La macabra historia de un "pai" que abusó de su hija durante diez años
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Los sábados, Atilio arreglaba la habitación de su casa que había elegido para realizar la ceremonia umbandista que lo transformaría en "pai". En el cuarto de al lado, Soledad esperaba, petrificada. Su hermana, María, la miraba, mientras ideaba un plan. De repente, tomó su celular y llamó a la remisería de la otra cuadra, en José C. Paz. "Soledad, vení y ponete la pollera, te estamos esperando con tu mamá, dale", la apuró Atilio. La chica tembló. Su hermana le dijo: "Ponete la pollera por encima del pantalón y andá. Cuando yo te grite ‘¡corré para la puerta!’ vos corré. Te voy a estar esperando con un remís". Soledad caminó despacio hacia la otra habitación. No quería pasar por esa situación nunca más: ya no quería que su padre volviera a abusar de ella. Nunca más.
Lo lograron: juntas llegaron a lo de una abuela y, ya más tranquilas, fueron a la Comisaría de la Mujer de José C. Paz para denunciar a su padre. Hoy, un año y medio después de aquella decisión liberadora, está detenido, procesado por abuso sexual de menores agravado por el vínculo. El apellido del acusado se omite para no develar la identidad de las chicas, que son menores y en este artículo serán nombradas con un nombre ficticio.
Según consta en el expediente, al que accedió LA NACIÓN, la madrugada anterior a aquella decisión trascendental para el destino de las hermanas, Soledad le había contado a María, arrasada por el llanto, la pesadilla que vivía cada vez que se quedaba a solas con su padre. Él se aprovechaba de ella, la tocaba, la penetraba y, luego, la manipulaba para que no contara nada. Los manoseos, le confesó, habían empezado cuando tenía siete años, y cuando se convirtió "en mujer", a los 12, llegó lo peor.
Pero la noche del 11 de marzo de 2017 fue distinta. Unas horas antes de que Atilio empezara con los preparativos para la ceremonia del rito umbandista junto a la madre de Soledad, le habían dicho que esa noche iban a "compartir la cama los tres". La tercera era su propia madre. Soledad no aguantó más y se quebró ante su hermana. Le contó la macabra trama que vivía en su propia casa con la complicidad de la madre de ellas desde hacía años.
En la sala donde se haría el ritual, los padres de Soledad y María no estaban solos. Había más personas que esperaban la entrada de la chica. Soledad cruzó la puerta y esperó a que su hermana le avisara para escapar. Cuando entró en el cuarto llevaba la pollera por encima del pantalón. El culto religioso en el que, en ocasiones, deguellan gallinas para derramar su sangre e invocar a los espíritus ya había comenzado. Sus padres ya estaban "poseídos". En trance, él ya no era Atilio: era "pai" y su mujer, la "mai". El frenesí envolvió la habitación. Entre cocaína, alcohol y cantos místicos, Soledad observaba, mientras esperaba la señal para huir.
Soledad escuchó el grito de María y corrió como nunca antes lo había hecho. Mientras, la madre convertida en "mai" y corporizando el espíritu de una tal "Padilla", le rugió que no se fuera. Con los ojos desorbitados cruzó su dedo gordo por el cuello, de lado a lado, en señal de que las iba a matar a ella y a su hermana. Pero ellas volaron en el remís hasta la casa de su abuela, que esa noche se enteró de todo lo que pasaba en la casa de su propia hija.
Según surge de la investigación judicial, Atilio era un hombre violento. "Nosotras nunca hablábamos con él porque nos golpeaba. Nos pegaba en la cabeza, agarraba palos y nos dejaba marcas", contó María ante la Justicia. Pero el "pai" estaba obsesionado con Soledad. Tras una de las tantas violaciones, Soledad tuvo un atraso en su menstruación. Luego supo que había quedado embarazada.
Atilio entró en pánico y le dijo que si continuaba con la gestación iba a tener que mentir y decir que había estado con "algún compañerito". Soledad estaba devastada. Finalmente, tuvo un aborto espontáneo. Del tema habló poco con su hermana. Nunca le dio demasiados detalles. Pero aquel 11 de marzo, cuando escaparon y terminaron en la Comisaría de la Mujer y la Familia de José C. Paz, se liberó y, en la cámara Gesell, contó en detalle las perversiones, tormentos y abusos que sufrió a manos de su padre.
Se abrió una causa que quedó a cargo de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N°14 de San Martín especializada en delitos sexuales, conducida por el fiscal Mario Marini. Al cabo de una larga pesquisa, Atilio fue detenido el 9 de octubre pasado y está procesado, con una pena en expectativa de 18 años de encierro.
La última vez que las hermanas vieron a su padre fue en el velatorio de la abuela. Pocos meses antes de terminar tras las rejas, Atilio apareció allí sin que nadie lo convocara, de la mano de su esposa. Caminaron entre las personas que habían asistido al velorio, que los observaban. Él se acercó a Soledad y frente a todos le dio un beso en la mejilla. Después, la miró fijo. La chica, como congelada, no abrió la boca, pero su cara, transfigurada, decodificaba el dolor que la corroía por dentro. La familia echó al "pai", para nunca más volver a verlo.