El mosquito que nos tiene en vilo
Alexander Haddow fue el científico que identificó por primera vez el virus de Zika, en 1947 en el bosque tropical homónimo, ubicado en la región de Entebbe, a 23 kilómetros de Kampala, la capital de Uganda. Una selva de gran biodiversidad que alberga unas 40 especies de mosquitos y es una incubadora formidable de formas virales patógenas.
El virus de Zika fue detectado en primer lugar en un mono Rhesus y más tarde en el hombre. Es un arbovirus, transmitido por el Aedes aegypti, que se extendió por brotes en África, Asia y América. Nunca se le dio importancia porque es difícil distinguir sus síntomas de otros arbovirus similares; se lo consideraba una enfermedad leve.
Pero en 2007 se produjo un primer gran brote en la isla de Yap en Micronesia y todo cambió. Aparentemente el virus mutó hacia una forma más virulenta que obligó a que el mundo le prestara atención.
Su propagación causa actualmente una gran epidemia, especialmente en Colombia y Brasil. La rápida dispersión de la patología es favorecida por el calentamiento global y el aumento exponencial del transporte y las migraciones humanas.
El tiempo entre la exposición y la emergencia sintomática, se estima entre dos y siete días. La clínica se presenta con fiebre, erupciones maculopapulares, dolores musculares, conjuntivitis, artralgias, cefaleas y malestar general.
En los brotes de la Polinesia francesa en 2013 y Brasil 2015 las autoridades sanitarias reportaron la asociación entre la circulación del virus y la aparición de cuadros neurológicos como el síndrome de Guillen Barré y otros de naturaleza autoinmune. Más tarde, notaron un aumento llamativo de los casos de microcefalia en el noreste y noroeste brasileño, también relacionados con el virus. El alerta llevó a que Brasil llamara a las fuerzas armadas a combatir el flagelo.
Un diminuto mosquito tiene en vilo a un país de 200 millones de habitantes. Preocupa a las Américas y al mundo entero.
Las investigaciones de las repercusiones sanitarias arrojan nuevos datos cada día, así por ejemplo, especialistas brasileños observaron altas concentraciones del virus en orina y saliva y en Dallas se informó sobre la transmisión sexual del virus. En la ciudad de Córdoba hay un caso de probable contaminación sexual, lo que constituye un nuevo objeto de preocupación.
Titular plenario de Epidemiología, Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba.
Hugo Pizzi