Fila en el Everest: "Yo, por suerte, me salvé, pero la pasé muy mal"
CORDOBA. Alcanzar los 8.848 metros de la cumbre del Everest es un sueño cada vez más extendido. Lo demuestra la foto que dio vueltas al mundo de la larga fila de escaladores que, en procesión, esperaron horas para subir. La "masificación" del ascenso desilusiona, incluso, a aquellos que hace años se preparan para llegar al "techo" de la tierra; hacerlo es una empresa costosa, de entre US$35.000 y US$ 100.000 dependiendo de la empresa que se contrate (sólo el permiso sale US$11.000) y se requieren de unos dos meses de aclimatación en el lugar.
El cordobés Horacio Galanti, quien hizo cumbre hace unas semanas por la cara norte (vía Tibet) es el primer argentino en escalar y llegar por los dos lados de la montaña; en 2013 alcanzó la máxima altura por el lado sur ( Nepal ).
Galanti, nacido en Villa del Rosario ( Córdoba ) hace 48 años, hace 14 que vive en el norte de Canadá donde ejerce como ingeniero. Empezó su carrera de escalador en Los Gigantes y el Champaquí y con el tiempo expandió altura y geografías. En 2015 concluyó el proyecto Siete Cumbres, que consiste en escalar las siete montañas más altas del planeta: Aconcagua (Argentina, América), Kilimanjaro (Tanzania, África), Elbrús (Rusia, Europa), McKinley/Denali (Alaska, Polo Ártico) y Pirámide de Carstensz (Indonesia, Oceanía). En el Aconcagua ya se mueve como en su casa, suma 11 cumbres.
Por los siete u ocho meses de nieve en donde vive, tiene instalado un gimnasio en su casa, donde entrena a diario, además corre ultra maratones, participó cuatro veces de la "Carrera de la Muerte" en Canadá (125 kilómetros hasta 5000 metros en 24 horas) y aprovecha su cercanía a las Montañas Rocosas para escalar. "La parte mental es fundamental, si no estás bien eso repercute en el cuerpo. Hay que estar positivo –cuenta a LA NACION- para que el entrenamiento físico rinda; la base aeróbica debe ser muy buena; hay que tener mucha resistencia porque cada día son entre cinco a diez horas de marcha y escalada, las piernas deben poder moverse siempre".
Recomienda, antes de encarar la aventura del Everest, tener "experiencia en altura" y señala que la mayoría elige ascender por el lado sur porque es "menos técnico, más protegido del viento, hay menos nieve volando y menos roca expuesta. Por el lado norte el Gobierno chino, antes de otorgar el permiso, exige un currículum de montañismo. Es mucho más exigente que los nepalíes", describe.
Ricardo Birn es el cordobés de 52 años que este año debió ser rescatado en un operativo especial desde el campo dos, por una afección pulmonar. Hace poco recibió el alta en Katmandú, pero no podrá regresar hasta mediados de mes ya que no puede volar. Profesor de Educación Física, esta fue la segunda vez que intentó hacer cumbre para completar el desafío Siete Cumbres (le faltan dos). La película ¡Viven!, sobre la tragedia de los Andes en 1972 fue su impulso para empezar a escalar.
TAMBIEN UNA TRAMPA
"La primera vez no pude hacer cumbre por un problema estratégico; nos quedamos sin oxígeno y este año retorné bien preparado. Venía muy bien pero me llevé la sorpresa de la masificación; estaban taponados todos los accesos a la cima; mucha gente quieta. A la altura en la que estaba y con ese frío comenzaron los problemas; algunos zafaron y otros murieron. Yo, por suerte, me salvé, pero la pasé muy mal", señala a este diario desde Katmandú.
Insiste en que el Everest es, para los montañistas, como "jugar un Mundial para un futbolista" pero enfatiza que se "está convirtiendo en híper comercial, se ofrece la posibilidad, dicen que es accesible a casi todos y no es así". Birn admite que esa cumbre tiene un "atractivo especial, por la altura, por su historia, por los dos meses de compartir en el campo base, de cruzarse con las grandes figuras del montañismo".
Santiago Gaddi es asesor financiero y a los 54 años, después de subir hace dos al Aconcagua, se entusiasmó con la posibilidad del Everest. "Pensé que me dirían que me olvidara por mi edad, que lo dejara para otra vida, pero me impulsaron a seguir adelante". De chico había practicado montañismo y como hace bicicleta y mountain bike, tiene buen estado físico. Antes de viajar realizó cursos técnicos de escalada.
Mientras estaba realizando las "rotaciones" (subidas y bajadas de aclimatación), se cayó en una grieta tapada por nieve: "Fue el susto de mi vida; me doblé una rodilla y me lastimé una hernia. El último día de aclimatación decidí bajarme; los guías me insistían pero tomé la decisión por el riesgo".
Para todos los montañistas llegar a los 8.848 metros genera una mezcla de emociones. "Estás ahí después de dos meses de frío, de viento, con hielo, en carpa, batallando con muchas cosas. Y después de esa alegría y emoción muy fuerte, tenés que concentrarte mucho porque el 90% de los accidentes son en el descenso; no hay que perder la cabeza ni relajarse, sino enfocarse en un camino que lleva todo el día", apunta Galanti.
Gaddi no cree que vuelva a intentarlo: "Es bastante caro y muy largo el tiempo que requiere. El Everest me dijo que no y lo respeté". Birn confiesa que, después de lo que le pasó, está "desilusionado; vi la deshumanización, la muerte, la cantidad de gente en una cima… Es lindo llegar con pocos, estar perceptivo, disfrutarla y eso era un vía crucis. Hoy no puedo decir qué haré pero diría que no me interesa; me duele cortar el proyecto pero priorizo disfrutar de la montaña y no ir a una batalla".
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