Drogas. Anularon 24 búnkeres de los violentos clanes que operan en la villa 31
Las bandas de narcomenudeo que operan en la villa 31 representan un motivo especial de preocupación para las autoridades porteñas. Es que dos antagónicos grupos criminales se mantiene allí en constante tensión y esas disputas tienden a dirimirse con la contundencia de las balas.
Los clanes conocidos como Gente del Pueblo y Los Sampedranos procuran siempre expandir sus territorios. A comienzos del año pasado se activaron las alarmas oficiales por tres asesinatos –entre ellos, el de un policía con problemas de adicciones– que señalaban el potencial inicio de otra guerra por el control de la venta de drogas en el asentamiento ubicado en el barrio de Retiro. Se lanzaron entonces operativos especiales contra esas dos organizaciones criminales y el año se cerró sin nuevas muertes por ajustes de cuentas. Y en busca de quitar a esas bandas los estandartes que marcan su presencia barrial, la Policía de la Ciudad logró cerrar definitivamente 24 búnkeres usados para la comercialización de estupefacientes.
Los vendedores de drogas –clanes que en este caso se dividen de acuerdo con el origen de sus integrantes, peruanos que se integran en Gente del Pueblo y paraguayos que se agrupan en Los Sampedranos– tienen en sus puestos de comercialización de sustancias ilegales la bandera con la que marcan la presencia física en un territorio. Por eso, las autoridades porteñas también apelaron a transformar a esos lugares en un símbolo de la reacción estatal. Cuando se descubre uno de los búnkeres –viviendas especialmente acondicionadas para dar seguridad a esos criminales– se tabican sus puertas y ventanas para que los vecinos puedan tener una imagen concreta de la respuesta oficial al desafío de los clanes narco.
"Hemos logrado cerrar 24 búnkeres donde se vendía y fraccionaba droga. Este el es camino que hemos trazado con Horacio (por Rodríguez Larreta) de luchar contra las mafias del crimen organizado en estos lugares que lastiman a nuestros hijos", comentó el vicejefe del gobierno porteño Diego Santilli, que está a cargo del Ministerio de Justicia y Seguridad.
"Seguimos en esta lucha contra en narcotráfico, en este caso tabicando y cerrando los lugares donde se vendía droga. Es una forma de recuperar el barrio para lo vecinos y hacer una ciudad más segura", dijo el secretario de Justicia y Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro.
Uno de esos operativos especiales fue concretado en noviembre pasado, cuando un grupo de policías se movió por la villa 31 disfrazados como barrenderos, recolectores de residuos y vendedores ambulantes para coordinar una redada en una zona de complejo acceso para uniformados, ya que las bandas tienen montados un sistema humano de alarma, con "soldaditos" que reportan todo movimiento anormal en alguna problemáticas manzanas de ese barrio en Retiro.
Esos ojos de los clanes narco tienen como réplica gubernamental la mirada electrónica que permiten las 75 cámaras instaladas en la villa 31. En septiembre pasado fue inaugurado allí una oficina de videovigilancia para monitorear 24 horas los pasillos más importantes de ese asentamiento. Para las autoridades porteñas, esa observación permanente de las cámaras permite no solo la lucha contra la venta de drogas, sino también evitar casos mortales de peleas por temas ajenos a las bandas narco. Con esas cámaras y la presencia en el lugar de un cuerpo de policía barrial se pudo disminuir la conflictiva social fuera de la lucha de las bandas.
Estructuras criminales
Desarmar a esos clanes es más complejo por las estructuras internas de comando y control que evitan la desintegración de la banda por la caída de algunos de sus operadores callejeros. Por ejemplo, el clan conocido como Los del Pueblo era dirigido directamente desde Perú por su deportado líder. Alionzo Rutillo Ramos Mariños es conocido como Ruti en los pasillos de la villa 31. En los últimos días de 2019 fue condenado por el Tribunal Oral Federal 3 a una pena unificada de 24 años de prisión. Su historia de violencia alcanzó a los dos grandes asentamientos porteños, ya que llegó a la villa 31 luego de perder la guerra narco por el control de la villa 1-11-14 frente a Marco Estrada González. Había recibido una sentencia a 18 años de prisión como responsable de los cinco asesinatos cometidos en la llamada masacre de Nuestra Señora de los Milagros, registrada en Flores en 2005. Fue expulsado a Perú y desde allí manejó la venta de drogas en Retiro. En 2018 fue extraditado y el año pasado, condenado.
La cárcel no frena la línea de órdenes de los jefes narco. También está preso César Morán de la Cruz, conocido como el Loco César, pero sus lugartenientes y soldados siguen sus directivas, según quedó en claro en varios expedientes judiciales. En la complejidad de esas estructuras criminales tuvo mucho que ver Ruti, con su pasado en Sendero Luminoso, ya que copió aquí el esquema conocido en su paso por la organización terrorista.
Mientras se avanza paso a paso en el camino a desmantelar a esas bandas criminales, el símbolo de la recuperación de los puntos de venta de droga tiene importancia para los vecinos, ya que en muchos casos se trata de viviendas tomadas por la fuerza por los soldados narco.ß