Cómo imaginaron a Buenos Aires en 2080
Entre los muchos europeos que viajaron a la Argentina figuró el periodista francés Aquiles Sioen. Afincado en el Río de la Plata, escribió en 1879 un interesante librito de ciencia ficción donde explicaba cómo sería la capital argentina en el futuro. Su novela se llamó Buenos Aires en el año 2080 - Historia verídica. ¿Y cómo imaginaba Sioen esa Buenos Aires que aún hoy parece lejana?
En las cien páginas de libro, dedicado al político Antonino Cambaceres y escrito en el vago español que dominaba el periodista francés, hay numerosas descripciones. Asegura que en la Buenos Aires de fines del siglo XXI habrá dos millones ochocientos mil habitantes y que en toda la Argentina se contarán treinta millones de personas. ¿En qué se desplazarían? Para Sioen el medio de transporte por excelencia será el ferrocarril, que podrá llevar unos cinco mil pasajeros, entre Ushuaia y Río de Janeiro, a 360 kilómetros por hora. Con todas las comodidades del caso, por supuesto, ya que los trenes contarán con bares y restaurantes, baños, bazares, biblioteca, jardín, un teatro y capilla. Lo que significa que se podrán celebrar matrimonios ferroviarios en la Sudamérica de 2080, algo muy necesario si es que justo a uno le toca de compañero o compañera de asiento un amor a primera vista y, fundamental, con intenciones de serlo desde ese instante y para toda la vida.
En la novela del francés, un día de 2080 habría de inaugurarse el ferrocarril trasandino (algo que ocurrió hace más de un siglo, en realidad). Otro medio muy utilizado será el barco, que empleará una "hélice eléctrica" para desarrollar altas velocidades.
El transporte público dentro de la Buenos Aires del año 2080 será mediante comodísimos tranvías eléctricos con mullidas butacas para ocho pasajeros –nadie viaja parado en la imaginación de Sioen– y también unos magníficos trenes subterráneos que pasarán por las estaciones cada cinco minutos. Esto lo escribió 35 años antes de que en Buenos Aires se inaugurara la primera línea de subtes de Sudamérica.
Con respecto a la información que circulará, es muy interesante la apreciación del novelista. Habrá, dijo, miles de hilos eléctricos que transportarán a Buenos Aires las noticias del mundo entero. Pero no a los hogares, sino a una central telefónica. Una vez obtenida la información, los empleados irán a las casas de los más ricos, aquellos que tendrán una tablilla de noticias en donde podrá escribirse lo que ellos quieran saber. Lo que demuestra que Bill Gates no inventó nada, sino que fue (aplausos, por favor) Aquiles Sioen, ¡y en Buenos Aires!
Además, este loco francés de loca imaginación, pensó que Buenos Aires crecería desde lo que hoy son las avenidas Paseo Colón y Leandro N. Alem, hacia el río. En este caso, los forjadores de Puerto Madero adelantaron los tiempos de la novela. De todas maneras, hay un par de vaticinios que aún no se han cumplido. Por un lado, un largo muelle de seis kilómetros que se internará en el río (lo más parecido sería el puente Buenos Aires – Colonia; pero, ¿alguien se animará a afirmar que antes del 2080 estará construido?) y una colosal estatua de Prometeo en la Boca del Riachuelo. También habrá –si se cumplen las profecías literarias del autor– un hotel de siete cuadras de extensión pero de un solo piso y con jardín colgante, en la avenida Alem, entre Rivadavia y Viamonte.
Otra de las curiosidades del libro "Buenos Aires en el año 2080" es que el escritor imaginó una avenida que estaría situada en donde hoy se encuentra la Avenida de Mayo. Si bien en 1879 se habían cumplido siete años del rechazo a una propuesta de crear una avenida de esas características en algún lugar del centro de la ciudad, aún faltaba un año para que asumiera el intendente Torcuato de Alvear, quien empezaría a insistir con hacer una avenida principal donde la había puesto Sioen en su obra. Recién en octubre de 1886 caería el primer escombro de la primera demolición con el fin de erigir la avenida. ¿Acaso Torcuato leyó las cien páginas de Aquiles? Lo cierto es que la avenida del futuro que "vio" el francés es bastante más amplia que la que vemos hoy: tenía 160 metros de ancho, veinte más que la 9 de Julio. Y como curiosidad, el principal opositor que tuvo Torcuato en su proyecto de construcción de la Avenida de Mayo fue Antonino Cambaceres, a quien Sioen había dedicado el librito. La pelea de Torcuato y Antonino tiene matices entretenidos, pero no puede abarcarse todo, así que regresemos con la obra.
Uno de los principales edificios de la ciudad del futuro será la Oficina de la Hospitalidad. Según la explicación del francés, será una especie de ministerio encargado de anotar a todos los inmigrantes recién llegados y ofrecerles alternativas laborales. ¡Argentina potencia!
¿Edificios imponentes? ¿Torres de cien o doscientos pisos?
No. La Buenos Aires de la ciencia ficción tendrá cúpulas, torres decorativas y hasta agujas de cemento. Crecerá hacia arriba, pero sólo por cuestiones estéticas.
No se le ocurrió pensar a Sioen en la invasión de los supermercados chinos. Sin embargo, a su Buenos Aires imaginaria le puso tres pagodas y cuatro teatros chinos, sobre un total de 24 salas. ¿Por qué ese toque oriental a la ciudad? Por dos motivos. Primero, porque dos millones de chinos arribarían al Río de la Plata en 1885 (tal profecía no se cumplió). Segundo, porque en el año 2080, el emperador de China se casará con una porteña recién arribada a Pekín. En este caso, para que tengamos nuestra Máxima Zorreguieta en las tierras de la Gran Muralla, será necesario que vuelva a instalarse la dinastía monárquica en China.
Hay que tener en cuenta que cuando don Aquiles fantaseó la ciudad porteña, aún el empedrado era un símbolo de modernidad: la primera calle asfaltada la tuvimos en 1895. Por eso debe admitirse que estuvo muy acertado al concebir calles de "cemento duro". Estas calles tendrían –o tendrán– incrustaciones de mármol pulimentado. Y estarían limpias siempre, gracias a las máquinas automáticas que las regarían y barrerían.
Aún Edison no había inventado la lamparita, y el amigo Sioen -quien daría clases de francés en en Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE)- vislumbraba un 2080 en donde las calles estuvieran iluminadas por "picos eléctricos". Y en cuanto a diversión, sostenía que el teatro llegaría a las casas a través de hilos telefónicos que atravesaban la ciudad en cañerías subterráneas.
En lo que respecta al orden mundial, el periodista vaticinó que en Europa se formarían tres bandos y habría una gran guerra, antes del 1900. Se equivocó el año, pero escribió sobre una gran confrontación en toda Europa, 35 años antes de que se iniciara la Primera Guerra Mundial. No deja de ser llamativo que mencione que los gobiernos de Europa, luego de pelearse, se alinearán en un mismo grupo llamado Estados Unidos. Como vemos, la Unión Europea formó parte de la imaginación del autor de Buenos Aires en el año 2080.
En 1930 el notable escritor Roberto F. Giusti –miembro de la Academia de Letras– analizó el libro de Aquiles Sioen en el diario La Prensa para entretenerse, como nosotros, con los escenarios futuros del francés. En aquella nota Giusti señalaba que la vida será más fácil en 2080, cuando logremos el confort presionando botones o timbres. O el maestro Giusti era un adelantado o nosotros somos demasiado obvios. O las dos cosas.
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