La desesperación de una familia que busca a su hija hace cuatro años
Durante la madrugada del 30 de agosto de 2015, una cámara de seguridad de la localidad bonaerense de San Miguel del Monte registró a Camila Cinalli sobre la ruta nacional 3, mientras regresaba a su hogar. Antes, la adolescente intentó encontrarse con una amiga, que la citó en la laguna de la ciudad –adonde suelen reunirse los chicos de la zona– pero finalmente no pudieron verse.
Fue entonces que la adolescente, que por aquellos días tenía 15 años, envió algunos mensajes de texto, y luego su celular se apagó. A partir de ese momento, nadie supo de ella. Pocas horas después del momento de la desaparición, su madre la llamó, extrañada porque la chica no había pasado por la casa a tomar mates, al igual que cada día. Pero Camila –que debía volver a la casa de su padre, donde vivía– no atendió el llamado.
Según un informe oficial del Ministerio Público (MPBA) se iniciaron durante 2018 en la provincia de Buenos Aires 518 investigaciones por delitos vinculados con la trata y la explotación sexual; y fueron rescatadas 56 mujeres, que tenían mayoritariamente entre 12 y 19 años.
Han pasado ya cuatro años de la desaparición. La angustia y el agobio de la familia crecen día a día. La madre de la joven, María José Herrera, dijo a LA NACIÓN: "Sigue vigente una recompensa de $500.000 para quien aporte algún dato sobre la desaparición de mi hija, pero nadie denuncia. Existe un temor por las posibles represalias. Yo creo que ella fue entregada a una red de trata de personas".
Según informó la madre de la joven, actualmente la desaparición es investigada en los juzgados federales de La Plata. Durante los años de búsqueda, la familia ha viajado por diferentes ciudades, siguiendo el rastro de pistas que surgían de la investigación. Sobre el doloroso peregrinaje, María José dijo: "Nosotros no sabíamos ni siquiera que existía la trata de personas. No sabíamos qué era. Fuimos aprendiendo sobre el camino. Después de tanto tiempo, no hay novedades en la causa. Mi hija es una chica tranquila, humilde, tímida. Ahora tiene 19 años. Sus hermanos me acompañan siempre a las marchas".
Esa triste noche de agosto de 2015, la adolescente debía encontrarse con algunas amigas de su escuela. Sin embargo, la sospecha aún firme de la familia es que fue engañada por dos vecinas, mujeres adultas vinculadas con el bajo mundo del narcotráfico y la prostitución, que, conscientes de que Camila es despistada y confiada, utilizaron a las propias amigas de la chica para tenderle una trampa. Y luego raptarla.
Fui a la comisaría, pero no me quisieron tomar la denuncia; dijeron que ella iba a volver
La familia recordó que en todo este tiempo se realizaron operativos policiales en prostíbulos de Santa Clara del Mar y de Tucumán. Hubo búsquedas con perros, con helicópteros. También se allanaron prostíbulos clandestinos en San Miguel del Monte, y –por aquellos días– fueron ellos quienes denunciaron públicamente que esos focos de explotación, visibilizados después de la desaparición de Camila, contaban con protección de las fuerzas de seguridad de la ciudad.
Los policías locales, acusados por la familia Cinalli de proteger prostíbulos de la zona, se hicieron conocidos este año luego de disparar contra tres adolescentes y un joven que murieron durante una infundada persecución. Ese hecho se conoció como "La masacre de Monte"
Pese al cansancio y la falta de pistas nuevas, la madre de la chica igual evoca una y otra vez los momentos previos y posteriores a la hora exacta en que Camila desapareció, porque sabe que los detalles son esenciales para mantener viva la búsqueda. "Acá hay mucha droga", explica la mujer, para describir la cotidianeidad de la ciudad.
Según un informe oficial del Ministerio Público (MPBA) presentado recientemente, se iniciaron durante 2018 en la provincia de Buenos Aires 518 investigaciones por delitos vinculados con la trata y la explotación sexual. Fueron rescatadas 56 mujeres, que tenían mayoritariamente entre 12 y 19 años, según información oficial.
Sobre aquella noche en que su hija desapareció, María José subraya que la joven no llevaba ni documentos, ni un bolso, ni elementos personales que permitan configurar una idea acerca de una fuga del hogar: "Fui a la comisaría, pero no me quisieron tomar la denuncia. Dijeron que ella iba a volver. Pasó una semana hasta que comenzó la investigación. Realizaron rastrillajes, pero no encontraron ni una pista".
Fue justamente María José quien tomó una de las últimas fotografías de su hija. Todas las tardes compartían mates juntas. La joven -que vivía en otra casa con su padre- jamás se ausentaba de esas reuniones diarias que, en una humilde cocina y alrededor de una pava, congregaban a una madre y su hija.
En esa fotografía, Camila hojea una revista y mira la cámara con cierto desgano y una sonrisa de ternura para su madre. Tiene unas zapatillas negras, jeans, y un buzo azul con letras blancas. Sobre la mesa hay un mantel impermeable floreado y un paquete de yerba. María José mira la foto de su hija. Narrar el pasado, intentar seguir viviendo en el presente, para ella es igual que recibir una puñalada: "Bueno, ya no puedo recordar más. Gracias".
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