Cocaína adulterada. El drama de las familias de los internados: “Seguimos esperando, viviendo el día a día”
Desde la fatídica madrugada del 2 de febrero, se acercan al Hospital San Bernardino de Hurlingham para saber cómo evolucionan sus allegados; son los casos que continúan en terapia intensiva, uno de ellos en estado grave
Es casi mediodía, momento en que las familias de las víctimas por haber consumido la cocaína adulterada con carfentanilo reciben el parte médico en el Hospital Municipal San Bernardino, de Hurlingham. Hasta aquí llegaron, como pudieron, parte de los 24 fallecidos y los 84 sobrevivientes de la droga letal, el pasado 2 de febrero. Diez días después, solo quedaban tres pacientes en la sala terapia intensiva de este centro asistencial. El resto está distribuido en otros hospitales de la zona. Tras un rato de espera, por fin, sale una médica con ambo azul y canta los apellidos. Dos familias dicen “presente”, y una tercera, por alguna razón, no ha podido asistir. Desde aquella madrugada trágica, dicen, no les queda otra opción que “vivir el día a día”.
Beatriz, madre de Ariel, de 41 años, llegó al hospital con un andar apurado, urgente, como si estuviese viniendo a verlo por primera vez, después haberlo encontrado a “tirado en la cocina” y “en paro”. Sin embargo, aquí mismo estuvo aquella jornada fatídica y los días que siguieron, excepto cuando los médicos le informaron que Ariel había contraído Covid-19 y le pidieron que no fuera hasta que se hisope. “Gracias a Dios di negativo, acá estoy”, dijo Beatriz a LA NACION.
“Los médicos me dijeron que se salvó de milagro, no saben cómo, porque estaba muy grave. Llegó a tener tres infartos”, contó la mujer, acompañada de sus otros hijos y un nieto, que llevaba puesta una camiseta de básquet de LeBron James. Y aclaró que el caso de Ariel es particular porque, además, tuvo “complicaciones neurológicas y cardiorrespiratorias”.
“Ahora está desconectado [del respirador], come y están viendo la posibilidad de pasarlo a sala. Hoy lo pudimos ver desde lejos, detrás del biombo transparente. Me reconoció, me dijo ‘hola, mamá’, que es lo más importante para la parte neurológica”, afirmó Beatriz. “Pero vamos a ver con qué novedad me encuentro mañana, porque esto es así, cambiante. Hay que seguir esperando y viviendo el día a día”, reflexionó.
Además, la mujer aseguró que están “atentos” a la aparición del síndrome de abstinencia, ya que “hasta ayer no se lo podía desatar [de manos] porque estaba tremendo”. “Hay que orar por eso, para que no lo vuelvan a entubar. Están probando”.
Y explicó que “hay estudios que aún no se le pueden hacer, como la tomografía computada”. Según los médicos, para realizarla “tiene que seguir respondiendo bien [a la desconexión del respirador], así pueden subirlo a otro piso, algo que todavía no quieren hacer, por temor a desestabilizarlo”.
Beatriz confía en la evolución de su hijo, pero no cree que la batalla esté ganada. “Hubo un día en que los médicos intentaron sacarle el oxígeno un par de horas, pero enseguida se puso mal, vieron que los latidos del corazón habían bajado, así que concluyeron que lo primordial era mantenerlo entubado. De modo que hay que esperar que siga evolucionado como hasta ahora”, aseguró Beatriz.
La familia de Leonardo, de 39 años, también se acercó a recibir el parte médico al Hospital San Bernardino el viernes al mediodía. Sin embargo, las noticias para ellos “no fueron muy alentadoras”. “Mi cuñado sigue en estado grave, está entubado y con respirador. Además, le subió la fiebre -llegó a tener 40°C- y tiene un pulmón ‘blanco’”, contó María a LA NACION.
Y precisó: “No está sedado por completo, entonces se acelera. Ya se despertaron todos menos él, que empeoró, y no sabemos por qué. Lo único que sabemos es que le dieron un sedante para elefantes” mezclado con la cocaína que compró en Puerta 8, el asentamiento de Loma Hermosa donde se vendió gran parte de las dosis de droga adulterada.
“Anteayer se quiso despertar, entró alguien a verlo, le hablaron y pudo abrir los ojos. Pero enseguida se puso nervioso y quien entró tuvo que salir para que se calmara, y lo volvieron a dormir de nuevo”, detalló María.
Se mostró confiada en que su cuñado va a tener una “evolución muy lenta” porque “no tiene ninguna patología previa, por eso sigue adelante, pese a la gravedad de su cuadro”. “Su mejoría va a llevar un tiempo porque, así como está, tampoco lo pueden mover ni trasladar a ningún lado”, sostuvo.
Por su parte, Beatriz sumó la cuestión de la abstinencia a los estupefacientes como una variable que complica la evolución clínica de las víctimas. “Todos están padeciendo síndrome de abstinencia. Sus organismos están acostumbrados a tener drogas, por eso, cuando se despiertan se ponen mal, que es lo que pasó con mi hijo”, aseguró.
Consultadas por LA NACION, las familias de Ariel y Leonardo confían en la asistencia médica que están recibiendo sus familiares y en que la evolución de sus cuadros clínicos serán favorables. “Hay que ser pacientes. Hace diez días que estamos esperando y vamos a seguir haciéndolo, viviendo el día a día. Esto es así”, resumió Beatriz.
La historia de Ariel y Beatriz
Ariel empezó a consumir cocaína a los 14 años. Su madre, Beatriz, se enteró de que lo hacía dos años después. Desde entonces, asegura, comenzó su lucha contra las adicciones de su hijo, a quien “vio muy mal” en dos oportunidades. “La primera vez fue fuerte, pero él no perdió la consciencia. Decía ‘¡Mami, me muero! ¡Mami, me muero!’. En cambio, esta vez no, estaba en un paro cardíaco y yo no sabía. Pensé que había consumido un exceso de drogas, no podía hablar ni respirar”, contó.
Y recordó: “Lo encontré tirado en la cocina de mi casa, duro, amarillo, con los ojos para atrás, casi sin respirar. No entendía lo que estaba pasando, la ambulancia no venía, y terminé llevándolo en un auto con un joven que pasó. Ahí me enteré de todo, vi el hospital colapsado de chicos que caían, que iban y venían. Si no hubiese venido ese auto mi hijo se hubiese muerto acá”.
Según Beatriz, el consumo y tráfico de drogas es una problemática que debe abordar la sociedad en su conjunto, con especial énfasis en la juventud. “Falta unidad en todos los ámbitos para salvar a los jóvenes, que son el futuro”, aseguró. Y exhortó: “Primero, a los padres, que no los dejemos solos; segundo, a los hijos, que vean cómo sufrimos los padres cuando consumen; y tercero, a los gobernantes, para que cambien las leyes, necesitamos un cambio de 180 grados”.
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