"Vamos Vladi eh, metele eh, vamos Vladi", le grita Eduardo Schultze, el director técnico del equipo de béisbol Los Leones de Lanús, a su bateador cubano, Vladimir Silva, un moreno robusto de 40 años, ex jugador profesional de la liga dominicana. Silva camina con el bate de madera y se pone en la línea de fuego de Samuel Hidalgo, un venezolano de 28 años que es el lanzador de Daom, el equipo contrario. Este levanta la pierna hasta el pecho y la devuelve al piso, mientras su mano derecha se convierte en un látigo que lanza la pelota a 140 kilómetros por hora. Silva batea y Schultze retoma la arenga: "Dale Vladi, corré, corré".
Schultze, de 52 años, es el único argentino en esta secuencia que tiene lugar en un partido del Top 6 de la Liga Metropolitana de Béisbol en la Argentina, el equivalente a la primera división del fútbol. De hecho, en este momento en el campo de juego Los Leones solo tienen a un argentino. Esta situación no es casual, la liga está copada por inmigrantes, en su mayoría venezolanos, que eran profesionales en su país y ahora le han levantado el nivel al torneo local y reavivaron el amor de muchos argentinos por este deporte, que tiene a Estados Unidos como escena principal.
"Llegué a la Argentina en 2003, nací en Santiago de Cuba. En República Dominicana jugué en los Arizona durante cuatro años, luego tuve una lesión en el hombro y me dieron el release. Entonces me vine a radicar acá y como estaba flaquito trabajé de modelo publicitario. El béisbol te da vida y en algunos países, dinero. En Cuba, República Dominicana, Venezuela, la aspiración de los chicos es pegarla con el béisbol para darle dinero a la familia, como acá pasa lo mismo con el fútbol", dice Silva, que viste su camiseta azul y naranja con el número 42 en la espalda.
Un deporte en crecimiento
En béisbol hay dos equipos con nueve jugadores cada uno. El objetivo del juego es pegarle a la pelota para que el bateador pueda correr por el campo interno (infield), buscando alcanzar la mayor cantidad de bases posibles (hay cuatro en total), hasta dar la vuelta para regresar al lugar desde el que salió (home). Si lo logra, anotará el tanto conocido como carrera.
Los hombres con pantalones de lycra ajustados, remeras con inscripciones góticas o en cursiva y la tonada caribeña, salpicada por algunas palabras en inglés, forman una escena improbable para la Argentina. Pero acá, en el polideportivo Eva Perón de Lanús, se transformó en una foto frecuente.
"Tenemos tres categorías en el país, la máxima categoría es el Top 6 y luego tenemos la A2 y A3. En el Top 6 juegan ese número de equipos, en la A2 son 10 y en la A3, 11. Los Leones, Daom, Vélez Sarsfield, Ferro Carril Oeste, son algunos de los equipos de la primera categoría. Este es un torneo que dura cuatro meses, arranca en septiembre y termina en diciembre. La inmigración, sobre todo la venezolana, fue una oportunidad para mejorar el nivel, vinieron jugadores de gran categoría, con una técnica espectacular y ahora se incrementó la cantidad de personas que quieren jugar", argumenta Martin Mondino, presidente de la Liga Metropolitana de Béisbol y de la Federación Argentina de Béisbol.
De los 1200 jugadores afiliados, 283 son venezolanos. También hay equipos totalmente conformados por cubanos, pero la liga no cuenta con la cifra del total de extranjeros que juegan en las distintas categorías.
En 2017, según cifras aportadas por la Dirección Nacional de Migraciones, llegaron al país 31.167 venezolanos. Al año siguiente, ese número escaló hasta los 70.531, y solo en el primer trimestre de este año se radicaron 40.000 venezolanos. Esto convierte a esta ola migratoria en la más importante de los últimos tiempos. Desde 2012 hasta la fecha, se radicaron más de 170.000. Muchos de ellos son los que hoy le permiten a la liga local crecer y profesionalizarse.
Hidalgo es el lanzador de Daom, llegó a la Argentina hace dos años. Él, según dicen, es el maestro del wind-up, el movimiento previo a lanzar la pelota. "En Venezuela jugaba en la liga de ascenso. Me vine por la crisis hace dos años. Acá la liga es buena, los argentinos son muy buenos atletas. Pero con nuestra llegada, algunos sostienen que subió el nivel y que mucha gente se acercó a este deporte", asegura.
En el banco de suplentes el piso es de tierra, hay una tabla de madera montada sobre pilotes pequeños para que los jugadores se sienten, también hay un sinfín de rodilleras, cascos y bates desparramados por el espacio que está separado del campo de juego por un alambrado de metal. Desde ahí, Schultze arenga, y Diego Mirande, un argentino de 44 años, se queja del árbitro: "Siempre tenemos problemas con este. Muchas bolas que yo las veo como buenas, él las ve como malas. Pero bueno, acá no se puede insultar porque te echan, a veces me trago una calentura", dice.
Los árbitros son dos venezolanos: Gabriel Dugarte, de 31 años, y César Velazco, de 34. Dos hombres serios, vestidos de negro, con gorra y lentes de sol que sacados de contexto podrían encarnar los personajes de dos agentes de una fuerza norteamericana, de esas que patrullan en una 4x4 por algún estado soleado y con salida al mar.
"Nosotros somos los umpire, es decir, los árbitros. Somos los responsables de que las reglas se cumplan y que el juego se maneje bajo las normas establecidas. La pelota que arroja el lanzador debe estar más o menos entre la cintura y el pecho del bateador", explica Dugarte.
Este año la selección argentina de béisbol clasificó por primera vez a los juegos panamericanos que se celebraron en junio, en Lima, Perú. Pablo Leone, de 39 años, es el director técnico de la selección mayor y también del equipo Daom. El también cree que los inmigrantes subieron el nivel de la liga, además de que existe la posibilidad de nacionalizarlos para que puedan jugar a favor de la Argentina: "Acá el fútbol copa demasiado y es difícil traer gente al béisbol, tampoco tenemos una estructura para captar chicos. Pero los muchachos de Venezuela, Dominicana, entre otros países, suben el nivel y atraen más público. Como pasa en todos los deportes del mundo, también se pueden nacionalizar y empezar a jugar para nuestro país. Ya hay algunos chicos venezolanos entrenando con nosotros".
Silva, el carismático cubano, apoya esta idea pero también cree que no hay que perder de vista la cantera de chicos argentinos para la selección nacional: "Si hay tantos extranjeros en la liga se puede complicar al momento de armar un seleccionado argentino. No hay que dejar de apostar a la cantera, yo vine hace muchos años y me siento argentino, quiero que este hermoso deporte crezca en el país".
Acá el partido concluye con un triunfo de Daom. La lycra transpirada, las bases, los guantes de cuero para atrapar una bola con 108 costuras. Para muchos todo eso forma parte de un ritual que los une con alguna plaza de Maracaibo, esa donde solían practicar cuando el béisbol era mucho más que una tarde de domingo.
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