Seis días después del comienzo del verano. Buenos Aires soportó un calor récord
Las temperaturas fueron las más altas del año; la sensación térmica trepó a los 41ºC; pocos se atrevieron a salir de su casa.
Las temperaturas en Buenos Aires batieron ayer un triple récord: el registro mínimo, el máximo y la sensación térmica fueron los más altos del año que está a punto de terminar.
El domingo amaneció insoportable. A las 6.15, el termómetro ya marcaba los 25º 3 y a las 15, con 34º 7, la ciudad se había convertido en una verdadera caldera.
Lo peor había pasado a las 12, cuando la sensación térmica -producto de la combinación entre la temperatura del aire, la humedad relativa y la velocidad del viento- sofocó a los porteños con 41 grados.
Los registros superaron los del sábado, que alcanzaron 34º 6 de máxima, 23º 5 de mínima y 39º de sensación térmica. Sin embargo, el calor de ayer no pudo superar la marca del 18 de diciembre de 1995, que alcanzó los 40º 5.
"Una masa de aire tropical, proveniente del Brasil, ingresó el último miércoles en la zona central y norte del país. En la medida en que transcurrían los días, el tiempo se hizo más caliente y se cargó de humedad", explicó a La Nación el pronosticador del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), Carlos Martínez.
"Eso determinó que la temperatura y la humedad fueran muy elevadas, pero -explicó Martínez- el ingreso de una zona de baja presión arrastra ya una tormenta" que se prolongará en la madrugada de mañana (por hoy).
Su anticipo llegó antes de lo previsto: fuertes vientos, que adelantaban una tormenta, sacudían anoche la ciudad y permitieron que los porteños respiraran con más tranquilidad.
Calor con nombre y apellido
Durante la agobiante jornada, muchos vecinos sufrieron molestias provocadas por el calor. Los médicos tuvieron trabajo extra: a las consecuencias de la pirotecnia se sumaron los desmayos, golpes de calor y descompensaciones.
Juana Martínez llegó a la guardia del hospital Fernández con su bebe Santiago, de ocho meses, asustada porque no paraba de llorar desde hacía varias horas.
"Lo traje por las dudas y acá me dijeron que estaba deshidratado. Tengo que darle mucho líquido", comentó la madre a La Nación .
La ciudad vivió un fin de semana atípico. Además de las fiestas, que cambiaron el ritmo habitual de los porteños, el calor obligó a muchos a quedarse en su casa.
Durante las primeras horas de la tarde de ayer, La Nación comprobó en una recorrida que las calles estaban desiertas. Sólo unos pocos valientes desafiaron los termómetros.
Arnaldo García fue uno de ellos. En su taxi y sin aire acondicionado, confesó entre suspiros: "Hace un rato paré un poco, me quedé dormido y me descompuse. Tuve que tomar mucha agua y azúcar para recomponerme... ¡Está terrible!" Igual que García, muchos otros, obligados por su trabajo, no pudieron escapar del infierno. Raúl Hermosillo, policía, de 54 años, desafió estoico al calor en la esquina de Tucumán y Leandro N. Alem, desde las 6 hasta las 22. La marca de su gorra, que el sol le tatuó en la frente, demostraba que el efectivo de la comisaría 22a. respetó a rajatabla el mandato de su uniforme.
Aunque podría pensarse lo contrario, ni los heladeros se salvaron del calor. "No pasó nada, no vino nadie. La gente está toda en la pileta o en su casa -protestó Walter, cajero de la heladería Freddo de Puerto Madero-. No vendimos más, vendimos mucho menos que un domingo normal."
En los bosques de Palermo, Juan, el hombre que alquila bicicletas en un improvisado puesto de la avenida Infanta Isabel, sentía la misma desazón. "Cuando hace calor no viene nadie. El Rosedal no sirve para combatir el calor. Hoy no alquilamos nada", se quejó.
Un oasis en el asfalto
Bárbara Chareum, de 11 años, y sus amigos Carla, Matías y Axel, entre otros, decidieron combatir el calor con el arma que tenían más cerca de su casa: una canilla de la Facultad de Ingeniería de la UBA que lanzaba un chorro de agua fresca.
Entre risas y chapuzones, las escalinatas del edificio de las avenidas Paseo Colón e Independencia fueron la salvación de estos chicos. Mientras sus padres los vigilaban a 50 metros, Bárbara ofició de vocero del grupo.
"En casa nos morimos de calor, así que vinimos a jugar y refrescarnos en esta canilla. Llegamos a la mañana, fuimos a comer y ahora estamos acá otra vez", contó la niña antes de tirarse una vez más en el improvisado tobogán acuático.
Muchos vecinos no pudieron echar mano del aire acondicionado: entre las 23.2 y las 23.35 de anteayer se produjo una interrupción del suministro de energía debido a una falla en el sistema de alta tensión que ocasionó la salida de servicio de dos secciones de la subestación Alberdi.
Daniel Martini, jefe de Relaciones Públicas de la empresa Edesur, explicó a La Nación : "El desperfecto afectó a unos 50.000 clientes de los barrios de Parque Chacabuco, Caballito y Flores. A partir de las 23.35 el servicio se normalizó", precisó.
Frente a la tormenta, anoche la Dirección General de Defensa Civil de la comuna anunció medidas para evitar accidentes: no transitar por lugares anegados y evitar el uso de artefactos eléctricos en lugares húmedos.
lanacionar