Clases: “Dependemos de los anuncios de última hora”, la queja de los directores de colegios porteños
Con mucha angustia y preocupación, así transitan los días los responsables de los establecimientos; coinciden en que la improvisación no va de la mano de las instituciones educativas
Por estos días, los directores de las escuelas porteñas tienen dos comunicaciones distintas ya redactadas para enviar a las familias por mail a última hora de la noche. En una se les informa a los padres que los chicos continuarán con las clases presenciales; la otra dice que fueron suspendidas y que se vuelve a la virtualidad, y se adjunta el calendario con los nuevos horarios de los encuentros por Zoom. Como en un piedra, papel o tijera, la decisión se toma a último momento, casi una milésima de segundo antes de abrir el puño. Algo similar sucede con la educación: según confiesan los directivos, “la situación es angustiante”.
Desde el fin de semana pasado, Norma Cerutti, directora del colegio Esteban Echeverría, de gestión privada, confiesa que los días pasan entre la incertidumbre y la angustia, con idas y vueltas constantes. “Con la experiencia del año pasado, pudimos organizarnos para trabajar este año con un esquema mixto. Hay un plan A y un plan B que están aceitados, pero ahora nos obligan a tener un plan C de la noche a la mañana. De nuestra parte, tenemos la tranquilidad que cualquier cambio brusco de escenario no nos va a encontrar desprevenidos, pero eso no quita que sintamos angustia, incertidumbre. Esta puja política no tiene en cuenta a los chicos, no se los respeta. Tampoco se valora el esfuerzo de los padres, que tienen que lidiar con los cambios repentinos de último momento, la logística y todo el estrés que eso genera. También estamos los docentes, los que consideramos que la escuela y la educación son la base de toda sociedad”, plantea Cerutti, que desde noviembre pasado, ante el anuncio del regreso gradual de todos los niveles en la ciudad, ya está canchera en la materia de planificar a contra reloj.
Ayer, el juez federal en lo Contencioso Administrativo Esteban Furnari declaró la incompetencia de la Justicia porteña que garantizaba la continuidad de las clases presenciales y envió el expediente a la Corte Suprema, una medida que dejaría sin efecto la cautelar planteada por padres y madres de alumnos contra el decreto de necesidad y urgencia (DNU) que, en uno de sus artículos, imponía el cierre de las escuelas porteñas. Sin embargo, y pese al fallo, finalmente el gobierno porteño ratificó anoche la continuidad de las clases presenciales. “Hasta que la Corte se expida, las escuelas en la ciudad de Buenos Aires continúan con el dictado de clases presenciales”, informaron las autoridades.
La previsión es “día a día”
“¿Eso quiere decir que mañana voy al colegio?”, preguntó anoche Pedro Vinet, que tiene 11 años y va a una escuela de gestión estatal, en el barrio de Belgrano. “Creo que sí”, le respondió su mamá, cansada e incrédula.
En el Instituto Sagrada Familia, en Flores, la sorpresiva medida que tomó el presidente Alberto Fernández encontró a la comunidad educativa cursando en modo virtual, como todas las terceras semanas del mes, según la propia planificación del colegio, que tiene hasta el nivel secundario. “Dividimos los cursos en dos burbujas, A y B, que alternan entre la presencialidad y la virtualidad cada semana. Pero la tercera semana del mes, para todos los alumnos del secundario es remota, porque es la mejor manera que tenemos de resolver las dudas de todo el grupo. Casualmente, todo este escenario nos sorprendió en nuestra semana virtual, y nos entristece a todos ver lo que sucede –dice Beatriz Herrera, rectora del secundario-. Está la educación en juego en un tema de poder político. Soy profesora de Ciencias Jurídicas y podría tomar este ejemplo para dar clases, tiene todos los condimentos, con la salvedad de que lo que se disputa es la educación de los chicos. Nunca las escuelas estuvieron tan expuestas”.
Por ahora, agrega Herrera, la previsión es “día a día”. Pensar en la semana próxima en medio de tanta vorágine, dicen algunos directores, es casi como entrar en un terreno de ciencia ficción. “Lo único que podemos hacer es ir paso a paso y cumplir al máximo con todas las medidas del protocolo. Algo que tenemos a favor en nuestra escuela son los espacios, grandes y ventilados. Es un edificio de 1902, con las ventajas de las edificaciones antiguas, con techos altos, ventilación cruzada en todas las aulas, patios y hasta una quinta. Y la mayoría de las familias son de la zona, vienen caminando, en bicicleta, y algunos pocos en transporte público”, detalla.
El lunes pasado por la mañana, la directora general del colegio Galileo Galilei, que integra el grupo educativo Vaneduc, hizo foco en algo más que las caras de felicidad de los chicos que llegaban a la escuela, después de haberse quedado hasta tarde frente a la pantalla del televisor mirando el noticiero, para saber si finalmente iban a tener clases o no. Lo primero que notó, cuenta Patricia Zinno, fue que la situación en la entrada estaba mucho más ordenada, que los padres no estaban agolpados, que todos conservaban la distancia y que apenas los chicos ingresaban, ellos se iban. “Noté una mayor concientización, todos respetaron a rajatabla el protocolo tanto en el ingreso como en la salida. La mayoría de nuestros alumnos no usa el transporte público. Vienen en auto, caminando y ahora muchos más en bicicleta, que pueden dejar en la escuela. Pero la verdad es que toda esta situación nos angustia. Nos genera incertidumbre, como ayer, que no sabíamos si teníamos clases presenciales o no. Si bien la escuela está preparada, hay un tema de organización y desajuste familiar muy grande. Ahora esperamos la resolución de la Corte y acataremos lo que se defina, por supuesto. Pero la improvisación no va de la mano de las instituciones educativas”, opina Zinno.
Opuestos
Coincide con Zinno otra colega, Graciela González, directora general y fundadora de El jardín de la Esquina y la escuela primaria Aequalis, en Colegiales. “El sentimiento es de mucha preocupación. La incertidumbre es todo lo opuesto a una institución educativa, donde planeamos nuestro trabajo de gestión pensando en los próximos tres años. Recogemos nuestra semilla cuando los chicos ya son grandes, cuando vuelven como egresados y nos cuentan qué decidieron hacer o estudiar luego. Son épocas de mucho estrés, de mucho cansancio; el equipo docente y directivo arranca a las 6 y a las 22 sigue respondiendo mails. Llega la medianoche y nos enteramos lo que tenemos que hacer al día siguiente. No hay horarios. Cerramos en 2020 muy agotados, pero al mismo tiempo con el orgullo de haber podido generar aprendizaje a pesar de la virtualidad. Tenemos un equipo interno de trabajo muy fuerte, muy profesional, con la cintura necesaria para manejar estas crisis. También tenemos un diálogo de ida y vuelta con las familias, que son nuestro sostén ante las emergencias. Mantenemos con los padres una comunicación diaria. Saben qué estamos haciendo y tratamos de alivianar sus preocupaciones. Pero en la escuela no se puede trabajar todo el tiempo con la inmediatez”, reflexiona González.
Más allá de las capacitaciones, la puesta en marcha de nuevos planes y la inversión en tecnología para afrontar mejor la enseñanza remota y sincrónica, a los que obligó casi de un día para otro la pandemia, los directores de los colegios consultados por LA NACION coinciden en que cada semana se presenta una nueva situación que hay que resolver, y que se necesita actuar en equipo y lo más rápido posible. Así ve el panorama actual Paola Pallaro, directora del Islands International School, en Belgrano, una de las instituciones socias de la Asociación de Institutos de Enseñanza de Buenos Aires (Aiepba) y la Junta Nacional de Educación Privada (Junep); el Instituto Sagrada Familia, en Flores, también las integra. “Contamos con la gran ventaja de que los alumnos de todos los niveles asumieron los cuidados y respetan las recomendaciones pidiéndome. Ellos quieren seguir viniendo a la escuela, estar juntos con sus compañeros. A nivel organizativo, tenemos el plan A y el plan B listos para activar según haga falta. Pero desde el fin de semana pasado todo se volvió caótico. Dependemos de los anuncios de última hora para saber qué mail que hay enviar a las familias. El desconcierto provoca fastidio, pero vamos a salir adelante, porque los chicos son la luz que siempre nos recompensa”, concluye Pallaro.
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