Fallas generadas por la falta de un mando único de decisiones
SANTA FE.- La catástrofe golpea. La solidaridad está ahí, en los miles de voluntarios embarcados en canoas con las manos listas para ayudar; está en los militares que demuelen terraplenes para dar un curso de salida al agua que tapa techos.
Sobra esfuerzo, ganas. Falta la organización, el mando unificado que no provee el comité de crisis y todos aportan así lo que pueden y donde pueden. Todo es más difícil y peligroso con zonas sin ley, desesperación en los ojos y escopeta en mano para defender lo que queda de una propiedad de clase media.
Un sobrevuelo permite una aproximación al desastre. Desde el aire se ve la magnitud de la inundación. En los botes del Ejército se adquiere la real dimensión de la tragedia humana. La cercanía da la posibilidad de escuchar a esa mujer treintañera que se quiebra por el frío: "¿Saben dónde dan de comer?" Una pregunta elemental que conmociona y luego de la cual no se puede ser indiferente.
Las Fuerzas Armadas colaboran frente la crisis. Anteayer, en el peor momento para esta devastada Santa Fe, los vehículos anfibios del Ejército eran unos de los pocos transportes que podían cruzar la ciudad. A bordo de uno de esos anfibios, el general de división Hernán Olmos, jefe del II Cuerpo, definía: "Todavía falta el trabajo más complejo, cuando se vaya el agua". Es que habrá que dar de comer durante un buen tiempo a más de 30.000 personas. Comida sobrará, seguramente. El problema pasa para los militares por el orden con que deben encararse estos casos.
El comité de crisis formado responde a la ley de seguridad interior. Esa misma norma determina que ese órgano debe designar a un comandante para centralizar las operaciones. Todavía no fue nombrado.
Urgencias en los techos
El jefe del Ejército, teniente general Ricardo Brinzoni, recorrió ayer las zonas más afectadas. "Manden comida", "necesito agua potable, por favor", se escuchaba desde los techos. Un anfibio se había ubicado como centro de distribución cerca del inutilizado hospital de niños.
Los gritos también exigían seguridad. En la desesperación se hablaba de saqueos, de tiroteos nocturnos.
Una escopeta, con linterna aferrada en su caño, es expuesta por un hombre demolido por la tristeza. Brinzoni tomó el teléfono celular y se comunicó con el jefe de la Prefectura, Juan José Beltritti. Le explicó la situación peligrosa y planteó la posibilidad de que los prefectos den seguridad en el lugar.
Las palabras de Brinzoni también las escucharon Reutemann, el ministro de Seguridad, Juan José Alvarez, y el presidente Eduardo Duhalde.
Por lo pronto, el Ejército instalará una guardia en el hospital de niños, por las denuncias de sus empleados de que se intentaron saqueos nocturnos. Y el general Olmos recibió la orden de hacerse cargo de hecho de la coordinación de tareas.
Los efectivos del batallón de ingenieros anfibios 121, con 17 botes de asalto y nueve anfibios, daban ayuda a los pobladores que los requerían personalmente. El batallón de ingenieros 1 de Santo Tomé cumplía la función vital de volar terraplenes para desalojar el agua de la ciudad.
En el cielo se ve pasar a dos Hércules de la Fuerza Aérea. En ellos se trasladaron 40.000 kg de ayuda.
La Armada informó que la orden a sus efectivos del batallón de Infantería de Marina de Zarate es que se integren con el Estado Mayor del general Olmos, como coordinador de las actividades. Un trabajo conjunto que todavía no llega con otros actores de una crisis que requiere con urgencia un mando unificado.
Los helicópteros sobrevuelan Santa Fe, los uniformes se ven en uno y otro punto de la ciudad.
La ayuda llega, la solidaridad sobra. Pero se escucha de nuevo la frase: "¿Saben dónde dan de comer?"
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