Preocupación en Bariloche por una ola de robos en casas cuando sus ocupantes no están
Volver a casa y encontrar la puerta forzada. Dentro, las cosas revueltas, otras robadas, la necesidad de hacer un balance de daños y la sensación de saberse vulnerable. Así son los primeros momentos de quienes descubren que fueron víctimas de un "escruche", como se conoce a los robos en viviendas mientras sus moradores no están. Según datos del Ministerio de Seguridad, 2019 fue el año con mayor cantidad de robos desde 2015, con un total de 471.330 denuncias por delitos contra la propiedad, que incluyen los casos de aquella modalidad.
La temporada de verano puede generar que estos hechos se reproduzcan en ciudades que reciben gran cantidad de turistas en esta época del año. Y los ladrones no distinguen entre visitantes y residentes. Por ejemplo, una serie de denuncias de robos en casas de San Carlos de Bariloche llevó a algunos a preguntarse por la situación de la seguridad en la ciudad patagónica, que según los últimos datos disponibles, recibió unos 37.000 turistas entre diciembre y comienzos de este año.
Paula no es una turista. Nació en San Carlos de Bariloche, es bióloga y vive en la zona oeste de la ciudad, en el kilómetro 17 de la ruta nacional 40. "Cuando se relajaron un poco las medidas de aislamiento decidimos ir con mi familia a la playa del Lago Gutiérrez. Volvimos después de unas horas y estaba la ventana abierta. Cuando entramos en la casa estaba todo desordenado, nos habían robado cuatro computadoras, el grupo electrógeno y garrafas, porque acá no tenemos conexión de gas natural", relató Paula a LA NACION.
El robo tuvo lugar durante las dos horas de aquel sábado en que la familia fue a la playa. Los ladrones entraron a través de una ventana pequeña, la única de la casa que no estaba conectada al sistema de alarmas; la forzaron con una barreta. "Creo que nos estaban esperando, porque fue la única vez en esa semana que salimos de casa, y también porque sabían qué ventana no estaba conectada a la alarma".
Lo que más afectó a Paula fue la pérdida de sus computadoras, con información valiosa de su trabajo: "Tenía datos de 15 años de investigación sobre bosques autóctonos. Seguimientos detallados de cómo el cambio climático repercute en las especies nativas y de qué manera eso afecta las restauraciones del bosque", cuenta Paula, becaria del CONICET y licenciada en Biología por la Universidad del Comahue.
Empezó a buscar sus pertenencias en grupos de compra y venta por Facebook. La acompañaba Gabriela, una mujer que también había sufrido un robo similar. Al día siguiente del robo a Paula, un grupo de al menos tres delincuentes entró en su casa de la misma manera, rompiendo una ventana trasera con una barreta, mientras ella y su familia estaban en la playa del lago Nahuel Huapi. En este caso, una vecina los vio cargando la caja fuerte de Gabriela por la calle. Dentro estaba la matrícula de oftalmóloga de Gabriela, joyas de su familia y dinero en efectivo.
"Juntas pudimos encontrar la computadora de Gabriela en una página de Ingeniero Jacobacci [Río Negro] y lo denunciamos ante la policía", recuerda Paula. El fiscal Inti Isla, a cargo de la Unidad Fiscal Temática (UFT) N°5, que investiga ambos casos, contó a LA NACION lo que ocurrió después: "Fue detenida una persona, que imputamos por encubrimiento. Obviamente le secuestramos la computadora robada y se la restituimos a su dueña". Más allá de eso, la pista del caso se enfrió: "Es difícil conectar al detenido con el evento del robo, y el acusado espera su proceso por encubrimiento en libertad", completó el fiscal.
De un lado a otro
Isla sostuvo que es común que las bandas de ladrones roben algo en Bariloche y lo vendan en otro sitio: "Puede ser en otra parte de Río Negro, o incluso más lejos. Hace poco desmantelamos una banda de cuatro hombres que se dedicaban a hacer 'escruches' y enviaban las cosas por correo a la Ciudad de Buenos Aires", cuenta el fiscal.
En la misma calle del barrio Nahuel Malal donde vive Gabriela hay un hombre al que asaltaron tres veces en un mes. Pedro Serrano llegó a Bariloche a mediados de diciembre, en un plan que excedía lo turístico: "Quise tantear la posibilidad de mudarme, aprovechando que podía trabajar de manera remota". Llegó a la ciudad el 12 de diciembre. El 14 asistió al eclipse solar desde ese punto patagónico y el 15 le desvalijaron la casa. Entraron por el frente, al mediodía, y rodearon la propiedad hasta llegar a la parte de atrás. Ahí forzaron una ventana y pudieron entrar para llevarse lo que quisieran.
Ese fue solo el primer episodio que vivió. A los pocos días de empezado el año, fue al centro en su camioneta. Tomó una cerveza en un conocido bar. Al volver a su auto, alguien lo había abierto y le habían robado lo poco que llevaba en él: ropa y una mochila.
El 29 de diciembre, la Cámara de Alquiladores de Autos de Bariloche se reunió con las entidades policiales y los ministerios de Seguridad y Turismo rionegrinos para coordinar acciones que prevengan estos delitos.
Pero a Pedro Serrano todavía le faltaba un golpe más en su corta estadía. Se mudó a otra casa, más lejana, cerca del hotel Llao Llao. El 10 de enero estaba relajándose con su pareja y sus hijos en la planta superior de la nueva casa. Los ladrones entraron en silencio por atrás, en un calco del modus operandi que había sufrido apenas semanas atrás. Mientras los ladrones revolvían los cuartos de sus hijos, la familia Serrano miraba una película por Netflix.
"Pusieron la ropa de mis hijos adentro de las valijas y se las llevaron. No escuchamos nada", relata Serrano, que cree que "estos ladrones deben robar todo el día. No se entiende de otra manera que se muevan sin hacer ruidos, que puedan vaciar una casa en apenas minutos", sostiene.
Oportunismo
Para el fiscal Isla, lo que otros interpretan como planificación podría ser simple sentido de la oportunidad: "En mi experiencia no es tanta la inteligencia. Cuando tenemos filmaciones se ve que es gente que está dando vueltas y cuando ve la oportunidad aprovecha para entrar. No es que marcan las casas y esperan por días, sino que caminan la calle y eligen la que ven más desprotegida", analiza el fiscal.
Según datos que fuentes policiales acercaron a LA NACION, las denuncias por hurtos totales en Bariloche pasaron de 751 en 2019 a 518 en 2020, año atravesado por el aislamiento preventivo por la pandemia. Es decir, una reducción interanual del 31%. Sin embargo, el fiscal Isla reconoce que "cuando bajaron las restricciones sanitarias los casos de hurtos se dispararon, aunque todavía debajo de los niveles de otros años".
Según él, este tipo de casos tienen una frecuencia "cíclica" que se explica por la falta de recursos que enfrenta la policía cuando aumenta la cantidad de habitantes: "Bariloche es muy difícil para hacer prevención, por su topografía, por las distancias. Faltan recursos: la comisaría 27a. tiene una jurisdicción que va desde Cipresales hasta Puerto Moreno, lago y montaña, y por guardia no tenés más de 15 policías". Isla conoce las sensaciones de las víctimas de estos robos porque también sufrió uno: "Hace 5 años me desvalijaron la casa en el barrio de Melipal; perdí 10 años de esfuerzo: computadoras, relojes, la televisión".
Para el fiscal, cuyo caso nunca se esclareció, lo que hace la diferencia en estas investigaciones es contar con registros del hecho: "Las cámaras de seguridad son fundamentales para identificar autos, patentes. Realmente es lo que hace la diferencia a la hora de poder esclarecer estos robos".
Raúl Quinteros es quien está a cargo de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de San Carlos de Bariloche, que controla el sistema de monitoreo por videovigilancia. Se trata de una iniciativa iniciada por la anterior gestión municipal, que fue continuada por el actual intendente, Gustavo Gennuso: "Dividimos la ciudad en cuatro sectores y compramos 94 cámaras de vigilancia, aumentando su número a 100 y repartiendo 25 cámaras por zona", detalla el secretario Quinteros.
Tanto Quinteros como Isla señalaron la importancia de denunciar este tipo de delitos. "Las denuncias de los hechos nos permiten monitorear mejor la situación de cada barrio y sugerir zonas que necesiten más presencia de la policía provincial", detalló Quinteros. "Es importante que la gente denuncie, porque muchas veces objetos de robos pasados aparecen en nuevos allanamientos, y solo es posible restituir esos objetos si está hecha la denuncia", agregó el fiscal. Según datos policiales a los que accedió LA NACION, en el barrio Nahuel Malal, donde les robaron a Gabriela y Pedro, hubo cinco denuncias por robo en 2020, mientras que en la zona donde vive Paula hubo 20 denuncias en los dos últimos años.
Más allá de las cifras, que muestran que Bariloche sigue siendo una ciudad relativamente segura para las vacaciones, queda la sensación amarga de quienes sufrieron este tipo de robos y no encuentran ningún resarcimiento. Ya sea Paula, que nunca recuperó las computadoras ni los datos que contenían, o Pedro, que cambió sus planes para volver a la Ciudad de Buenos Aires, este tipo de robos continúan en todo el país y Bariloche es, en este caso, apenas un botón de muestra de lo que ocurre a nivel nacional.
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