Clases: ¿qué dicen los chicos sobre la vuelta a la presencialidad?
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“Al principio estaba al día con las clases que me mandaban por mail, pero después se me fue complicando y me atrasé”, dice Maximiliano Gauna, uno de los 150 alumnos de la Escuela Agrotécnica 150 Colonia Argentina, de Federación, Entre Ríos. En marzo ingresará a 5° año, pero él siente que durante 2020 aprendió menos. No tenía clases virtuales, solo recibía el material por mail o Whatsapp. “Prefiero estar en la escuela, siento que en el aula entiendo mejor al profesor. Muchos de mis compañeros se quedaron en el camino porque no tenían celular ni computadora”, agrega. Como en todas las escuelas rurales del país, allí la docente, Alejandra Melgar, se ocupaba de llevarles el material de estudio, casa por casa, a todos los alumnos que no se comunicaban con la escuela, para que no la abandonaran.
Padres agotados, docentes con miedo, políticos presionados. ¿Y los chicos y las chicas? ¿Dónde quedaron en toda esta discusión? Alrededor del 10% de los estudiantes de todo el país, matriculados en marzo de 2020, han mantenido bajo o nulo contacto con su escuela, de acuerdo con un informe del Ministerio de Educación de la Nación. Esto representa 1.000.000 de estudiantes que no estudiaron ni sociabilizaron con sus pares. Estuvieron aislados en sus casas.
Solo 20 familias envían a sus hijos a la Escuela 567 de Paso de las Piedras, en Curuzú Cuatiá, y la mayoría tienen un único celular para todos los miembros. Su director, Juan Pedro Campo, adaptó los contenidos curriculares que llegaban de la Nación para facilitarles las tareas y, cuando se los llevaba casa por casa, aprovechaba a resolver con ellos las dificultades que habían tenido. Mayra Mazuqquini fue la abanderada, pero le resultó muy extraña la manera de terminar su primaria y desea que vuelva la presencialidad. “En la clase yo puedo preguntarle al maestro, ver el pizarrón, entender y estar con mis amigos. Extraño mucho eso”, explica.
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En el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) no fue muy diferente. Salvo algunas pocas escuelas que desde hace años usaban plataformas virtuales con su comunidad, en la mayoría de las escuelas los docentes usaron el mail o el Whatsapp para mandar las tareas. Solo después de mitad de año comenzaron a mandar videos con sus clases o darlas en forma sincrónica. Celina Fernández cursó 6° grado en la Escuela Gregoria Matorras de San Martín, en José León Suárez, partido de San Martín, y se le dificultó mucho el aprendizaje porque no tenía contacto con su maestra.
Necesitó el acompañamiento de una tutora para avanzar, como muchos chicos cuyos padres no podían ayudarlos. En el caso de Celina, la asistió una voluntaria que antes de la pandemia daba apoyo escolar en el barrio. “A mí me ayudaba Agustina, porque en casa somos cinco hermanos y todos estudiábamos en un ambiente. Era imposible concentrarme cuando empezamos a tener videollamadas. Yo quiero que vuelvan las clases presenciales, prefiero el pizarrón, escuchar las opiniones de los demás y que nos corrijan a todos juntos”, dice.
Unicef Argentina publicó un documento en enero de este año que advierte sobre el aumento de las desigualdades que implica el cierre de las escuelas y sobre los altos riesgos para la salud física, mental y emocional de los chicos. “La escuela tiene un rol central en el bienestar integral de niños, niñas y adolescentes… deberían ser lo último en cerrar y lo primero en abrir cuando las autoridades comiencen a suprimir las restricciones”, sostuvo. Pero también advierte la importancia de hacerlo con gradualidad, atendiendo a los riesgos de cada jurisdicción y asegurando las condiciones de higiene y seguridad necesarias para no propagar el contagio.
Este temor es el que advierten docentes y también muchas familias que no quieren, aún, que sus hijos asistan en forma presencial a la escuela. Como Juani Galván, directora de la Escuela 362 Fernando Ramón Gancedo de Paraje La Armonía, en Chaco, que duda de la apertura: “No tenemos agua y tampoco las condiciones sanitarias para hacerlo”. Durante la cuarentena, veía a sus alumnos con protocolos para ayudarlos con las tareas y que no abandonaran la escuela.
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Los que sí
También hubo chicos que pudieron completar sus años académicos con buenos resultados y descubrieron las ventajas de no tener que levantarse temprano, hacer largos trayectos en transporte y permanecer horas sentados en el aula. Una encuesta realizada en diciembre de 2020 en el Festival Recreo, un encuentro organizado por profesionales de la educación entre 3000 estudiantes de América Latina, arrojó que un 40% considera mejor la educación virtual que la presencial.
“No sentí la falta de contacto con mis compañeros porque hablo con mis mejores amigas por videollamada. Me gustaría que fueran algunos días en la escuela y otros, en la casa. Durante este año me di cuenta de que, para aprender, no hace falta ir todos los días a la escuela”, relató Emilia Rosmino, que cursó su primer año en la Escuela Ramón Cereijo, en el partido de Escobar, donde ella vive. Lucio Genovese también disfrutó de esas mismas ventajas, pero extraña estar con sus compañeros en clase. Pasó a 3° grado del Colegio Lasalle, en la ciudad de Buenos Aires, y prefiere “que sea presencial para estar con mis compañeros y los maestros”.
En el interior, también hubo familias que pudieron acompañar a sus hijos en sus estudios y creen que lo más preocupante es la sociabilización. “Extraño la forma de estudiar en la escuela, pero aprendí mucho también en casa y me divertí”, dice Marco Contreras, que cursó 5° grado en la Escuela Almafuerte 140, en El Bolsón, Río Negro. Su madre, Cristina Danklmaier, cree que “aún no se ve ni adaptación de la infraestructura ni capacitación a los docentes para poder abrir”.
Fue motivo de numerosas publicaciones científicas, acá y en el mundo, lo mucho que afectaron el encierro y la falta de sociabilización a la salud mental de los chicos. La Sociedad Argentina de Pediatría emitió un comunicado en octubre de 2020 en el que advierte sobre ello. Dolor de cabeza, llantos sin motivo, estallidos de ira, depresión, cambio de hábitos de sueño, trastornos en la alimentación, tristeza y desgano son algunos de los muchos síntomas que describen las familias como cambios de conducta de sus hijos. “Terminaba con mucho dolor de cabeza después de tantas horas sentada frente a la computadora y por eso también dejé de ver a mis amigas, porque no quiero hacer más videollamadas”, recuerda Milagros García, que cursa 5° grado en la Escuela Abraham Lincoln, en Comodoro Rivadavia.
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Sofía Gigena es mamá de Conrado y Guillermina, alumnos de las Escuelas Pías de Córdoba, y junto a otros padres del colegio presentaron reclamos formales por el regreso a la escuela. “A mi hija más chiquita le da miedo salir de la casa, ver gente. Sacaba la bicicleta y se escondía. El mayor rompía en llanto de la nada, tenía ataques de ansiedad. Sus amigos están igual. Es como una prisión para ellos”, sostiene. Aunque tuvieron una buena continuidad pedagógica en lo académico, Conrado siente que “no le quedó mucho de lo aprendido” y necesita “volver a lo presencial” porque extraña a sus “amigos, estudiar todos juntos en el aula y jugar en los recreos”.
En hogares donde los chicos tienen sus propias computadoras y espacios además de buen acceso a internet, fueron más fáciles las condiciones ambientales, pero el agobio también llegó. “El año anduvo bien, pero me cansó estar sentado horas frente a la computadora, pendiente de las clases y las tareas. Las cosas no te quedan tanto como en la escuela”, explica Luciano Martínez, de 16 años, que cursa primer año en el Colegio Betania, en la ciudad de Buenos Aires. “La conexión dependió mucho de cada profesor, pero en general bajaron la exigencia”, confía Fabiola Giménez, alumna de 6° año de la Escuela Técnica 3 Evita, de José C. Paz. A punto de recibirse de técnica electromecánica, le preocupan sus compañeros que abandonaron y la cantidad de materias prácticas que solo se pueden cursar en forma presencial. “Los jóvenes sabemos cuidarnos, creo que deberían confiar en nosotros y poder volver en grupos pequeños”, agrega.
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