Fallo. Condenan a 16 años a dos ex comisarios de la Federal
Acusados de haber torturado a dos policías para que confesaran su participación en el secuestro de Mauricio Macri
Dos ex comisarios de la Policía Federal fueron condenados a 16 años de prisión, al ser hallados culpables de haber torturado a dos efectivos de la fuerza para que confesaran haber participado en el secuestro extorsivo del actual jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri .
Se trata del ex jefe del Departamento Delitos Complejos, comisario inspector (R) Carlos Sablich, y el comisario (R) Carlos Jacinto Gutiérrez, quienes fueron condenados por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 19, que los halló culpables de los delitos de privación ilegal de la libertad agravada y tormentos, según informó la agencia de noticias Télam.
En el mismo fallo fue condenado a tres años de prisión por el delito de encubrimiento el ex secretario judicial Albano Larrea, colaborador del entonces juez Nerio Bonifati, ya fallecido, mientras que Alberto Alejandro Armentano fue absuelto por el beneficio de la duda, y Julio Roberto Ontivero, por falta de pruebas.
Los camaristas Horacio Barberis, Raúl Llanos y Alberto Ravazzoli dictaron las condenas tras un juicio oral que se inició en octubre del año pasado por la privación ilegal de la libertad y tormentos en perjuicio del ex sargento Juan José Bayarri y su padre, Juan Carlos Bayarri, también policía y ya fallecido.
En la etapa de alegatos, el fiscal Eduardo Marina había pedido 19 años de prisión para Sablich, Gutiérrez y Larrea, mientras que para Armentano solicitó 16 años y para Ontivero, la absolución.
Según constancias del expediente, Bayarri (hijo) permaneció 13 años preso hasta que la Justicia determinó que había confesado bajo torturas, lo que originó una presentación en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que ordenó indemnizarlo y avanzar en la investigación.
Mauricio Macri, cabe recordar, fue secuestrado a la 1.15 del 24 de agosto de 1991, en la puerta de su casa de Barrio Parque. Según lo publicó LA NACION por aquel entonces, Macri apenas cabía en el ataúd que le habían preparado. Luego de pelear con los tres delincuentes que lo sorprendieron cuando llegaba a su domicilio, en Tagle 2804, y después de que uno de ellos le pegó un puñetazo en la cara y otro lo tomó del cuello por atrás, el empresario advirtió que no se trataba de un simple robo. Confirmar tal presunción le llevó unos pocos segundos.
Macri apenas podía respirar dentro del féretro de madera fijado a la parte trasera de una combi Volkswagen blanca hacia la que lo habían empujado. Casi en una sola acción, le vendaron los ojos, le pusieron una capucha en la cabeza, le sacaron el traje beige y el reloj que llevaba, y ataron sus manos con alambre y cinta adhesiva.
Una vez que estuvo inmovilizado dentro del cajón, dos de los delincuentes cerraron el ataúd y se sentaron sobre la tapa, mientras el tercero puso en marcha la camioneta.
Macri nunca quiso relatar a la prensa cómo fueron aquellos doce días que pasó cautivo en la llamada "la caja", tal como los secuestradores denominaban la habitación de tres metros por dos construida en el sótano de la casona de Garay 2882, en Parque de los Patricios, con un inodoro químico y con un hueco de 20 cm de diámetro en el techo, por el que le pasaban la comida. Luego fue liberado el 5 de septiembre en la zona del Bajo Flores, después de un pago de seis millones de dólares que dos días antes había efectuado su padre, el empresario Franco Macri.
Por el hecho, siete ex policías miembros de la denominada "Banda de los comisarios" fueron condenados en 2001 a penas de hasta reclusión perpetua por el juez federal Rodolfo Canicoba Corral.
La pena máxima la recibieron los ex policías federales José "Turco" Ahmed, Miguel Ángel "Jopo" Ramírez y Juan Carlos Bayarri, mientras que recibieron penas menores Carlos "Pocho" Benítez, Ramón "Mario" Ávalos, Héctor Ferrer y Raúl González.
Mediante una causa que tramitó paralelamente, se estableció que Bayarri había confesado su participación bajo torturas, luego de ser interceptado junto a su padre por hombres vestidos de civil en la ciudad bonaerense de Sarandí, e introducido maniatado y con los ojos vendados en un vehículo.
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