Un joven arquitecto con una fértil carrera paralela en Bellas Artes, encontró en esta casita un retiro con lo único que necesita para madurar sus proyectos: la distancia justa de París y el espectáculo asegurado del atardecer
A principios de 2017, el comprador de una casilla de pescadores de cemento le pidió al estudio parisino Freaks Architecture que renovara esa porción de lujo a orillas del Canal de la Mancha que había encontrado por internet.
El desafío: debido a las estrictas leyes de conservación del litoral marítimo de Normandía, no se podían cambiar su forma ni dimensiones.
“La casa tiene las mismas medidas que la cabaña de Thoreau en Walden", cuenta el dueño a Revista Living. "Más allá de la austeridad, lo que intenté rescatar es la idea del hombre que reflexiona acerca de la sociedad fuera de ella, desde lejos. Para poder pensar, es crucial salir de la rutina”.
El interior es sencillo y minimalista. La única “división” es la que sostiene la cama, bajo la cual hay un toilette con ducha a la italiana (sin escalón) y una cocina pensada al milímetro.
En este lugar de retiro, ubicado en la localidad de Fermanville, el dueño de casa planea, cranea. “Este no es un lugar de producción, sino de pensamiento", dice.
"La idea de tener un espacio así surgió luego de un viaje a Finlandia, donde es común que la gente tenga un refugio en la naturaleza. Por los costos, en Francia es impensable; con suerte, cuando uno se jubila. Pero yo decidí comprar acá, que me resultaba accesible, y alquilar en París”.
“Cuando me crucé con la propiedad en internet, me pareció que su ubicación reunía muchas virtudes. La más obvia, la vista. También, que está lo suficientemente lejos de París (tres horas en tren) como para sentir que te fuiste, pero lo bastante cerca como para poder venir el fin de semana”.
“El diseño es del estudio Freaks, pero construí la casa con ayuda de mis padres y amigos. Ser el constructor era parte esencial del proyecto. Los únicos proveedores que participaron fueron los que pusieron las ventanas: el resto es obra nuestra. Hasta la instalación eléctrica”.
Con buen humor (y con la yapa que le da dedicar parte de su tiempo a la performance), el dueño de casa posa en calidad de neoconquistador.
“Esta costa tiene una historia de muchas capas. De los vikingos sólo quedaron los nombres de ciertos ríos y pueblos vecinos. Cerca de acá también hay búnkers de la Segunda Guerra, que ya se están desmoronando. Evidentemente, las palabras duran más que la arquitectura”.
Texto: Inés Marini.