La gran culpable de la crisis de salud mental adolescente que suele pasar inadvertida
La falta de sueño es una constante en casi todos los diagnósticos psiquiátricos y los estudiantes de secundaria viven en un estado de privación crónica y severa
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WASHINGTON.– La salud mental de los adolescentes es una de las grandes preocupaciones actuales de los padres, y no sin razón: más de uno de cada tres adolescentes de secundaria dicen sentir tristeza y desesperanza persistentes, y aproximadamente uno de cada cinco consideraron seriamente el suicidio. Muchos adultos buscamos respuestas, pero uno de los grandes culpables se esconde a plena vista: la actual generación de adolescentes es el grupo poblacional más privado de sueño de la historia de la humanidad.
Leyeron bien: nadie en la historia ha dormido menos que un adolescente actual.
El 70% de los niños y el 65% de los adultos duermen lo que necesitan, pero entre los adolescentes del último año de secundaria ese número es de apenas el 15%. El estudiante secundario promedio duerme seis horas y media por noche, cuando lo óptimo es que duerman nueve horas, y uno de cada cinco adolescentes duerme menos de cinco horas por noche. Por donde se lo mire, los adolescentes viven en un estado de privación crónica y severa del sueño.
Las revistas científicas están repletas de estudios que vinculan la falta de sueño con los problemas de salud mental. Los adolescentes que duermen menos de ocho horas tienen más probabilidades de sufrir síntomas de depresión. Un análisis reveló que los adolescentes mal dormidos, que tienen seis o siete horas de sueño por noche, son un 17% más propensos a tener pensamientos suicidas o autodestructivos que quienes duermen ocho horas; el porcentaje que asciende al alarmante 81% para los que duermen cinco horas por noche.
De hecho, la falta de sueño es una constante en casi todos los diagnósticos psiquiátricos. Los estudios de imágenes cerebrales demostraron que la privación del sueño amplifica la actividad de los centros emocionales negativos y reactivos del cerebro, mientras que la corteza prefrontal –que nos tranquiliza y nos da perspectiva, discernimiento y regulación emocional– manifiesta menor actividad.
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No se puede pretender, entonces, que semejante nivel de privación del sueño no profundice las fisuras en la salud mental de los adolescentes. Nadie cuestiona los beneficios del buen dormir para los bebés y los niños pequeños. Pero el cerebro y el cuerpo de los adolescentes cambian y crecen tanto como durante los primeros años de vida. La reestructuración del cerebro adolescente es fundamental para un desarrollo saludable y, en gran medida, ese desarrollo ocurre precisamente durante el sueño.
¿A qué responde, entonces, está epidemia de falta de sueño en los adolescentes? Para empezar, hay que señalar que la cantidad de horas de sueño de los adolescentes viene disminuyendo desde hace décadas, debido a que el horario de clases arranca demasiado temprano y a la acumulación de tareas y actividades extracurriculares a las que están sometidos los chicos. Las escuelas secundarias no logran ajustarse a los consejos de la ciencia para adoptar horarios saludables, lo que implica que muchos adolescentes se levantan cuando todavía es de noche y pierden horas de sueño matutino que son cruciales para su desarrollo y bienestar emocional.
Imaginemos un experimento en el que los investigadores obligan a los participantes a despertarse tres horas antes de su hora normal de levantarse y luego les piden que realizaran tareas cognitivas complejas, y así durante cinco días seguidos: esa es la descripción de la semana escolar de un adolescente promedio.
A eso hay que sumarle que los estudiantes llegan a tener fácilmente cuatro horas de tareas cada noche, por más que las investigaciones sugieren que más de una hora solo agrega ansiedad y ningún beneficio intelectual. Y los comités de admisiones universitarias envían un mensaje –”cuanto más, mejor”– que empeora aún más la situación, con mayor presión sobre los estudiantes y una acumulación agotadora de actividades, clases de apoyo y tutorías varias.
El factor definitivo
Finalmente, el uso generalizado de celulares fue la bola de demolición definitiva que terminó de arrasar las horas de sueño de los adolescentes. Las grandes ladronas de sueño son Meta, YouTube, TikTok, Apple y otras empresas que se especializan en crear tecnologías y aplicaciones adictivas que se infiltraron en la vida de los chicos. Los adolescentes pasan las horas previas al momento de acostarse usando los dispositivos y se acuestan con el teléfono en la almohada, y todo eso retrasa significativamente el momento de quedarse dormidos.
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El problema puede parecer intratable e irresoluble, pero no lo es. A diferencia de los muchos problemas complejos que ensombrecen o generan ansiedad en los adolescentes –el calentamiento global, la pandemia, la desconexión y la soledad–, el tema del sueño es totalmente corregible.
El cronograma de las escuelas secundarias debería empezar más tarde y los chicos deberían tener menos tarea para el hogar. Además, hacen falta regulaciones sobre las empresas de tecnología para lograr un diseño responsable de las aplicaciones para celulares. Por supuesto que se trata de cambios sistémicos que llevan tiempo. Pero en el interior de los hogares, las familias también pueden hacer su parte para preservar sus horas de sueño. Y puede hacerse ya mismo, a partir de esta noche.
Las investigaciones encontraron vínculos directos entre las reglas familiares sobre las horas de sueño en el hogar con una amplia variedad de efectos positivos. Según un estudio sobre más de 15.000 estudiantes de secundaria, los que se acuestan alrededor de las 22 tienen un 24% menos de probabilidades de sufrir depresión y un 20% menos de probabilidades de tener ideas suicidas que aquellos que se acuestan después de la medianoche.
Los padres suelen subestimar la influencia que puedan tener en ese sentido sobre sus hijos adolescentes, pero lo que dicen y hacen en el hogar es sumamente importante. Hay que empezar por inculcar hábitos saludables, como establecer un horario claro para apagar los celulares y computadoras, horarios razonables para acostarse, y fomentar prácticas simples pero eficaces, como exponerse entre cinco y diez minutos al sol durante la mañana, ya que eso refuerza los ritmos naturales de sueño del cuerpo.
Los adolescentes de hoy no la están pasando bien por una variedad de razones perfectamente válidas. Pero la ciencia muestra que las perspectivas para muchos de ellos mejorarían y tendrían menos estrés si recuperaran esas preciosas horas de sueño perdidas. Y si buscamos modificar el rumbo de la actual crisis de salud mental de los adolescentes, mejorar la calidad y cantidad de sueño debería ser una prioridad. A partir de ahí, podremos identificar más claramente el resto de las preocupaciones de esos chicos, para ayudarlos de verdad.
Por Heather Turgeon y Julie Wright
(Traducción de Jaime Arrambide)
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