Análisis. Desbordes psíquicos
Por Jorge Cóppola Especial para lanacion.com
La problemática que nos ocupa se relaciona con el siguiente enigma: ¿En qué momento las tensiones psíquicas se vuelven insoportables y se desbordan de sus diques de contención naturales?
Sabido es que el ser humano está todo el tiempo sometido a situaciones que generan angustia. El simple hecho de tomar una decisión hace que exista un caudal de tensión psíquica. Elegir entre "el negro o el blanco" hace que se tenga que sopesar qué se pierde al dejar a uno fuera. Si el resultado final será el esperado. Si será beneficioso o terminará por ser un desacierto con consecuencias negativas.
Las personas tenemos diferentes maneras subjetivas de metabolizar esas pequeñas o grandes angustias cotidianas. Lo que para algunos es insoportable para otros es llevadero.
El control de las tensiones a las que nos vemos expuestos depende de la estructura "arquitectónica" que nos fue dada con la concepción de nuestra persona y las interacciones con el ambiente que nos rodeó en nuestros años de la infancia (grandes interacciones modeladoras) y posteriormente en el desarrollo. Lo que nos viene dado y lo adquirido.
Diques de contención. Me parece importante esta manera de introducir la cuestión porque nos permitirá comprender un poco más cómo se desarrolla la dinámica de los "diques de contención", viéndolos como estructuras arquitectónicas que contienen y limitan las presiones que diferentes emociones ejercen con el fin de emitir actos, de producir acciones. Así es como un gran dique bien calculado en su estructura de hormigón y acero contiene las variaciones volumétricas de un gran río y un gran lago y, a la vez, permite la administración de caudales de salida que, de una manera eficiente, aportarán resultados beneficiosos ya sea para la producción de energía u otros fines.
Nuestros volúmenes contenidos son emociones (sensaciones subjetivas que impulsan acciones). Estas acciones serían nuestros volúmenes de salida si continuamos usando la analogía del dique de hormigón.
Cuando las tensiones que sufre el sujeto rebasan las posibilidades de contención sobre la emisión de los actos se producen conductas de desborde que, al modo que lo venimos pensando, serían como un río desbocado que arrasa con lo que se le presente por delante de su alocado curso.
En el individuo, cuando falla el dique de contención de las emociones y la emisión de actos, cuando fracasa en ese objetivo, existen acciones de riesgo para sí o para terceros. Siempre existirán acciones reñidas con la ética. Por supuesto que hay quienes no presentan problemas para tramitar estas cuestiones de la vida. Pero están aquellos que sí tienen problemas en estas dimensiones del ser. Para su estudio y tratamiento se abre un capítulo de la Psiquiatría que se denomina "Trastorno del control de los impulsos".
A esta altura es necesario aclarar que este problema descripto no es de ningún modo un motivo de justificación para la comisión de delitos. De hecho, nuestro ordenamiento legal es muy claro en cuanto a los justificantes y atenuantes de penas en aquellos casos específicos que el Código Penal de la Nación Argentina tipifica en su artículo 34. Quienes padecen trastornos para el control de sus impulsos no se hallan enmarcados dentro de la inimputabilidad. Es decir, pueden ser culpados y reprochados penalmente.
El autor es médico psiquiatra y Legista (UBA)
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