Carlos Rottemberg: "El teatro es un complemento de la playa en Mar del Plata; en Punta, no"
Jugador principal en cada temporada en materia de espectáculos, compara el agudo contraste en los consumos de cada público veraniego, según se elija el principal centro turístico de la Argentina o el de Uruguay
PUNTA DEL ESTE.- Sorprende encontrar al productor Carlos Rottemberg caminando tranquilamente por Playa Mansa.
Su nombre es sinónimo de teatro en Mar del Plata y la temporada ya está a pleno y con muy buenas noticias, según él mismo se encarga de informar a quien quiera escucharlo: "En Mar del Plata la temporada teatral 2020 tiene un piso asegurado del 17% más de espectadores totales sobre la pasada, aún con posibilidades de crecer, en el circuito del teatro privado", informó días atrás y logró la primera plana de La Capital, el diario principal de la Ciudad Feliz.
De confirmarse estos datos al final de la actual temporada, se habrá dado una reversión de la tendencia declinante que venía teniendo la taquilla de los últimos veranos, en consonancia con la depresión del consumo general. No es que hayan cambiado mucho las cosas, por ahora, con el nuevo gobierno, que asumió el 10 de diciembre, pero a veces solo las expectativas favorables alcanzan para que algunos comiencen a darse de vuelta algunos gustitos.
Para Rottemberg, "Mar del Plata es una mezcla de vacaciones con trabajo. La única diferencia es que voy a la oficina en short y ojotas. En cambio acá es un lugar de ocio, uno de los más bellos del continente, al que me gusta escaparme unos días".
El conocido productor suele encontrar en Punta del Este varios motivos de desenchufe. Por de pronto, aquí no tiene oficinas ni teatros como en Buenos Aires y Mar del Plata.
A continuación, algunas partes sustanciales de la entrevista con Carlos Rottemberg que se vio anoche en Hablemos de otra cosa.
–Las playas uruguayas tienen la influencia del clima más estable de Brasil y, en cambio, las nuestras están más influidas por el clima de la Patagonia.
–Como sea, ambas son marcas de turismo en el mundo: Punta del Este, de Uruguay, y Mar del Plata, de la Argentina.
–Lo paradójico es que siendo Punta del Este una playa más selecta que la de Mar del Plata, sin embargo, es mucho más democrática en la administración de su principal materia prima: la playa. Pudiendo ganar fortunas con el alquiler de carpas y sombrillas no las tiene, al revés que Mar del Plata, que privatiza cada vez más sus playas.
–Dos temporadas atrás, cuando gobernaba todavía María Eugenia Vidal, le planteaba eso, que después tuvo su correlato en algunos lugares que se convirtieron en playas públicas. Lo que pasó es que lo privado le fue ganando terreno a lo público. Lo que noto es que a lo largo de los años fue ganando mucho espacio una cosa sobre la otra. Es un tema de proporciones, no es otra cosa.
–¿Por qué se da esa simbiosis tan particular entre Mar del Plata y el teatro de verano?
–No hay una explicación científica. Empresarios teatrales de Barcelona vinieron a ver el tema porque ellos también tienen playas y, sin embargo, el teatro de verano no prende. Lo normal es que donde hay playa no haya ganas ni tiempo ni espacio para el teatro. Y más allá de lo más visible, que es el teatro privado, también hay 16 salas de cine, infinidad de museos, más de una decena de teatros independientes, recitales, teatro oficial, estadios deportivos. Todo eso y mucho más la convirtieron en la capital del espectáculo. Lo atípico es Mar del Plata. Fue inusual y lo sigue siendo.
–¿Cuándo y cómo comenzó ese fenómeno?
–La historia arranca en los años 50. Nosotros somos los herederos de Manuel de Sabatini, Homero Cárpena, Darío Vittori, Enrique Carreras y Guillermo Bredeston.
–Contame sobre esa relación tan estrecha que hay entre las temporadas de teatro y la situación económica.
–Desde siempre el cliente del teatro es la clase media. La clase que tiene necesidades insatisfechas ni piensa en el teatro porque le es onerosa la entrada, pero en contrapartida, aquellos que son muy ricos tampoco van. Nunca sabré si porque no les interesa o porque tienen contactos para mangar las entradas. Las subidas y bajadas de la taquilla siempre estuvieron notablemente ensambladas con la situación del país. En el año 2000 se vendían dos millones de entradas; al año siguiente, 1.200.000. La crisis de 2001 golpea en un 35% la economía teatral. Después empieza a recuperarse y en 2005 vuelve a dos millones. De 2005 a 2011 no para de crecer, lo mismo que pasó con el consumo en general, y en 2011 ya hay tres millones de espectadores. O sea que de 2005 a 2011 sube 50%, el año en el que Cristina Kirchner gana su reelección por el 54%. De 2011 a 2015 se ameseta, no baja pero tampoco sube, lo que también coincide con los datos de la economía. Y de 2015 a 2019 baja en un 29%, acompañando la baja del consumo, la mida el Indec o la UCA.
–¿Cuál fue la temporada récord?
–Verano 86/87, récord histórico en Mar del Plata: 760.000 boletos vendidos. Ninguna temporada hasta ahora pudo empardarle a esa.
–¿Y la peor?
–2016/17, justo treinta años después, en que por primera vez perfora el piso de los 200.000.
–Hay distintos hitos en el verano que influyen en la venta de entradas: Fiestas, Carnaval, el comienzo de clases.
–Respecto de los visitantes, la temporada arranca el 25 de diciembre. De ahí hasta Año Nuevo son de los turistas que eligen viajar entre las Fiestas. El 2 de enero hay una caída hasta Reyes. Y de ahí en más empieza lo más fuerte, que es enero, aunque el pico lo marca en los últimos años el fin de semana largo de Carnaval. Cuando Semana Santa cae pegado al verano también potencia marzo, un mes más tranquilo y sin chicos. Han cambiado mucho las formas de vacacionar y fundamentalmente cuando la trágica ruta 2 pasa a ser autovía y facilita mucho más el viaje, por más que el 60% de los viajeros doblen en Dolores hacia otras playas.
–¿Por qué siempre se arma tanta polémica con el precio de las entradas en Mar del Plata, considerando que son más baratas que las de Buenos Aires?
–Al principio, el precio de la entrada en Mar del Plata costaba como la de Buenos Aires más un 20%. En los últimos tiempos se redujo la plaza y paradójicamente la entrada ya cuesta un 20% menos que en Buenos Aires. La misma comedia que en Buenos Aires sale $1800 la entrada, en Mar del Plata cuesta de $1300 para abajo. Pero los periodistas empiezan en noviembre a preguntarse por qué es tan alta.
–La explicación es que en Buenos Aires ir o no ir al teatro no es un tema de vida o muerte. En cambio, para el turista marplatense se convierte en un artículo de primera necesidad, un consumo casi imprescindible. De allí, las notas recurrentes de cada verano...
–¡Y así convierten a Mar del Plata en la capital de la inflación! También cuando titulan que los alquileres subieron de una temporada a la otra 30%, cuando la noticia es que subieron 20% menos que la inflación.
–No llores tanto porque hay plazas que la pasan mucho peor. Sin ir más lejos, Punta del Este, donde los espectáculos, salvo excepciones, no suelen prender. ¿Por qué se da este fenómeno aquí?
–Un cuarteto muy conocido compuesto por Emilio Disi, Dorys del Valle, Luis Brandoni y Martha Bianchi se presentó en el teatro del Cantegril y no les fue bien. Vuelven a probar un segundo año con otro espectáculo y ahí abandonaron. Se confirma que el público de acá, a diferencia del de Mar del Plata, donde el espectáculo es un complemento de la playa, prefiere la vida social y lo gastronómico, tanto en restaurantes como en las casas particulares. Está bien marcado que el público de Punta del Este consume teatro durante el año, pero no lo viene a buscar acá. Hay excepciones: lo que hacían China Zorrilla y Carlos Perciavalle en su casa de Laguna del Sauce; el suceso que significó Tusam con un espectáculo de variedades en la galería Sagasti, algunos espectáculos que llevaron al Conrad Mario Morgan, Ovidio García o Lino Patalano, Fuerza Bruta o Extravaganza, ya en la etapa en que el hotel pasó a llamarse Enjoy. También a Antonio Gasalla le fue muy bien cuando hizo La verdad de la milanesa, en La Barra. Pero son excepciones. Por eso los empresarios del rubro no venimos a instalarnos con los teatros acá.
–¿Por qué construís teatros en tiempo de crisis, tanto en 2001 como en los últimos años?
–En 2001, lo hice copiándome de los cines, justamente en la crisis, cuando empezaban a sobrar butacas. Los cines encontraron la manera de dividir costo fijo en más pantallas. Los costos fijos dan lo mismo para una sala que para cuatro. Se trata de que baje el costo per cápita. Y, de paso, así hay más escenarios, más autores y más actores trabajando.
–¿Cuál es el primer recuerdo que se te viene a la cabeza de tus veranos más antiguos?
–Mis viejos nos llevaban a la Bristol cuando éramos chicos y a los artistas los veíamos solo en las marquesinas de los teatros. También me llevaban a dar una vuelta en poni en el Parque Primavesi, que está al lado del Cementerio de la Loma. Mi arraigo con Mar del Plata es por el olor de ese parque desde arriba de un caballito. Un rito que a mis 62 años estoy repitiendo con Nico [su segundo hijo, de tres años; el primero tiene 33 y la tercera, 8 meses].