El temor por los saqueos se apoderó de los santafecinos
La seguridad quedó en manos de la Prefectura Naval y de la Gendarmería; ya son 14 los muertos
SANTA FE.- A matar o morir. Aunque sea por una teja. Una teja puede ser lo único que les quede. El comienzo para la reconstrucción.
Avanzar en los barrios humildes inundados es meterse en tierra de nadie. Los techos son trincheras y los hombres están armados. Los que defienden lo suyo y los que quieren hacerse de lo ajeno. Tiros y saqueos a casas. El gobierno provincial reforzó la seguridad y dice que la situación comienza a estar más controlada. Pero nadie está dispuesto a abandonar su puesto de batalla en esta inundación que ya dejó 14 muertos.
Luego de algunos intentos de que el Ejército se hiciera cargo de la seguridad, según confirmaron fuentes de la fuerza, finalmente se resolvió que el operativo conjunto quedara en manos del Ministerio de Justicia y Seguridad de la Nación, de la Prefectura Naval y de la Gendarmería, con 2000 efectivos y dos helicópteros que patrullan la ciudad.
Pero el miedo que se apoderó de Santa Fe, todavía no se fue. La inseguridad encontró en esta tragedia la herramienta perfecta para operar. Casas abandonadas y media ciudad sin luz. Los comerciantes bajan las persianas temprano. Algunos no abren. Nadie quiere caminar de noche porque hay zonas, incluso las más céntricas, que son una boca de lobo.
"Algunos lugares están fuera de control: son barrios de por sí difíciles, y por la falta de energía. Gran parte de los inundados se quedó protegiendo su propiedad y, de noche, abre fuego cuando se acercan los ladrones. Eso se va a ir corrigiendo con el operativo coordinado por el gobierno nacional", dijo el general de División Hernán Olmos, jefe del II Cuerpo del Ejército.
Aquí hay mucha gente buena que busca un lugar donde quedarse, y de la otra. Esa que asusta. "No me quedo más allá de las cinco de la tarde. Aunque estoy en la peatonal San Martín. Esto es un peligro -dijo Juan, dueño de un local de ropa-. Trabajo con un equipo electrógeno pero, cuando empieza a caer el sol, la calle queda a oscuras y estás expuesto a que te roben. O peor, que te maten", dijo.
Dos efectivos de la policía que ayer custodiaban las afueras del barrio Santa Lucía pedían que la gente se abstuviera de entrar en él: "Esto está muy jorobado. Uno ya no sabe quién es ladrón y quién no. Es muy difícil garantizar la seguridad". Hay gente dispuesta a disparar. Hay gente que disparó. La Prefectura ya tuvo que vérselas con ellos, confiaron a LA NACION.
Las mujeres y los chicos están en los centros de evacuados. Los hombres se quedan a defender lo suyo. Alberto Ortega (26) sólo dejó su casa del barrio Roma para salvar a su familia hace cinco días. Los ubicó en un centro de evacuados y volvió a montar guardia.
Los efectivos de Prefectura y de Gendarmería le acercan algo para comer y para tomar. De noche pasa frío, no pega un ojo y agudiza el oído. Cualquier ruido lo sobresalta. No importa, dice, hay que estar ahí. "Yo no estoy armado, pero mis vecinos sí", cuenta. Entre ellos se protegen. El agua pudo con él. Pero los saqueadores, jura, no podrán.
"Había mucho desorden hasta que llegamos -anteanoche-, pero ahora tenemos la situación controlada. No pretendemos revertir la sensación de inseguridad en un día, pero, de a poco, vamos a ir lográndolo. Entendemos que tengan miedo, pero por ahora no hay muertos ni heridos por hechos violentos, ni tampoco saqueos a supermercados", dijo una alta fuente del Ministerio de Seguridad y Justicia de la Nación. Juan José Alvarez, titular de esa dependencia, está en Santa Fe y dispuso que dos helicópteros con reflectores sobrevuelen la ciudad por la noche.
Prohibido navegar de noche
La policía de la provincia prohibió la navegación de noche. Sabe que es el momento en que los saqueadores, internas en mano, se suben a canoas o botes y salen a robar. El remo se abre paso en el agua y Flavio Azurduy da el alerta a sus compañeros. Ese ruido lo pone nervioso: "Es desesperante. No se ve nada y no sabés quién viene. La mitad de mi casa está inundada, pero voy a ver qué puedo salvar", contó, mientras salía del agua, en el barrio Roma. Caminó 500 metros con el agua hasta la cintura. Le pasó la posta a un amigo a cambio de que él trajera los víveres.
Los vecinos tienen la sensación de que los ladrones ya no saben qué robar. No saben si quieren arrancar los techos de chapa para entrar en las casas y empezar a bucear entre las cosas o si simplemente buscan un techo para comenzar a construir en otro lado, seco.
Los botes avanzan sobre la avenida Vera, en el barrio Santa Rosa. Olindo Garuffo no se anima a ir más allá de los 200 metros en que está su casa. Saca muebles arruinados por el agua y vuelve remando tan rápido como puede. Tiene un amigo que vive más allá pero, lo lamenta, no se anima a llevarlo. "Nooo, es una locura -dice Olindo-. Te ven y te tirotean. Ni lo piensan. Anoche pidieron a la gente que al menos preguntaran si se trataba de algún vecino antes de disparar. No se ve nada y cuando escuchan un ruido disparan. Es una locura."
La bajante del río Salado
- Según el Instituto Nacional del Agua (INA), el río Salado, que con su desborde provocó la catástrofe en Santa Fe, volverá en "alrededor de diez días" a su condición de "seudo normalidad". El regreso será lento y "muy gradual", de acuerdo con el informe del ente. La última medición, realizada en la ruta 70, indicó que la altura del río había descendido a 7,69 metros. Como vale recordar, el INA midió el miércoles último la altura récord del Salado, que alcanzó los 7,88 metros, 70 centímetros por encima del máximo histórico, registrado en 1973.