Nogoyá. Allanaron un convento por denuncias de torturas
Las monjas intentaron evitar el ingreso policial; aseguraron que se realizaban castigos con látigos
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PARANÁ.- En la madrugada de ayer policías y funcionarios judiciales allanaron un convento de monjas carmelitas en la ciudad entrerriana de Nogoyá. Durante el procedimiento se secuestraron elementos de pruebas, como látigos y cilicios, ya que el caso se inició a partir de una denuncia periodística que dio cuenta de una situación de castigos físicos contra las religiosas y un régimen durísimo de disciplinamiento con sesiones de autoflagelación.
A las 5,30, los policías debieron romper la puerta de ingreso al convento de esta localidad que está situada a 110 km de Paraná, debido a que las autoridades del lugar se resistieron a acatar la orden judicial y mantuvieron cerradas las puertas del convento.
El allanamiento fue realizado por el fiscal Federico Uriburu, tras la publicación de la revista "Análisis", que en su edición de ayer reveló que las carmelitas descalzas de Nogoyá son sometidas a un cuadro de disciplina con autoflagelación que incluye golpes con látigos y la aplicación de cilicios para provocarse dolor y heridas físicas.
Además, un médico forense revisó a las religiosas para constatar las lesiones provocadas por las torturas. "Se hizo una revisión muy superficial, respetando cuestiones religiosas y del modo de vida de cada una", explicó el fiscal. Se trató de una inspección de las manos y rostro para acreditar si presentan lesiones, golpes u otros signos de tormentos y torturas. El fiscal aclaró que la investigación se inició de oficio y que, en principio, la acción preliminar quedó caratulada como privación ilegítima de la libertad agravada, aunque "no hay ninguna imputación" ni aún se dispusieron detenciones.
El fiscal Uriburu reveló que la madre superiora "opuso resistencia" al procedimiento judicial y "no permitía el ingreso al convento", por lo que los policías tuvieron que "utilizar la fuerza y romper una puerta del convento".
Según la publicación periodística, en el convento, que fue inaugurado en 1991, viven actualmente 18 monjas, que son sometidas a situaciones de desnutrición, obligadas a provocarse dolor mediante el uso de látigos, cilicios y mordazas. Todo eso se practica como método de autoflagelación impuestos por la madre superiora, Luisa Toledo, que en el ámbito religioso es conocida como Madre María Isabel, según la nota que firma el periodista Daniel Enz.
"Las cosas que allí pasaban eran propias de una película de terror, pero nadie habla. Nos lavaban el cerebro; las torturas mentales y físicas eran moneda corriente", contó una mujer que, tras ser monja en el convento y se animó a hablar fue fuente reservada para el artículo.
El convento de las carmelitas de Nogoyá es un desprendimiento del monasterio situado en Concordia y fue fundado con el aval del entonces arzobispo de Paraná, actual cardenal Estanislao Karlic.
La misma fuente, al ser consultada sobre la falta de trascendencia de esas prácticas medievales, dijo que "no se cuenta porque existe un voto de silencio y se cumple a rajatabla"
La revista reveló cómo es el régimen de vida en el monasterio. Se señaló que las habitaciones son de tres por tres metros, cuenta con una cama-catre con patas de hierro y una tarima de madera sobre la que se apoya un colchón de paja con chala de choclo. El lugar carece de cualquier comodidad elemental, al punto que las sillas no tienen respaldos. En invierno las monjas son obligadas a andar descalzas y en verano a vestir prendas de lana.
La denuncia dio cuenta de que la atención médica a las internas se produce en casos de extrema necesidad, y que se busca evitar el contacto de profesionales de la salud con las religiosas. Las atenciones en el hospital público de Nogoyá, llamado "San Blas", se han realizado siempre durante la madrugada para evitar el mayor contacto posible con personas.
Las religiosas son aisladas del mundo exterior. No pueden tener contacto físico con sus familiares, dentro de las pocas visitas autorizadas. Una de ellas no pudo ver a su padre por diez años, porque se había divorciado de su madre y por ende era "un pecador público".
Las monjas nunca se pueden mirar al espejo porque en el convento se considera que es símbolo de "vanidad". Y si alguna de ellas intenta ver su reflejo en el vidrio de una ventana, habrá un inmediato castigo. Los testimonios dan cuenta de que hubo veces que solamente se podían bañar una vez cada siete días.
Las carmelitas descalzas del convento de Nogoyá vienen sufriendo torturas psicológicas y físicas, todo a la vista de las autoridades de la Iglesia, según indica la revista.
El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, que tiene jurisdicción sobre Nogoyá, se quejó por el allanamiento dispuesto por la justicia provincial al afirmar: "Ante una denuncia de una revista ya se allana un convento como si fueran vendedores de droga. Hay instancias de diálogos que son mucho más fáciles. Podía ir el fiscal a tocar timbre y actuar de una manera más pacífica".