Sólo así es posible vencer prejuicios y miedos al trasplante de órganos
A pesar de que las técnicas empleadas en los trasplantes de órganos se han perfeccionado en estos últimos treinta años, en nuestro país las donaciones espontáneas no son suficientes para cubrir la demanda de 6000 pacientes en lista de espera.
¿Por qué no donamos nuestros órganos? El desarrollo y perfeccionamiento de nuevas tecnologías científicas al servicio de la medicina generan lentamente un cambio de ideas respecto de temas trascendentes, como son la vida y la muerte.
La trasplantología es una alternativa de vida que, a diferencia de otras técnicas quirúrgicas, implica la decisión personal de ser donante, así como una actitud solidaria y altruista no presentes en otras cirugías.
Por el contrario, la donación en muchos casos deviene en respuesta a un pedido desesperado y no como consecuencia de una decisión personal, fruto de la información, educación y libre expresión del donante.
En tanto que muchas personas fallecen por no recibir el órgano que les permitiría continuar la vida, ¿podríamos pensar que la población no es solidaria? ¿O existen diferentes causas que limitan la donación en vida para después de la muerte?
Razones subjetivas
Son muchas las causas que limitan la donación. Por empezar, el desarrollo humano no es paralelo con la evolución tecnológica y muchos trasplantes se tornan impracticables por causas ajenas a la medicina.
Otras causas suelen ser el miedo o negación a la muerte, el temor a que se acelere la muerte después de haber donado, a que los órganos se ablacionen en vida, al sufrimiento del cadáver, así como ideas religiosas, mitos, prejuicios, fantasías de fragmentación del cuerpo, desconfianza hacia los organismos encargados del procedimiento, desconocimiento respecto de adónde deben dirigirse para donar, etcétera.
Tales circunstancias de naturaleza subjetiva pueden verse agravadas por la dificultosa conservación de los órganos ablacionados y la omisión de información a los centros de procuración de órganos de las personas diagnosticadas con muerte cerebral.
Entender y asumir la problemática de la muerte fue y es en la historia de la humanidad un tema conflictivo. Diferentes teorías, culturas y religiones han dado sus respuestas transmitiendo sus creencias.
El psicoanálisis explica que al no haber representación de la muerte en el inconsciente, puede en consecuencia ser dificultosa la tarea de generar acciones respecto de ella. Sin embargo, el avance de la trasplantología nos enfrenta a tener que adoptar una actitud proclive o no a la donación de órganos.
La complejidad, los temores, las fantasías y el rechazo que en muchos casos despierta el tema exige mayor y más adecuada información, para que la población pueda adoptar o no una decisión consciente y asumir o no su compromiso solidario.
Acciones preventivas
Si bien el número de personas que necesitan un trasplante es limitado, ningún ciudadano está exento de requerirlo en un futuro para seguir viviendo. Aun de realizarse campañas de información programada, por las difíciles vicisitudes implicadas, las donaciones cadavéricas no satisfarían el número de órganos necesarios para cubrir la demanda.
En consecuencia, en vez de convertir a los ciudadanos compulsivamente en donantes, como se pretende (salvo que expresen su negativa), se debería accionar preventivamente incorporando la temática en los distintos niveles de enseñanza, con relación al cuidado y funcionamiento de los órganos en vida de la persona.
Crear acciones saludables en una población solidaria, pero fundamentalmente consciente e informada, conllevaría a que muchas muertes pudieran ser evitadas.
La autora es psicóloga clínica, docente de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UBA
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