El Planetario tuvo su fiesta
La cita era a las 18. ¿La propuesta? Juntarse para ver las estrellas. No se trató de un encuentro de tipo romántico, sino más bien de uno de carácter científico. Porque el anfitrión era ni más ni menos que el famoso astrónomo y físico Galileo Galilei. ¿El motivo? Festejar los 40 años del Planetario, que lleva su nombre, un símbolo porteño que atrae a grandes y a chicos por igual.
Organizado por el Ministerio de Cultura de la ciudad, el festejo por las cuatro décadas del Planetario convocó, ayer, a cientos de personas, en su mayoría familias que, telescopio en mano, se concentraron en la explanada central del centro de observación para admirar las maravillas del espacio.
La Fiesta de Telescopios, así bautizada por los organizadores del "espacial o especial" encuentro, fue el punto más alto de los festejos que comenzaron el miércoles pasado, que incluyó la participación del Coro Kennedy y una lluvia de "meteoritos" que, en realidad, se trató de fuegos de artificio.
Aunque algo fría, la tarde-noche de ayer se mostraba ideal para observar el cielo despejado, sin molestos nubarrones que taparan la visión. La Luna, Venus, Saturno, Júpiter y muchas otras atracciones celestes fueron las vedettes de la jornada.
Historia
El Planetario de Buenos Aires se inauguró formalmente el 20 de diciembre de 1966, pero no fue hasta el 13 de junio de 1967 que se realizó la primera función. Esta fecha es la que se toma como cumpleaños. La apertura definitiva para el público en general se realizó el 5 de abril de 1968.
La idea de que Buenos Aires contara con un Planetario comenzó a gestarse en 1958 por iniciativa del concejal socialista José Luis Pena y del secretario de Cultura del entonces municipio, Aldo Cocca.
El edificio, que parece un micrófono gigante, tiene cinco pisos, seis escaleras (una helicoidal) y una sala circular de 20 metros de diámetro con 360 butacas reclinables, que es donde se transmiten las funciones.
Con los años, ir al Planetario se transformó en una típica salida escolar. Pero, lejos de ser una excusa para "zafar" de la hora de matemática o de lengua, los chicos disfrutan de la visita a este lugar donde la Luna no parece tan inalcanzable.