Investigación de la Policía Federal. Cayó una banda que robaba a extranjeros
Sin usar violencia, les sustraían tarjetas de crédito con las que, en pocas horas, compraban electrodomésticos que revendían
Sobre un escritorio descansa un millar de tarjetas de crédito, plásticos multicolores que provienen de diversos países. Los nombres de bancos desconocidos se mezclan con los logotipos conocidos de Visa y Master Card. Los dueños de esas tarjetas son un millar de turistas; una organización integrada por cinco peruanos y un argentino las había robado para, con documentos falsificados, comprar electrodomésticos y venderlos.
Ese sexteto fue detenido por el Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, a cargo del comisario inspector Mario Patané.
La banda tenía tres grupos: los punguistas, con dedos tan "livianos" que hacían de su rara habilidad un arte, se especializaban en sacar de las mochilas de los turistas sus tarjetas de crédito y devolverles el portadocumento con el resto de los papeles sin que los viajeros lo notaran.
Esta era la clave del delito. Los delincuentes se apuraban a llegar a la base de la banda, camuflada en un restaurante peruano situado en San José 1088, en Constitución. Allí, uno de los organizadores les compraba las tarjetas por unos 50 pesos cada una.
En ese momento comenzaba a intervenir el segundo escalón de la organización: los compradores. El organizador les armaba falsas identidades, que se correspondían con los nombres estampados en las tarjetas, y en vehículos ya alistados en la puerta se lanzaban a comprar en shoppings, grandes supermercados y cadenas de farmacias.
Debían actuar con velocidad, pues las compras debían ser hechas antes de que el damnificado notara la pérdida de su tarjeta de crédito y la denunciara, y la compañía, en consecuencia, la bloqueara.
Con el auto cargado de mercadería volvían a Constitución. Esta vez sus destinos eran un maxiquiosco de Bernardo de Irigoyen al 1500 o una casa en San José 1025. Allí estaban los reducidores, que se encargaban de comprar los elementos adquiridos con los plásticos robados y colocarlos en el mercado clandestino.
A los investigadores les llamó la atención que muchas veces cuando llamaban al dueño de una tarjeta éste no había advertido que le faltaba el "plástico", no sólo por la sutileza de los punguistas sino también porque los ladrones no se llevaban todas las tarjetas de la billetera, sino sólo una.
El comisario José Novoa, jefe de la División Operaciones de Asuntos Extranjeros, explicó a LA NACION: "Vigilamos los circuitos turísticos y vimos que se daba un aumento de robos de tarjetas de crédito a visitantes extranjeros. Al mismo tiempo interceptamos a tres ciudadanos peruanos en un taxi con tarjetas de crédito que no estaban a su nombre".
Ventajas varias
Las ventajas que tenían al atacar a turistas eran que las tarjetas de crédito tenían un límite de compra mayor, en dólares, y que el sistema demoraba más en darlas de baja una vez que el robo era denunciado.
Esto daba a los delincuentes entre tres y cuatro horas para comprar todo lo que pudieran. La policía secuestró hornos de microondas, televisores, cámaras fotográficas, perfumes importados y hasta kits para armar muebles y estanterías.
Una de las características de la banda era que tenían cartillas de documentos en blanco. Esto les permitía colocar la foto del comprador y, sobre un papel vinílico transparente, escribir la nueva identidad para que aquél no fuera descubierto.
En los allanamientos, la Policía Federal secuestró unos 100 gramos de cocaína, elementos de corte, balanzas de precisión y todo lo necesario para la venta de drogas, evidencia de que la banda tenía montado un verdadero "polirrubro" criminal.
Aunque ya hay seis detenidos, existen otros sospechosos identificados y no se descartan nuevos arrestos.
Cómo operaban
Punguistas: buscaban a turistas extranjeros, a los que les sacaban de bolsillos o mochilas el portadocumentos; de allí tomaban sólo una tarjeta de crédito y luego devolvían la billetera al lugar del cual la habían sustraído sin que la víctima lo advirtiera. Una vez consumado el hurto, llevaban las tarjetas a un restaurante peruano del barrio porteño de Constitución, donde se les pagaban $ 50 por cada plástico entregado.
Compradores: se les ajustaba su identidad a los datos de la tarjeta robada por utilizar, para lo cual se valían de cartillas de DNI en blanco. En vehículos que proveía la banda salían a hacer "giras de compras" en shoppings, hipermercados y cadenas de farmacias. Compraban principalmente electrodomésticos. No demoraban más de cuatro horas en esta tarea, para evitar que las tarjetas fueran bloqueadas cuando los damnificados advirtieran su pérdida e hicieran la denuncia.
Reducidores: tenían sus bases en un maxiquiosco y en una casa de Constitución. Recibían de los "compradores" los artículos adquiridos con las tarjetas robadas e identidades fraguadas y los ubicaban en el mercado clandestino.
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