Cuando comer pone en riesgo la salud
En el año, en la Capital se decomisaron 85.507 kilos de alimentos en mal estado
Establecimientos que venden productos no envasados y los exhiben sin protección en la vía pública; puestos ambulantes que no cumplen con la reglas mínimas de salubridad; y transportes de mercaderías que no respetan la obligación de no cortar la cadena de frío. La ciudad muestra a diario un sinfín de irregularidades bromatológicas -hay muchas más, claro- que suelen poner en riesgo la salud de quienes ingieren productos en mal estado de conservación.
Lo cierto es que unos 100.000 establecimientos públicos en la Capital, donde se elaboran y comercializan alimentos, son controlados en la actualidad por sólo 53 inspectores de la Dirección General de Higiene Urbana. Estos también se ocupan de verificar, por ejemplo, si los transportes de mercaderías respetan el límite de 7° centígrados para trasladar los lácteos y los productos congelados.
Según la dirección de higiene, que depende del Ministerio de Gobierno, de enero a mayo último se decomisaron 85.507 kilos de comida en mal estado, superando los 81.038 kilos incautados durante 2005. Ahora bien, ¿por qué se encontró este año mayor cantidad de alimentos en mal estado?
Para las autoridades hay un motivo. A saber: "Esto tiene que ver con que hay un mayor control sobre los establecimientos. Nuestra intención es verificar los locales y los transporte de mercaderías que no cumplen con la normativa, y así disminuir la probabilidad de brotes de enfermedades transmitidas por los alimentos en mal estado", sostuvo Federico Peña, subsecretario de Control Comunal.
El Código de Faltas porteño castiga con multas o con el decomiso de la mercadería a quien fabrique, conserve y distribuya alimentos sin respetar los controles bromatológicos; o bien que esté adulterado, contaminado o en infracción. También a los comercios que no respeten las normas de salubridad, que no cuenten con la documentación sanitaria, posean un depósito inapropiado de mercaderías o no respeten la cadena de frío. También a aquellos que no tengan envases individuales (sachets) de aderezos.
En fin, requerimientos que se cumplen poco y nada. Basta con un breve recorrido por la ciudad para verificar, por ejemplo, que hay comercios que ofrecen embutidos y quesos, exhibidos en la vía pública y sin protección del monóxido que despiden los vehículos. Esto ocurre en algunos comercios de Rivadavia y Rojas, en Caballito, y de las avenidas Santa Fe y Juan B. Justo, en Palermo. "Sí, recibimos inspecciones", dijo uno de los propietarios, al ser consultado por LA NACION.
Los puestos de choripanes en la Costanera, dicen, cuentan con la habilitación para funcionar, pero algunos de los encargados indicaron -por lo bajo- que no los controlan. "Pero confía que es carne de primera", tranquilizó uno de ellos.
Si bien en la ciudad está prohibida la venta ambulante de café y de jugos exprimidos, esta actividad se ve a menudo en muchas esquinas porteñas. Como también los puestos de hamburguesas y panchos que ofrecen aderezos en envases "recargables". "La venta ambulante se controla bajo la ley 1966, que habilita a ejercer distintos rubros. En poco tiempo se incorporarán 30 inspectores más para optimizar los controles. Los alimentos más riesgosos son los que tienen carne picada vacuna", dijo Marta López Barrios, directora de Higiene Urbana.
En lo que va del año, el gobierno concretó cerca de 9924 inspecciones, principalmente en escuelas, hospitales, geriátricos y locales. En total hubo 89 clausuras. Un dato: los colegios aparecen en segundo lugar en cuanto al decomiso de alimentos. Lo que abre un serio interrogante sobre el estado de los alimentos que ingieren los chicos.
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