Coronavirus: con pocos recursos de protección, los pueblos originarios arman sus propias burbujas
LAS VERTIENTES.- Miseria, hambre y en el aire polvareda de tierra clara. En el marco de la pandemia, las comunidades de pueblos originarios que viven en los parajes más alejados del Chaco salteño, donde la Argentina limita con Bolivia y con Paraguay, han decidido construir grandes barricadas para cerrar todos los caminos que bordean las orillas del Río Pilcomayo, en el municipio de Santa Victoria Este. Sin elementos de protección personal ni médicos en los alrededores, con pocos alimentos almacenados, quieren evitar el tránsito de personas entre caseríos porque temen contagiarse de coronavirus.
Por las huellas solo andan cabras, chanchos flacos que lamen la tierra para nutrirse de sal y algunos toros que se ven débiles. Grandes camiones con contrabando llevan trigo, maíz, soja e insumos básicos hacia los pasos ilegales de las fronteras. Sus choferes son hábiles para abandonar la ruta nacional 54 y perderse a través de pasadizos angostos de ripio — de quebrachos y de tranqueras viejas — que conducen a los países limítrofes.
Los caciques del poblado de Las Vertientes saben perfectamente que la propagación del virus podría terminar por extinguir lo poco que aquí queda. Durante una recorrida de LA NACIÓN en los alrededores de este paraje, desde la asamblea comunal aseguraron que cerraron todos los caminos del monte luego de observar la circulación en la zona de ciudadanos paraguayos provenientes de la frontera internacional y también de formoseños que atraviesan el límite provincial.
"Nosotros no salimos de aquí. Pero sí vemos que pasan criollos, paraguayos, formoseños. Hemos tomado la decisión de cerrar los caminos, pero vienen igual. No respetan y cruzan en motos", dijo un referente vecinal de Las Vertientes. Además, agregó: "Tampoco queremos que ahora vengan censistas ni médicos de Salta capital. No los vamos a dejar pasar. Tenemos miedo, porque es peligroso. No sabemos qué hacer con las personas que cruzan. Nosotros estamos todos sanos, bien. Para cuidar a la gente, cerramos los pasos".
En esa línea, un enfermero del pequeño centro sanitario de la comunidad originaria explicó a este diario: "Dios no lo permita, pero si alguien se enferma aquí de coronavirus vamos a hacer todo lo posible por asistirlo. No tenemos un lugar para internar. Lo único que hay es una camilla. Podremos dar los primeros auxilios y sacar urgente al paciente hacia la localidad de Santa Victoria Este".
Las estadísticas oficiales del gobierno de Salta confirmaban el 22 de agosto que en el departamento Rivadavia se habían registrado apenas dos casos positivos de coronavirus desde el inicio de la pandemia. Sin embargo, los habitantes de la zona saben que esta aparente estabilidad puede ser interrumpida en cualquier instante. Una calificada fuente oficial, que conoce perfectamente estos parajes de la frontera, dijo a LA NACIÓN: "Es probable que la situación se complique aquí dentro de muy poco tiempo, fundamentalmente porque en las comunidades no hay elementos de protección personal y también por el contrabando a través de los pasos ilegales".
Por otro lado, en la comunidad de Misión La Paz permanece cerrado el puente internacional que conecta Salta con la ciudad paraguaya de Pozo Hondo. Bajo el sol crudo del mediodía, la sombra de dos gendarmes con escopetas, un altar de la Virgen María, el río brillante. Al igual que en Las Vertientes, los habitantes de los caseríos ubicados en los alrededores del paso fronterizo colocaron barreras construidas con troncos y junto a ellas hay niños o gente mayor sentada en banquetas, con orden de permitir exclusivamente el paso de unos pocos vehículos conocidos. En rigor, aquí se cumplen con disciplina las órdenes provinciales y nacionales de aislamiento. Las personas permanecen junto a los ranchos de adobe; los niños corren descalzos, juegan con los animales.
Sobre la ruta nacional 54 también está ubicada la pequeña localidad de Santa Victoria Este, que tiempo atrás fue un paraje rural y que se ha transformado con el tiempo en un precario centro urbano donde conviven originarios, criollos, chaqueños y donde no faltan traficantes y contrabandistas. Es el principal foco comercial del departamento Rivadavia de la provincia de Salta y entró en fase 1 desde el 21 de agosto pasado. Allí también la incertidumbre y el temor por el coronavirus han empujado a las personas hacia el encierro. Las calles lucen prácticamente desiertas. Solo algunas motos de enduro interrumpen la calma.
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