En el campo se sienten acosados
Producir en el campo parece haber perdido el sabor bucólico que antes tenía. Los productores comúnmente se sienten acosados e injustamente acusados por distintos entes gubernamentales, como si fueran enemigos personales a quienes nunca conocieron. Quienes tratamos con los productores todos los días notamos que invierten mucho menos que antes y eso se traduce en una menor producción de granos, carne y leche.
Todo el interior sufre, pero también sufren Buenos Aires y el resto del país, al notar que, sin una explicación lógica, se combate a un sector que por esencia convierte el potencial natural del país en alimentos y materias primas para los argentinos y el resto del mundo.
Esta semana les tocó a los productores de la cuenca del río Areco, quienes con toda ligereza fueron culpados por las autoridades de ser los responsables de la megainundación en San Antonio de Areco, debido a supuestos canales clandestinos hechos por ellos para desagotar los bajos ribereños.
Es que aun si esos canales existieran y fueran clandestinos, aportarían muy pero muy poca agua al drama vivido entre los arequeros que han perdido todo en pocas horas. Pero nada de lo que ocurre aguas abajo del pueblo parece ser tenido en cuenta por los funcionarios.
La ruta 8 actúa como un gigantesco dique con un puente que no da abasto para escurrir ni una mínima fracción del agua que se acumula cuando llueve fuerte, siguiendo con el puente de la ruta 41, luego las acacias negras que invaden la costa del río y los demás puentes minúsculos hasta llegar a un río Paraná que estaba muy crecido el día de la creciente, reduciendo considerablemente el gradiente de caída del agua desde los teóricos 24 metros en Areco hasta el cero en su desembocadura.
La solidaridad que se vivió entre los arequeros el día de la creciente fue conmovedora y ese día no se vio a nadie del Estado. ¿Serán tanto 110 km desde Buenos Aires para que se enteren y se movilicen?
Sin embargo, la cizaña gubernamental logró generar polémica y división, y producir un gusto amargo entre los golpeados habitantes de aquel pintoresco pueblo, "cuna de la tradición". Esos gauchos son positivos y creen que algún día va a reinar la armonía entre el Gobierno y el campo. Después de todo, no necesitan funcionarios vapuleados ni desautorizados, sino que desplieguen todo su potencial en favor de quienes más que nunca necesitan ayuda.
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