Coronavirus en la Argentina. En un pueblo bonaerense instalaron en la calle un lavamos que se acciona con los pies
"Quise hacer algo para ayudar a mi pueblo en estos momentos duros que pasamos", cuenta Javier Carrizo Bueno, desde Magdalena, ubicado a 100 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires.
Carrizo Bueno, de 44 años, es dueño de una pinturería. Con mano de obra y fondos propios inventó y donó un lavamanos que se acciona con los pies para que los vecinos de esta ciudad de 15.000 habitantes puedan usar para higienizarse las manos. Buscó apoyo en el Municipio para ubicarlo en la vía pública y, desde el martes pasado, está funcionando en una de las esquinas céntricas de la localidad, frente a la sucursal del Banco Provincia, donde en estos días se junta la mayor cantidad de personas y así ayudar a combatir la propagación del coronavirus.
"Fue porque nos piden que nos lavemos las manos -afirma-. Jamás se me ocurrió cobrarlo. Si todos ponemos lo mejor de nosotros, vamos a superar esta pandemia".
"Lo hice en tres días, no fue difícil", cuenta Carrizo Bueno al referirse a su invento que ya ha trascendido las fronteras de Magdalena. La idea surgió desde la propia experiencia. "Es tanta la psicosis en la que vivimos que cuando salí de un negocio necesité desesperadamente lavarme las manos", afirma.
El deseo lo pudo cumplir recién al llegar a su casa, y allí encontró el punto inicial que lo llevaría a diseñar su invento: "¿Cómo no existe un lavamanos en la calle?", se preguntó. "Comencé a pensar cómo lo podía hacer: se me ocurrió trasladar el diseño de un lavaojos y hacerlo lavamanos", se entusiasma.
¿Qué es un lavaojos? Carrizo Bueno trabajó hace un tiempo atrás haciendo un lavaojos para una industria que manipulaba productos químicos. Este aparato tiene dos rociadores a la altura de los ojos que se accionan con una palanca, a través de los pies. Ante el peligro de un derrame, es la manera que tienen las industrias de proteger la higiene y la seguridad de sus trabajadores. "Tenemos que evitar que toquemos con las manos las superficies", pensó. De esta manera, ayudado por algunos amigos, comenzó a construir el lavamanos.
Se trata de una plataforma de metal que sostiene un tanque de agua de 600 litros. Una boca de grifo, sin manija de mando, que incluye un dispenser con jabón completan el cuerpo principal. Una palanca en el piso con un resorte articulado acciona la llave de paso para que el agua salga por el grifo, el agua es depositada en una cámara de ABSA a un costado, ubicada en la vereda. "Me costó $6500. Tenía pensado ponerlo en la plaza, pero cuando vi la cola en el banco con los abuelos, decidimos ponerlo acá", afirma.
"Me decían que era una locura, hacer un lavamanos e instalarlo en la calle", dice. La ayuda municipal fue clave. Tuvo apoyo del personal de la Dirección de Servicios Públicos y del propio intendente, que acompañó el proyecto.
El jefe comunal, Gonzalo Peluso, se enteró de que Javier estaba haciendo un lavamanos, que lo iba a donar y que podía entregarlo en tres días. "Hice todas las gestiones y conseguimos que su invento fuera a la esquina del banco, más que nada para proteger a los abuelos", sostiene.
"Los primeros días me quedaba mirando de lejos, feliz de ver a la gente lavándose las manos. Los vecinos me agradecen, quiero seguir fabricándolos", se ilusiona Javier, que tiene cinco hijos y está separado, aunque está pasando la cuarentena con su ex mujer. "Le envié fotos a muchos intendentes; en Trenque Lauquen y Suipacha me dijeron que querían imitarlo", afirma el intendente.
El contador de la sucursal del Banco Provincia envió un video a autoridades del Banco con el lavamanos en acción siendo usado por los clientes. "Desde la Casa Central le dijeron que estaban interesados en instalar uno en La Plata y en otras sucursales", confiesa.
El mantenimiento del lavamos es sencillo. Todos los días a primera hora empleados municipales se cercioran que tenga agua, si no llenan el tanque con agua potable, al igual que recargan el dispenser con el jabón líquido. "Fue una idea maravillosa, de muy bajo costo, que nos plantea el mínimo esfuerzo de recurso humano", dice Peluso.
Para los próximos días Javier tiene previsto hacer dos más: uno para colocar en el Correo, y el otro en la oficina de Anses. "No es costoso. Si todos en los pueblos se unieran, y cada uno pusiera un material, creo que se puede imitar", concluye Javier.
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