El Calafate: llegaron al borde del espacio con un avión sin motores y rompieron un récord mundial
Un avión sin motor que vuela hasta el mismo borde del espacio. La escena no sucede en la NASA ni en la ficción, sino que en El Calafate. Allí, el martes pasado, un aeroplano alcanzó los 66.000 pies de altura (unos 20 kilómetros), y así rompió el récord mundial que se obtuvo el año pasado en el mismo lugar, pero con otro equipo al comando. En esta ocasión, un piloto español y otro estadounidense lograron recorrer esa distancia en un avión sin motores, impulsado por un fenómeno meteorológico especial que se da en el Sur del país: por un lado, las ondas de montaña y, por el otro, el chorro polar, que permiten surfear en corrientes de aire únicas que se dan en la cercanía de los polos.
La misión, llamada proyecto Perlan, llegó a El Calafate el 25 de julio pasado y permanecerá hasta el 15 de este mes, en busca de un nuevo ascenso y récord. Cada día dos equipos metereológicos, uno en Estados Unidos y otro en el hangar de El Calafate, evalúan las condiciones climáticas para poder hacer el ascenso. El domingo pasado, el piloto Morgan Sandercock había logrado alcanzar los 62.500 pies, récord que fue superado.
"Imagínate que soplas contra una pirámide que tiene una pluma en la punta: ese viento hará que suba la pluma", grafica Miguel Ángel Irtumendi, para explicar cómo el planeador se mueve sin motores. El español, de 47 años, fue el copiloto del equipo que batió el récord. Lo hizo junto a su colega estadounidense, Jim Payne.
El avión de la hazaña se llama Perlan II y tiene una cabina presurizada diseñada para llegar a los límites con el espacio. Fue construido con alas de planeador para que pueda volar en menos del 3% de la densidad del aire normal y a temperaturas de menos 70° C, condiciones que se aproximan a la superficie de Marte.
El martes pasado, un avión remolcador llevó a los pilotos hasta los 13 kilómetros de altura y, desde ahí, comenzaron a introducirse en la estratósfera. "Ahí se crean unas olitas y las vas tomando", define Irtumendi.
Cuando se le consulta qué sintió al batir el récord, Irtumendi dice "mucha ilusión". También mucho frío: los pilotos llevan calcetines y un chaleco eléctrico para calefaccionarse). Además tienen que soportar la estrechez de la cabina que, en sus palabras, es tan pequeña que no hay espacio para moverse.
Irtumendi, ingeniero de pruebas, explicó que el próximo objetivo inmediato será tratar de llegar hasta los 28 kilómetros, si lo permite el clima y no hay precipitaciones. Por eso se suele poder ascender solo una o dos veces por semana.
Más allá del récord de altura, la expedición realiza estudios de climatología. Parte del proyecto es también analizar la capa de ozono y entender cómo las ondas de montaña influyen en el clima a nivel mundial. En el avión se llevaron también experimentos de diversas universidades para ser probados. Uno de ellos es de la Universidad Técnica Nacional (UTN).
"Queremos también intentar que los estudiantes se interesen por las ciencias, matemática, ingenierías –dice–. Que vean que aún se pueden hacer cosas y no está todo hecho".
El proyecto nació en 1992, cuando el piloto de la NASA Einar K. Enevoldson recopiló pruebas sobre la existencia de "las ondas de montaña estratosféricas". Calculó que podían impulsar un planeador hasta la frontera con el espacio y para comprobar su hipótesis se propuso construir la nave Perlan I. El objetivo se concretó en 2006. El proyecto ya lleva dos décadas y es financiado por AirBus Group.