Podría asimilarse a un reguero de pólvora, con la misma capacidad de contagio, virulenta energía e imprevisibilidad de recorrido. #Nonoscallamosmás fue uno de los conceptos más potentes que dejó la conferencia de prensa de Actrices Argentinas hace apenas diez días, que inició el llamado "MeToo argentino". Era una advertencia, una línea trazada en la arena.
La afirmación conllevaba el reconocimiento tácito de que las situaciones de acoso y abuso sexual –como la que denunció Thelma Fardin , ocurrida en 2009–, lejos de ser un caso aislado, siguen siendo moneda corriente en el mundo del espectáculo. Lo que sería diferente a partir de ese martes, advertían, era la acción que se tomaría frente a cada nuevo caso de abuso, y en la medida que cada una de las mujeres así lo decidiera, ante aquellos ocurridos en el pasado que hicieran público. En ambos casos, el plan era el mismo: no más silencio.
"Llegó la hora de la emancipación política de nuestros cuerpos", se escuchó sobre el escenario del Multiteatro. En una industria como la televisiva, en la que la mirada de género –tanto en los contenidos que se producen como en el trabajo fuera de cámara– está aún en proceso embrionario, proclamar que los cuerpos de las actrices pertenecen a las actrices y no a sus empleadores, que el consentimiento no es negociable ni prescindible, que esos cuerpos no son commodities para ser explotados, es una afirmación extraordinaria. Una que difícilmente tenga un eco veloz en la comunidad a la que interpela directamente. Pero es tal la fuerza del cimbronazo que, a pesar de no contar aún con medidas concretas que anunciar, todas las cámaras empresariales del espectáculo local reconocieron inmediatamente en sendos comunicados la necesidad de "dejar de mirar al costado" y comenzar una etapa de discusión interna acerca de la mejor forma de avanzar con los protocolos de ayuda a las víctimas y otras medidas de fondo –centradas en la igualdad, representatividad e inclusión en la industria audiovisual– tendientes a hacer innecesarias futuras convocatorias como aquella del martes 11 de diciembre.
La sucesión de confesiones en las redes, de parte de mujeres y hombres públicos y privados, del crecimiento de llamados a las líneas telefónicas de atención a las víctimas y también de denuncias penales en los juzgados que siguieron en estos pocos días a las palabras de Fardin no hacen sino demostrar que, claramente, las verdades ayudan a otras verdades a salir a la luz. Y, más allá de las consecuencias concretas para los victimarios por sus acciones, el abandono del silencio inmediatamente logra que éstos estén más solos y sus víctimas, más acompañadas. "Porque otras hablaron, yo pude hablar", dijo la actriz, y siguiendo sus palabras, muchas más dejarán de callar.
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