembre pasado las autoridades chinas reportaron por primera vez a la Organización Mundial de la Salud (OMS). No fue una buena noticia para nadie, especialmente para los chinos, que en esa época del año se disponen a vivir la fiesta que más disfrutan: el Año Nuevo, que se celebra siempre el primer día del calendario lunar chino y que esta vez fue el 25 de enero y dio inicio al año 4718.
"Los chinos disfrutan mucho de la familia y el país entero tiene un receso para esta época. En víspera de su Año Nuevo, comen en sus hogares, ven un programa de TV especial de 4 horas y más tarde comienzan a recorrer las ciudades para visitar a su familia y a sus amigos. Pero este año no salió casi nadie de sus casas…", cuenta Milena Montero, una argentina de 20 años que ganó una beca de United World Colleges (UWC) para estudiar el Bachillerato Internacional en la sede que esa entidad tiene en Changshú, a 100 km de Shangái, en cuyo campus la joven pasó el último año y medio.
Cuando comenzó la epidemia, y para pasar en familia estas celebraciones tan tradicionales, Milena estaba viviendo con los padres y hermanos de su compañera de cuarto, una joven china de 19 años, en una ciudad más grande, Qingdao, que bordea el mar Amarillo.
"Nadie estaba preocupado –asegura la estudiante argentina–. Los padres de mi compañera me contaron que algo así ya había pasado hacía muchos años [se refiere al Síndrome Respiratorio Agudo y Grave o SARS, que estalló en 2003] y que si se tomaban las precauciones necesarias, no habría problemas: salir sólo si era urgente, hacerlo con barbijos y, al regresar a la casa, que la mamá de mi compañera nos rociara con un spray desinfectante especial".
De animal a humano
¿Cómo es posible que un virus viva en un animal–y algunas veces, pacíficamente– y, de pronto, sea capaz también de infectar a una persona? "Los virus son específicos de especies. El virus de un camello, o de un mono, afecta al camello o al mono. Es por eso que nadie tiene miedo de contagiarse del moquillo del perro –explica Cristina Freuler, médica infectóloga y jefa del Departamento de Medicina Interna del hospital Alemán–. Sin embargo, en ciertas circunstancias, por ejemplo si existe una alta carga viral, como los virus necesitan de una célula para poder reproducirse y tener a alguien a quien infectar, en ese caso pueden mutar y adquirir formas que sean capaces de afectar a otras especies".
"Es muy frecuente el intercambio de material genético de los virus entre distintos animales, en la naturaleza. Es probable que el contacto cercano entre el ser humano y animales vivos de distintas especies en un espacio reducido haya facilitado que este nuevo virus pasara del animal al humano", explica Florencia Cahn, médica infectóloga y presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE).
Así parece haber sido en el Mercado Mayorista de Mariscos Huanan de Wuhan, una ciudad industrial de la región central de china que tiene 11 millones de habitantes (la provincia de Buenos Aires alberga 16,5) y que fue literalmente aislada por las autoridades chinas al conocerse los primeros casos.
Allí, en ese mercado convivían más de 20 especies de animales (vivos y muertos) y fue donde se creó la tormenta perfecta para el caso número 1 de la nueva epidemia, una infección contra la que nadie tenía mecanismos de defensa desarrollados, y por eso la vulnerabilidad frente a ella.
Existen distintos tipos de coronavirus: algunos producen el resfrío común a los humanos. "Y ya se conocían coronavirus que viven y afectan a algunos murciélagos, que podrían haber transmitido el virus –agrega Freuler– Aparentemente, en ese mercado se vendían murciélagos vivos y muertos. Parece que los chinos tienen la cultura de comer carne fresca. Pero esas especies silvestres no tienen controles sanitarios".
También se habló de las serpientes como posible huésped intermedio en la cadena de transmisión al ser humano. Y más tarde apareció en escena el simpático pangolín (que tiene un aire a nuestra mulita) como un nuevo intermediario más en el proceso de mutación viral.
"La irrupción de la vida moderna en el ámbito de vida de los animales es la que produce estos escenarios propicios para que surjan nuevas infecciones–dice Omar Sued, presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI)–. Los grandes cambios pueden disparar epidemias. El VIH, por ejemplo, surgió los primeros años del siglo pasado y se mantuvo en África hasta la década de 1980, cuando comenzó a presentarse como un problema de salud pública con la construcción de grandes carreteras africanas, los vuelos transatlánticos y los cruceros al Caribe. Todos los cambios en el medio ambiente tienen su impacto: no advertimos lo frágiles que somos".
Si bien el tráfico de animales está prohibido en China, la Administración Nacional Forestal y de Pastizales de ese país permite la cría de 54 animales, entre estos aves, reptiles, insectos, ratas, ardillas, avestruces, ciempiés y emús (parecidos al avestruz).
Para algunas personas de mucho dinero, pagar 500 dólares o más por algún plato basado en la carne de un animal silvestre puede ser motivo de ostentación y buen gusto. Para la gente pobre, cazar y criar estos animales para venderlos es un recurso que puede ayudarlos a mantener sus limitadas economías. Estos mercados son legales, pero no tienen controles sanitarios.
En un artículo de la agencia oficial de noticias chinas Xinhua (https://spanish.news.cn/) a finales del año pasado, se escribía que criar ratas de bambú ayuda a sacar a la gente de la pobreza en Guangxi, una provincia del sur.
La plataforma de comercio Taobao (https://www.taobaoenespanol.com) puede ofrecer todo tipo de animales. Una cría de tejón cuesta 187 dólares, y una civeta –animal parecido al gato, que fue la fuente del SARS–, 215.
Los pangolines, amenazados de extinción y atrapados por cazadores furtivos, pueden venderse vivos en 1000 dólares. Parece que su caparazón contiene un elemento que sirve para muchos usos en la medicina tradicional china. Por un cocodrilo vivo se puede pagar unos 550 dólares. Todo con el objetivo de ir a parar a algún sofisticado platillo.
Una epidemia on line
La cantidad de información que circula segundo a segundo por la red es un elemento novedoso, que permite un control más ajustado de la situación. Una división de la universidad estadounidense Johns Hopkins, de Baltimore, una de las más prestigiosas de ese país, generó a través de su Center for Sistems Science and Engineering (CSSE) un sitio on line desde donde puede seguirse en tiempo real la evolución de la epidemia: número de casos, curación, muertes, países afectados, etcétera.
"Esta inmediatez puede ser muy positiva, pero genera también cuestiones más complicadas –explica desde Barcelona Joan Caylá, jefe del Servicio de Epidemiología de la Agencia de Salud Pública de Barcelona y de la Fundación de Investigación en Tuberculosis–. En un mundo hiperconectado, también las epidemias son mediáticas y on line. La información está disponible todo el tiempo, y si sumamos a esto el tratamiento que tiene en algunos medios, se produce un alto nivel de alarma y la gente tiene miedo, un miedo que se contagia fácilmente. El impacto sanitario de las epidemias mediáticas siempre es muy inferior al real; en cambio, el impacto psicológico es muy importante".
Un largo camino a casa
Para suerte de Milena Montero, el avión con el que inició su periplo para salir de China y llegar a Caballito sí pudo despegar del aeropuerto de Qingdao y aterrizar en Shangái. "Era una línea interna de China que no interrumpió sus vuelos –explica Milena–. Viajamos con barbijo y nos tomaron la temperatura con un medidor digital tanto al salir de Qingdao como de Shangái y al entrar en Doha, Qatar. Allí no bajamos del avión por la manga y fuimos a un bus donde entramos todos los que viájabamos en el avión y nos enviaron a una sala aislada. Después hice la última parte del viaje hasta San Pablo y de ahí a Buenos Aires. En Ezeiza no me controlaron".
El regreso de la joven estudiante argentina fue una medida que tomó la universidad donde estudia para reducir al mínimo cualquier riesgo entre sus estudiantes. Si bien nadie se lo impuso, un poco a la china, Milena Montero se autolimita en sus movimientos: ha visto a poca gente, está mucho tiempo en casa, tiene sus propios elementos para comer y de higiene y usa barbijo si sale. Todo durante 14 días, que ella dedica intensamente a estudiar, porque no está claro cuándo regresará a China.
Algo similar viven Julián y Carolina, los hijos argentinos de un supermercadista chino del barrio de Almagro, conocido como Willy. "Mis hijos fueron a visitar a sus abuelos y regresaron cuando empezó el virus –dice Willy, detrás de la caja–. Ahora volvieron con el barbijo. En Ezeiza les tomaron la temperatura y acá en casa van a estar aislados 14 días. Ellos están bien, pero es lo que hay que hacer. ¿Si los chinos somos obedientes? Mucho. Si no…", dice, y, con una sonrisa, hace un gesto como si llevara un revólver en la cintura.
"En China hay calma –asegura Milena Montero–. Tengo amigos con quienes estoy en contacto y están haciendo lo que consideran correcto. No solo las generaciones mayores, sino también las más jóvenes asumen cómo son las cosas y saben que no está bien visto rebelarse. Así que las calles están vacías, hay ciudades cerradas, se evitan los movimientos".
Emergencia internacional
El nuevo virus, denominado Covid-19 por la OMS, tiene algunas similitudes con los que causaron otras dos grandes epidemias: el Síndrome Agudo Respiratorio Grave (SARS), que también comenzó en China, en 2002, y el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), que fue detectado por primera vez en 2012 en Arabia Saudita. Mientras el SARS pasó de los murciélagos a las civetas y de éstas al ser humano, el MERS mutó de los camellos a las personas.
"Son de una misma familia de virus, denominada coronaviridaes –indica Florencia Cahn–. El SARS causó más de 8000 casos y casi 800 muertes, y el MERS unos 2000 casos y 700 muertes". Hasta el momento, todo indica que el nuevo coronavirus es menos letal que sus parientes antecesores: 10% el SARS y 35% el MERS.
Por sexta vez en la historia, y con posiciones divididas entre sus miembros, la OMS hizo una declaración de emergencia internacional. En 2009 la había activado tras el brote de gripe H1N1 (una cepa de la gripe porcina que empezó en México), en 2014 por el ébola en África Occidental, ese mismo año por el zika en América y la polio en Oriente Medio, y en 2019 nuevamente por el ébola en la República Democrática del Congo.
La decisión fue tomada, según Tedros Adhanom, director de la OMS, "no por lo que pasa en China, sino por lo que puede suceder en otros países. Nuestra principal preocupación es la posibilidad de que el virus se propague a otros países con sistemas de asistencia sanitaria más débiles, que no están bien preparados para afrontarlo".
Especialistas de todo el mundo elogiaron la rapidez de la respuesta de China en este caso, que fue mucho más contundente que durante la epidemia del SARS, cuando se cuestionó a las autoridades del gigante asiático por haber ocultado y demorado la información a autoridades sanitarias internacionales.
"El sistema de salud pública mundial estuvo más capacitado con este virus –explica Mark Lipsitch, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de Harvard–. Los chinos se movilizaron rápidamente y secuenciaron el genoma, lo compartieron con laboratorios de los Estados Unidos, Europa, cerraron mercados y aislaron ciudades. También varios equipos se pusieron a desarrollar vacunas. El sistema de salud estadounidense tiene muchos de los mismos problemas que tenía hace 10 años. Pero el sistema global de investigación y respuesta médica está mucho mejor. En Hong Kong, además, está uno de los mejores grupos de epidemiología del mundo".
Omar Sued explica que el nivel de alerta es "similar al del ébola y el MERS, que sin embargo tienen una mortalidad mucho mayor: apenas un 2% contra un 40% del ébola o un 34% del MERS".
"Algunos cuestionan y cuestionarán a futuro por qué la OMS declaró el alerta –explica el infectólogo–. Una emergencia de este tipo justifica que algunos países cierren fronteras, como hizo Rusia. Pero como contrapartida, también ayuda a que países menos desarrollados accedan a créditos internacionales blandos para prepararse. En África, una epidemia moderada puede convertirse en una explosión, porque su sistema de salud es muy débil".
En nuestro país, la declaración de emergencia sanitaria movilizó de inmediato al ANLIS Malbrán, "que tiene un laboratorio de enfermedades respiratorias de referencia de la OMS con capacidad para identificar el coronavirus", aseguró Carla Vizzotti, responsable de la Secretaría de Acceso a la Salud del Ministerio de Salud de la Nación, a poco de iniciada la epidemia.
Las medidas de prevención son universales: como los coronavirus se transmiten a través del flush o spray que lanzamos al estornudar o toser, hay que "cubrirse la nariz y la boca con un pañuelo desechable o con la manga (no con las manos) al toser o estornudar", según el Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC).
Además, lavarse las manos con agua y jabón inmediatamente después de toser, estornudar o sonarse la nariz. Y, si no hay agua y jabón, se puede usar un desinfectante de manos que contenga al menos un 60 % de alcohol.
La SADI, en nuestro país, recomendó "usar barbijo únicamente a personas que tengan síntomas respiratorios como fiebre, tos, dolor de garganta y que hayan regresado de China en los últimos 14 días, hayan estado o no en contacto con personas enfermas allá".
Memes, discriminación y fake news
Florencia Cahn vivió una situación insospechada en su consultorio. Recibió a un paciente que había hecho una compra on line con un sitio de internet chino y que tenía miedo de haberse contagiado por esa vía. "El temor es irracional y no conduce a nada bueno", asegura.
"Una epidemia siempre supone consecuencias importantes también en lo psicológico –comenta Gustavo Guardo, médico psiquiatra que dirige Proyecto Suma, una institución especialmente enfocada en trabajar contra el estigma en salud mental–. El aislamiento de ciudades y el cierre de fronteras generan inevitablemente ansiedad y alerta, que son útiles para prevenir la diseminación de la enfermedad, pero pueden afectar psíquicamente".
Guardo conoce las ciudades más grandes y avanzadas de China, donde asegura que se vive con un nivel de desarrollo impresionante, mayor que en el mundo occidental. "En otros lugares hay mercados donde se venden animales vivos y muertos y existen patrones de consumo muy distintos de los nuestros –agrega–. Pero esto es cultural, no podemos mirarlo de otro modo. En la India no entienden cómo nosotros comemos carne".
Durante la epidemia del SARS, recuerda Guardo, en distintos países europeos y asiáticos se estigmatizó a la China y a los chinos. "Hubo mucha gente que dejó de ir a restaurantes o que no quería subir a un ascensor si también iba una persona de rasgos orientales", afirma.
En Argentina, hubo proliferación de memes en alusión a los supermercados chinos, donde algunos llegaron a evitar las habituales compras por temor al contagio. "Las epidemias siempre sirvieron para discriminar porque eso es parte de la lógica social que disparan. Una epidemia es básicamente un evento antiotro: se busca siempre a algún culpable: en este caso, son los chinos", dice Hugo Spinelli, médico que dirige el Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús, asociado al Conicet.
Tampoco faltaron las fake news: que el nuevo virus fue creado en un laboratorio de Wuhan como parte de las armas biológicas de China y por error se les escapó; que el virus fue creado por una conspiración de un consorcio internacional para vender vacunas; que el virus se mantiene en el aire y todo el mundo lo respira; que si se reciben paquetes o cartas de China es posible contagiarse…
La teoría del virus mutado y escapado de laboratorio por falta de seguridad fue lanzada también por personas insospechadas, como Francis Mojica, profesor español titular del Departamento de Fisiología, Genética y Microbiología de la Universidad de Alicante, y candidato al Nobel por su labor pionera en técnicas de edición genética. Si bien no fue una noticia falsa, sí podría decirse que al menos se trató de una conclusión apresurada. Lo cierto es que la prestigiosa revista científica New England Journal of Medicine publicó que en Alemania una persona que había regresado sin síntomas de China había contagiado a otra.
Esta información abría un panorama muy complicado para controlar la diseminación del virus. ¿Qué hacer si lo pueden transmitir personas sin síntomas? Sin embargo, la publicación tuvo que retractarse una semana después. La persona sí tenía síntomas al regresar desde China: el contagio no había sido a partir de alguien asintomático.
La agenda interrumpida
La información va y viene a cada minuto, las pantallas están inundadas de barbijos y rostros orientales. Toda la preocupación parece estar puesta en la expansión del virus. "Estas epidemias on line captan nuestra atención y nos hacen olvidar de otras enfermedades transmisibles que dejan tendales de muertos y están muy vigentes. No pensamos que murieron un millón y medio de personas por tuberculosis en el mundo en 2018 y por VIH/sida más de 770 mil. Nadie habla de esas muertes, se olvidan…", dice desde Barcelona el profesor Joan Caylá. Justamente en esa ciudad se suspendió el Mobile World Congress 2020, el evento mayor sobre móviles de todo el mundo que se iba a realizar en Barcelona. Se esperaban al menos 110.000 asistentes, de los cuales 6500 vendrían de China. Catalanes y chinos se opusieron a la suspensión, pero el resto de los países insistieron sobre los peligros de un eventual brote. Para la Generalitat supuso una pérdida de 500 millones de euros y 15.000 puestos temporarios de trabajo. Y ninguna aseguradora se hizo cargo de la inversión perdida.
Desde el Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús, el doctor Hugo Spinelli dice que hoy, en nuestro país, es mucho mayor el riesgo de contagiarse tuberculosis viajando en colectivo que cualquier otro virus venido de afuera. "En este momento el riesgo mayor es la epidemia de dengue, que este año impacta con especial virulencia –dice–. Pero además de eso, cada año hay 10.000 nuevos casos de tuberculosis y mueren 1000 personas, y esto no viene de ahora sino de hace mucho tiempo. Tenemos 2100 nuevos casos de sífilis congénita por año; chagas con un millón y medio de infectados; 4000 nuevos casos de VIH, muertes violentas… Estos temas, que son bien cercanos a nosotros, no aparecen como noticia. La verdadera epidemia en realidad es la desigualdad".
Impacto y respuesta global
El impacto económico de una epidemia es muy difícil de calcular con exactitud mientras se está produciendo. "Pero es siempre importante –escribe vía e-mail David Bloom, epidemiólogo y economista de la Escuela de Salud Publica T. H. Chan de la Universidad de Harvard–. Seguro abrumará al sistema de salud y limitará la capacidad para atender cuestiones rutinarias, agravando el problema. Las epidemias, además, generan ausentismo laboral de enfermos y cuidadores y una baja global de la productividad".
Valga aquí el dato: en China, por ejemplo, se dejaron de vender 350 millones de pasajes de avión cuando se suspendió la tradicional fiesta de celebración del Año Nuevo.
El temor al contagio y el aislamiento, según Bloom, suspenden la asistencia a las escuelas y lugares de estudio, causan el cierre de comercios, la interrupción de servicios públicos vitales y desalientan las inversiones, tanto locales como extranjeras. El turismo es otra víctima. La economía queda virtualmente detenida.
Las cuentas de las pérdidas ocasionadas por el coronavirus no están cerradas, pero según publicaciones especializadas una disminución del 2% del Producto Bruto Interno (PBI) para China. Al mismo tiempo, al ser socio comercial de más de un centenar de países, esa actividad se verá disminuida tanto para vendedores como compradores. Y esto nos impacta: China es actualmente nuestro segundo socio comercial, y el primero para Brasil.
Bloom agrega que no solo la globalización, con sus viajes intercontinentales, sino también el cambio climático y la creciente urbanización son factores que favorecen la proliferación de epidemias. "Por eso, invertir en agua limpia, saneamiento, infraestructura urbana y nutrición son herramientas básicas que deberían ponerse en marcha en todo el mundo para estar preparados ante un brote", asegura.
Una de las grandes tareas urgentes, en palabras de Bloom, es constituir un Consejo Técnico Mundial sobre Amenazas de Enfermedades Infecciosas (Global Technical Council on Infectious Disease Threats). Deberían, en su opinión, constituirlo organismos como la OMS, la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (Gavi), la Coalición para Preparación de Innovaciones en Epidemias, el Centro de Control de Enfermedades (CDC) y empresas farmacéuticas, entre otros.
"Esta epidemia destaca la necesidad para la comunidad mundial de pensar de manera más integral sobre la preparación, la vigilancia, la anticipación de la aparición de patógenos, la mitigación de riesgos y la respuesta –concluye Daniel Cadarette, colega de Blomm en el Departamento de Salud Global y Población de la Escuela de Salud Pública M. T. Chan de Harvard–. Quizás, si ese Consejo que preconizamos se hubiera establecido en 2003, con el SARS, hubiéramos estado más avanzados en la investigación y desarrollo de una vacuna contra el Covid-19".